Entomología forense. El estudio de la fauna cadavérica o necrófaga
Cuando un organismo muere, o incluso instantes antes de la muerte, mientras agoniza, se producen una serie de reacciones químicas y bacterianas que se conoce con el nombre de putrefacción, que sirve de llamada, siguiendo unas etapas, a los artrópodos que se alimentan de un cuerpo muerto.
Inmediatamente después de que se produzca la muerte, las bacterias y microorganismos que viven en el interior del cuerpo humano, normalmente en el intestino, se multiplican y comienzan a difundirse por las vías linfáticas y sanguíneas. Los primeros que empiezan a comernos una vez muertos, son los microbios aerobios, los que necesitan oxígeno para vivir, oxígeno que extraen de los tejidos humanos. Cuando estos tejidos se han quedado ya sin oxígeno, es el momento de los microbios anaerobios, los que no viven del oxígeno, cuya función es descomponer las sustancias albuminoideas, transformándolas en cuerpos químicos sencillos, que producen gases, como el ácido carbónico, el hidrógeno, el hidrógeno sulfurado y el amoniaco.
Los fenómenos que producen la putrefacción varían según las condiciones ambientales, acelerándolos o deteniéndolos por completo, según el calor o la humedad (acelera), o el frío o la sequedad (detiene). Pero se ha establecido un modelo tipo de descomposición de un cuerpo humano, al que luego se le suman o restan las variables ambientales.
De esta manera, la putrefacción se divide en: autolisis, transformaciones fermentativas, periodo cromático, periodo enfisematoso, periodo colicuativo y reducción esquelética o esqueletización. Siempre se suceden todas estas fases en forma precisa mostrando un esquema orientativo. La precisión podemos encontrarla en el estudio de los pequeños animalitos que vienen, sucesivamente a alimentarse de nosotros. Según su presencia o no, podemos saber el momento de la muerte.
Les llamamos fauna cadavérica o necrófaga, y ha sido estudiada por diversos autores, entre los que destacan Orfila, Megnin, Balthazard y Leclercq, que les pusieron el bonito nombre de “trabajadores de la muerte” o “escuadras de la muerte”. Jean Pierre Megnin fue el pionero en el estudio, en 1894, dividió esta fauna en 8 escuadras que sucesivamente, según las condiciones del cadáver, acuden hasta que hacen desaparecer la materia orgánica. Otros autores los dividen en 7 o 5 escuadras.
Cada escuadra siente una apetencia específica por cada uno de los distintos olores que despide el cadáver durante la putrefacción, y que anuncian la presencia de las sustancias que prefieren como alimento. En concreto hay tres fases especiales, la fermentación butírica (de las grasas), la fermentación caseica (de las sustancias albuminoideas) y la fermentación amoniacal, con sus diversos olores atraen a una variada serie de insectos, dípteros, coleópteros, lepidópteros y algunos arácnidos (ácaros).
A los dípteros los conocemos normalmente como “moscas”, a los coleópteros, como “escarabajos”, y a los lepidópteros como “mariposas o polillas”, así, a bulto. Pero realmente hay miles de especies, algunas tan parecidas, que el trabajo de un entomólogo forense no es nada sencillo. Aun así, podemos diferenciar a los protagonistas de las 8 escuadras.
Primera escuadra. Los primeros insectos que llegan al cadáver, e incluso antes, a los moribundos, son las moscas o dípteros. Pertenecen a la Familia de los Múscidos, una familia muy amplia, con casi 4.000 especies repartidas por toda la tierra, pero disfrutan de un cadáver recién hecho cuatro. Las dos primeras pertenecen a los géneros Musca y Curtonevra, las dos siguiente a los géneros Calliphora y Anthomya. Son muy parecidas a las moscas domésticas, se diferencian entre sí en el tamaño y en el color (a la Calliphora se la conoce como “moscarda azul de la carne”, por su bonito color azul acerado y su gusto por la carne medio fresca, en su puntito de descomposición. Sus larvas se han utilizado para eliminar la carne muerta y putrefacta de las heridas, ya que no sólo se la comen, sino que producen unos principios activos muy eficaces contra estreptococos).
Segunda escuadra. Más dípteros, estos del genero Lucilia y Sarcophaga. Varios autores los incluyen en la primera escuadra.
Tercera escuadra. Son insectos que atacan en el momento en el que se producen en el cuerpo ácidos grasos, de 3 a 6 meses después de la muerte. Detectan un olor a grasa rancia que tiene su origen en el ácido butírico producido por la saponificación de las grasas. Estos son coleópteros del género Dermestes, como el Dermester lardarius o escarabajo del tocino, y la pequeña polilla Aglossa pinguinalis.
Cuarta escuadra. Aparecen durante la fermentación caseica, la forman dípteros como la Pyophyla casei, la Anthomya vicina, y coleópteros del género Corynetes. Son insectos comunes en los quesos fermentados, como el de Cabrales, les encanta ese olor.
Quinta escuadra. Durante la fermentación amoniacal se licuan gran parte de los tejidos blandos putrefactos, que se convierten en lo que se denomina putrílago. El plato favorito de dípteros de los géneros Lonchaea (nigrimana, aurea, latifrons…), Tyreophora, Ophyra (cadaverina) y Phora. Y coleópteros Necrophorus, Thanatophilus, shilpha, Hister (cadaverina), Saprinus.
Sexta escuadra. La constituyen ácaros, tienen la misión de absorber los líquidos que todavía puedan existir en el cadáver, desecando o momificando las partes que no se hayan comido las anteriores escuadras. Estos acáridos son del género: Uropoda numularia, Trachynotus cadaverinus, Glyciphagus, Tyroglyphus o Serrator necrophagus.
Séptima escuadra. Aparecen cuando el cadáver está completamente desecado. Les gustan los tejidos duros, como las uñas, el pelo, también los tapices y las colecciones de Historia Natural de los museos. Son coleópteros (Dermestidae Anthrenus museorum) y algunas pequeñas polillas (Aglossa cuprealis).
Octava escuadra. Cuando la muerte se remonta a los tres años, Leclercq y Megnin, pequeños coleópteros aparecen para hacer desaparecer los restos que pudieran quedar (Tenebrio obscurus). Balthazard no considera que exista esta 8ª escuadra.
La datación de la muerte se realiza no sólo por la presencia de estas escuadras, sino por el desarrollo de cada uno de sus miembros, que pasan por varios estados, huevo, larva, ninfa e Imago (el insecto adulto). Así se deduce el IPM de un cadáver, o “intervalo post mortem”
De su estudio se encargan en las llamadas “granjas de cuerpos”. En España existe una en la Facultad de Biología de Alcalá de Henares. ¿Damos un paseo por ella?, no encontraremos pollitos ni vacas como en las granjas normales, pero sí cerdos, enterrados o preparados de todas las maneras posibles para determinar las etapas de descomposición. En Estados Unidos las granjas de cuerpos las abastecen con cadáveres humanos cuyos cuerpos han sido donados a la ciencia, a la propia granja, o cadáveres sin identificar. Son más vistosas. La principal se encuentra en la Universidad de Tennessee, posee más de 300 cadáveres en1,2 hectáreas, la denominan “Complejo de Antropología Forense”
Tejido por Angelika.
Fuentes:
Antropología Forense. Dr. José Manuel Reverte Coma.2
Manual de medicina legal. Balthazard, La fauna de los cadáveres, Jean Pierre Megnin.