Una de las deidades más enigmáticas, majestuosas y poderosas de la mitología hindú, incuestionablemente es Shiva: un ser dotado con todos los atributos de la divinidad, capaz de crear y destruir lo que fuere. Se le conoce más por ser el “señor de la destrucción”. En él se basa una de las religiones más antiguas del mundo que actualmente prevalecen: el Shivaísmo. Muchas teorías se han tejido en torno de este misterioso dios hindú y en esta oportunidad veremos: “la verdadera historia de Shiva”:
Presente en culturas de todo el mundo
Este milenario personaje recibe otras denominaciones como: “el señor de las bestias”, “el dios “el dios del misterio”, “el dios del caos”, “señor del acetismo”, “el dios del conocimiento y de la negación”, así como la deidad del tiempo que destruye todo y de la regeneración de la vida. En la tradición hindú, se le ha asociado a Shiva con la tercera persona de la trinidad cristiana y otras culturas, que coincidentemente adoran a un dios trino. Sería entonces el Espíritu Santo de las religiones occidentales. Las otras dos deidades del Triángulo Sagrado son: Brahma, el Creador y Vishnú, el preservador o el Cristo.
Todo apunta a que la historia de Shiva comenzó en el valle del Indo, en la parte central del continente asiático. Pero lo que es aún más extraño para todo el mundo, es que este enigmático dios también figura en Japón, en las culturas americanas ancestrales, en Europa y casi que en todo el globo. Casi nadie se explica por qué razón esta deidad hindú con los mismos patrones característicos, tiene una representación a miles de miles de kilómetros.
De acuerdo con la doctrina Shivaísta de la antigüedad, es necesaria la destrucción para que haya una purificación. Eso acontece en lo que ellos catalogan como los dos mundos: el externo y el interno. En el interior, se deben destruir todos los demonios de tripura, que representan todos los defectos de tipo psíquico en el hombre y que corrompen el espíritu; los devotos de Shiva lo invocan cada vez que auto observan ira, luuria, codicia, envidia, pereza, sufrimiento, venganza, rencor, odio, emociones negativas de todo tipo. Dice esa corriente espiritual, que cuando Shiva destruye esas máculas, entonces deviene la iluminación y la vida eterna. En cuanto al mundo exterior, estos hinduistas de dicha doctrina milenaria creen que cuando la raza humana en general se contamina de muchos demonios e impurezas, debe ser destruida para con las cenizas de esta formar una nueva civilización. Enseñan que eso ya ha ocurrido cinco veces en la Tierra e iríamos aproximándonos a la sexta.
Por estas razones, muchos investigadores y adeptos de distintas religiones y credos, le atribuyen aspectos satánicos a Shiva, por llamarse “el dios de la destrucción” o “señor de las bestias”, estas últimas también refiriéndose a las bestias interiores o pecados para el cristianismo. El gnosticismo y la masonería también comparten la perspectiva de ver a Shiva como una parte del propio espíritu humano, que se encarga de destruir los demonios internos, la ignorancia y los malos hábitos, así como también es el poder creador del templo del espíritu o el Gran Arquitecto del Universo. Ni qué decir del Yoga, pues esta escuela oriental estima a Shiva como “el más grande de los yoguis” o “el dios del Yoga”. Para todos ellos, la destrucción y la creación son parte de un mismo ciclo.
La ley del karma y del eterno retorno también es contemplada por el Shivaísmo original y atribuyen a Shiva los procesos de la muerte y de la vida, con el objetivo de que en cada existencia el ser se vaya perfeccionando hasta lograrlo por completo y se libere de la fatídica rueda del Samsara, de nacimientos y muertes por todos los reinos de la naturaleza.
El nombre de “Shiva” proviene del sánscrito que significa “bienaventurado”, “bueno”, “favorable” y los devotos de esta deidad en la India, creen que practicando su doctrina y concentrándose en él, obtienen estas cualidades.
Shiva en el CERN
En el laboratorio de física más grande e importante del mundo, el Colisionador de Hadrones en Suiza, o CERN, se encuentra una efigie de Shiva en su versión de Nataraj, el dios de la danza, quien de acuerdo a la mitología, a través de sus movimientos y concentración, en momentos de plena ira contra la humanidad, destruye el planeta y todo lo que en él mora. Esta estatua está localizada entre los edificios 39 y 40 de este centro de física bastante polémico.
Cuentan los relatos de Shiva, que con su tercer ojo puede incinerar lo que sea y con su tridente puede crear o destruir galaxias. Además, cuenta con cuatro manos y un tambor en la mano superior de la derecha y las otras manos realizan mudras en señal de bendición. Dicen que su cuello es de color azulado, porque en instantes de la creación se vio obligado a tomar el veneno que salió del océano. La piel de tigre y sus cuernos, aparte de representar altos niveles de sabiduría y poder, representa el control y dominio sobre el reino animal. Lo adorna un collar de cráneos simbolizando a los egos muertos del iniciado practicante del shivaísmo y del conocimento universal.
La esposa de Shiva es Parvati y juntos realizan el trabajo de la creación y destrucción de mundos y demonios externos e internos. La mitología los muestra viajando encima de un toro sagrado y suelen materializar los deseos de los devotos que mantienen sus súplicas como si fuesen cumplidas, cuando piensan en esos dioses.
Shiva es la única persona de la Trinidad que tuvo hijos, los cuales fueron: el poderoso rey mono, Hanuman; Ganesha, el dios con cabeza de elefante y Kartik, el dios de los seis rostros, porque fue hijo de seis madres. No cabe duda de que se trata de una mitología y unos seres bastante interesantes y misteriosos, por lo que muchos dedican largas horas a la investigación y práctica de esta sabiduría ancestral y universal.
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