Daniel Defoe, el escritor de las crónicas de Robinson Crusoe, escribió otro libro sobre los hechos ocurridos en Inglaterra en 1665: allí relata la crueldad sufrida en la población londinense la cual se debatió en la desaparición total, la locura y el siniestro dolor de los seres queridos que morían por culpa de la peste bubónica (de la que ya hemos hablado). Aquí hallamos la desolación producida por una de las enfermedades más horrendas del planeta, el caso en Londres merece detallarlo. Aquí se ve cómo las personas actúan en momentos de verdadera crisis a los ojos de un ilustre narrador, el cual nos dejó sabio testimonio de este acontecimiento.
El origen de la peste en Londres
La peste llegó en un barco holandés. Los funcionarios del puerto buscaron alguna persona con vida, pero el olor nauseabundo era demasiado fuerte y tuvieron que quemarlo aunque muchas ratas salieron y esparcieron la peste bubónica por la ciudad. De repente la gente comenzó a morir de a grupos, de la noche a la mañana: a veces les salían bubones gigantescos en la ingle, la garganta o debajo del brazo, pero otras eran muertes instantáneas, eso se conoce como la peste neumónica, pues el infecto se iba a los pulmones, matando a sus víctimas en menos de 24 horas.
El pánico invadió la ciudad; las calles estaban solas y sólo los cadáveres estaban en las puertas de las casas. A dentro de ellas, posiblemente se encontraban personas en cama, dando su único grito de aliento. Familias enteras murieron, la ciudad se dedicó al vandalismo y a la desesperación, aunque llegó un momento donde ya no importó nada.
La noche llevaba a los pocos capaces de enfrentarse al misterio de la “tortura de Dios” que trataban de curiosear los estragos del Dios-inquisidor, aunque muchos caían sin despertar sino era al otro día en el cementerio de la ciudad.
Fetiches de las personas en tiempos de Epidemia
El caso de Daniel Defoe es intrigante porque él no se dejó abaratar por la muerte: se iba a las tiendas y encontraba todo cerrado, la noche le daba el cruel fetiche de ver a un sujeto relacionado con la muerte en esta época: El Sepulturero. Este personaje iba por las calles, llenando su carreta de muertos y los depositaba en franjas gigantescas abiertas para depositar los difuntos. Nadie quería salir a la calle cuando escuchaban la tenue campana de la carreta; era segura la cercana presencia de la mortal peste.
El famoso escritor se ocultaba en la noche para ver los innumerables muertos. Este espectáculo le traía intriga, a pesar de que no era el acercamiento más fuerte con la muerte: familiares, conocidos y algunos vecinos eran encontrados muertos en el camino.
La insensibilidad hacia la muerte se volvía un elemento común en esta sociedad. Las personas halladas detrás de una pared infecta o en los parques y plazas llegaron a no despertarle nada a Defoe. Sólo la locura podrá intrigar más que la muerte.
En tiempos de muerte, el baile es la solución
Es usual encontrar cuadros medievales donde La Parca lleva a un grupo de personas, mientras bailan hasta morir. Esta imagen es constitutiva de algo muy recurrente en épocas de destrucción total: la vida de los habitantes de la ciudad londinense, transcurría en desánimo por la muerte de sus queridos, así que preferían ir al cementerio a bailar, cantar, tomar y morir sobre sus propias tumbas: había llegado el juicio final y no había mayores explicaciones.
El tenue relieve de las siluetas bailando con bubones era llevado por los flagelantes (personas que se castigaban a latigazos y otras formas de auto-tortura) al nivel más tétrico y amarillista de la sociedad renacentista. Caminaban pagando en las pocas plazas el dolor y olvido de Dios, gritando oraciones y totalmente deshumanizados. Sólo con la certidumbre de que morirían y por ello había que alabar al creador y destructor de la vida.
Mientras tanto los vivos…
Aquellos sobrevivientes no tenían más que sus familias y muchos intentaron escapar de la ciudad. Corrían por los pastos aledaños a otros pueblos y siempre solitarios porque tenían miedo del contagio de otras personas. Muchos de los habitantes se internaron en los bosques, pero aquellos que deseaban hacer vida en otros pueblos no fueron recibidos. Les impedían arguyendo ser portadores del virus, así que los dejaban en las partes más remotas y a veces les lanzaban comida como si fueran perros.
El pánico es la sensación que sintió todo el mundo. Las personas corrían atropellándose unas con las otras y no había un reparo en si se chocaba con niños, mujeres o viejos. La sensación de muerte invadía hasta la locura, era la guerra por sobrevivir.
Defoe fue un vivo que actuó de otra manera. El escritor prefirió internarse en su casa y escribir una novela: toda la energía la pudo guiar hacia la sensación de desquitarse contra la hoja de papel. Todos los disturbios y el caos en el cual quedó la ciudad es parte de lo narrado por el inglés en su libro Diario del año de la peste.
Datos curiosos sobre la enfermedad
La bacteria se transmite en una pulga que vive en una rata negra, ella incuba endémicamente el microorganismo y lo transmite a la población, produciendo distintos tipos de síntomas como fiebre, catarro y los mencionados bubones.
La Europa medieval ya había sufrido el dolo ocasionado por la epidemia, algunos años aumentaba el caos y otros años bajaba. Así pasó cada siglo, pero con el tiempo dejó de ser tan fuerte. Aunque la última epidemia tuvo lugar en Corea en 1994. Ya es una enfermedad tratable.
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