La fábula es definida por los estudios literarios como una composición narrativa breve, protagonizada mayormente por animales humanizados, los cuales viven situaciones y consecuencias determinadas, que dejan a quienes conocen la historia- bien sea a través de la trasmisión oral o escrita- una moraleja.
Propósito de la fábula
En este sentido, la fábula presenta un claro objetivo pedagógico, planteando historias que pueden servir a sus lectores y conocedores para entender las situaciones que pueden generar determinadas conducta o actos. De esta forma, la fábula forma parte del componente de formación de una sociedad, así como de la cultura de esta, elevándose también al nivel de patrimonio cultural de una nación o pueblo.
No obstante, más allá del hecho educativo y aleccionador, las fábulas también persiguen la intención de entretener a aquellos que la escuchan, coincidiendo entonces tanto en su carácter educativo como recreativo con otros géneros como el cuento y la leyenda. Así mismo, aun cuando en la actualidad su transmisión cuenta con registros escritos, la fábula es un género de transmisión oral, las cuales han sido heredadas de generación en generación.
Las mejores fábulas infantiles
Aun cuando las fábulas son escritas para todo tipo de usuario, se estila identificar como fábulas infantiles a aquellas que se destacan por su breve extensión, así también como por la participación de personajes animales, a pesar de que éste es un rasgo propio de las fábulas en general. Sin embargo, básicamente se toma entonces la corta extensión y la participación de animales para identificar las fábulas infantiles, muchas de las cuales son conocidas por la gran mayoría de los niños alrededor del mundo, convirtiéndose en verdaderos clásicos.
En cuanto a las mejores fábulas para niños, se pueden citar varios ejemplos, entre los que destaca especialmente las fábulas de Esopo, el escritor más conocido de este género y autor de las fábulas más tradicionales del mundo occidental. Resulta pertinente entonces exponer algunas de las fábulas más famosas del mundo:
Fábulas de Esopo
Entre las fábulas más reconocidas del antiguo sabio y escritor griego, resaltan aquellas que dejan en evidencia la importancia del comportamiento adecuado del individuo dentro de la polis o la sociedad, así como sus consecuencias al hacer lo contrario. Así mismo, las fábulas de este autor resaltan por el colorido de sus personajes, su corta extensión y lo pedagógico de su contenido, contando además con una clara moraleja. Un ejemplo de ellas son las siguientes:
Los ríos y el mar:
Se juntaron los ríos para quejarse ante el mar diciéndole:
-¿Por qué si nosotros te entregamos agua dulce y potable, haces tal trabajo, que conviertes nuestras aguas en saladas e imposibles de beber?
El mar, percibiendo que querían echarle la culpa del asunto, dijo:
– Por favor, dejen de darme agua y entonces ya no volverán a salarse sus aguas.
Moraleja: Antes de culpar a otros, fíjate primero si no eres el verdadero culpable.
La tortuga y el águila:
Una tortuga que se recreaba al sol, se quejaba a las aves marinas de su triste destino, y de que nadie le había querido enseñar a volar. Un águila que paseaba a la deriva por ahí, oyó su lamento y le preguntó con qué le pagaba si ella la alzaba y la llevaba por los aires.
– Te daré – dijo – todas las riquezas del Mar Rojo.
– Entonces te enseñaré al volar – replicó el águila.
Y tomándola por los pies la llevó casi hasta las nubes, y soltándola de pronto, la dejó ir, cayendo la pobre tortuga en una soberbia montaña, haciéndose añicos su coraza. Al verse moribunda, la tortuga exclamó:
– Renegué de mi suerte natural. ¿Qué tengo yo que ver con vientos y nubes, cuando con dificultad apenas me muevo sobre la tierra?
Moraleja: Si fácilmente adquiriéramos todo lo que deseamos, fácilmente llegaríamos a la desgracia.
El plumaje de la golondrina y el cuervo:
La golondrina y el cuervo discutían acerca de su plumaje. El cuervo terminó la discusión alegando:
– Tus plumas serán muy bonitas en el verano, pero las mías me cobijan contra el invierno.
Moraleja: Lo que sólo sirve para presumir, no es valioso en realidad.
La liebre y la tortuga:
Cierto día una liebre se burlaba de las cortas patas y lentitud al caminar de una tortuga. Pero esta, riéndose, le replicó:
-Puede que seas veloz como el viento, pero yo te ganaría en una competencia.
Y la liebre, totalmente segura de que aquello era imposible, aceptó el reto, y propusieron a la zorra que señalara el camino y la meta.
Llegado el día de la carrera, arrancaron ambas al mismo tiempo. La tortuga nunca dejó de caminar y a su lento paso pero constante, avanzaba tranquila hacia la meta. En cambio, la liebre, que a ratos se echaba a descansar en el camino, se quedó dormida. Cuando despertó, y moviéndose lo más veloz que pudo, vio cómo la tortuga había llegado de primera al final y obtenido la victoria.
Moraleja: Con seguridad, constancia y paciencia, aunque a veces parezcamos lentos, obtendremos siempre el éxito.
La cierva y la viña:
Una cierva era perseguida por unos cazadores y se refugio bajo una viña. Pasaron cerca los cazadores, y la cierva, creyéndose muy bien escondida, empezó a saborear las hojas de la viña que la cubría. Viendo los cazadores que las hojas se movían, pensaron muy acertadamente, que allí adentro había un animal oculto, y disparando sus flechas hirieron mortalmente a la cierva. Ésta, viéndose morir, pronunció estas palabras:
– ¡ Me lo he merecido, pues no debí haber maltratado a quien me estaba salvando ¡
Moraleja: Sé siempre agradecido con quien generosamente te da la ayuda para salir adelante.
El camello, el elefante y el mono:
Votaban los animales para elegir un rey. El camello y el elefante se pusieron en fila disputándose los sufragios, ya que esperaban ser preferidos sobre los demás gracias a su tamaño y su fuerza.
Pero llegó el mono y los declaró a los dos incapacitados para reinar.
– El camello no sirve -dijo – porque no se encoleriza contra los malhechores, y el elefante tampoco nos sirve porque tendremos que estar temerosos de que nos ataque un marrano, animal a quien teme el elefante.
Moraleja: La fortaleza más grande, siempre se mide en el punto más débil.
Fábula popular El Gato y el Ratón Había una vez un pequeño ratón que vivía en la casa de una mujer vieja. La señora, que temía de estas criaturas, colocó muchas trampas para matarlo. El ratón, asustado, le pide ayuda al gato de la mujer.
-¿Podrías ayudarme, lindo gatito? -le dijo al gato.
-Sí, ¿en qué? -respondió este.
-Sólo quita las trampas de la casa -dijo el ratón.
-Hmmm… Y, ¿qué me das a cambio? -dijo el gato.
-Finjo ante la señora que estoy muerto, ya que tú me has matado; ella creerá que eres un héroe -respondió el ratón.
-Me has convencido -dijo el gato.
El gato sacó las trampas de la casa, pero el ratón nunca cumplió su parte del trato. Un día, la señora descubrió que fue el gato quien sacó las trampas. Ella, muy enfadada, decide dejar al gato en la calle.
Había una vez un pequeño ratón que vivía en la casa de una mujer vieja. La señora, que temía de estas criaturas, colocó muchas trampas para matarlo. El ratón, asustado, le pide ayuda al gato de la mujer.
-¿Podrías ayudarme, lindo gatito? -le dijo al gato.
-Sí, ¿en qué? -respondió este.
-Sólo quita las trampas de la casa -dijo el ratón.
-Hmmm… Y, ¿qué me das a cambio? -dijo el gato.
-Finjo ante la señora que estoy muerto, ya que tú me has matado; ella creerá que eres un héroe -respondió el ratón.
-Me has convencido -dijo el gato.
El gato sacó las trampas de la casa, pero el ratón nunca cumplió su parte del trato. Un día, la señora descubrió que fue el gato quien sacó las trampas. Ella, muy enfadada, decide dejar al gato en la calle.
Otro ejemplo de fábula la constituye El Gato y el Ratón, perteneciente al ámbito popular, sin que sea identificable su autor. En ella se cumplen el requisito de texto breve, participación de personajes animales y expreso contenido pedagógico, sin embargo, esta narración, a diferencia de las fábulas de Esopo, no cuenta con una moraleja explícita al final del relato, elemento esencial para algunos autores o teóricos. Sin embargo, a pesar de esto, su intención pedagógica le confiere el título de fábula.
Fábulas infantiles chinas
Finalmente, otra rica fuente de fábulas infantiles lo constituye la cultura china, la cual contienen cientos de fábulas, en donde a diferencia de las fábulas occidentales no necesariamente cuenta con la presencia de animales humanizados como personajes o de una moraleja explícita. No obstante, las fábulas chinas buscan casi siempre enfrentar las fuerzas de la razón y la experiencia ante las fuerzas naturales, erigiéndose entonces la condición humana y la naturaleza como protagonistas de estas narraciones. Un ejemplo de este tipo de fábulas, bastante pedagógicas para los niños, lo constituye la siguiente historia, titulada El viejo que removió las montañas, en donde se establece el valor de la constancia:
Las montañas Taihang y Wangwu tienen unos 700 kilómetros de contorno y 10.000 kilómetros de altura.
Al norte de estos montes vivía un anciano de unos 90 años de edad al que llamaban El Viejo. Su casa miraba hacia estas montañas y debido a su avanzada edad él encontraba bastante incómodo tener que dar un largo rodeo cada vez que salía o regresaba a casa. De manera que un día tuvo una gran idea, y decidió reunir a su familia para discutir el asunto.
– ¿Qué os parece si todos juntos desmontásemos las montañas para crear un camino? – sugirió –. Entonces podríamos abrir un camino directo hacia el Sur, hasta la orilla del río Hanshui.
Toda la familia estuvo de acuerdo, excepto su mujer, que dudaba.
– No tenemos la fuerza necesaria para desmontar las montañas – dijo –. ¿Cómo podremos cambiar la silueta esas dos montañas? Además, ¿dónde vamos a vaciar toda la tierra y los peñascos?
– Los vaciaremos en el mar – fue la respuesta.
Entonces El Viejo partió con sus hijos y nietos a remover las montañas. Tres de ellos llevaban balancines y removieron piedras y tierra y, en canastos, los acarrearon al mar. En cada viaje tardaban varios meses.
Un hombre que vivía cerca de la orilla del río, a quien llamaban El Sabio, se reía de sus esfuerzos y trató de disuadirlos.
– ¡Basta de esta tontería! – exclamaba –. ¡Qué estúpido es todo esto! Tan viejo y débil como es usted no será capaz de arrancar ni un puñado de hierbas en esas montañas. ¿Cómo va a remover tierras y piedras en tal cantidad?
El Viejo exhaló un largo suspiro.
– ¡Qué torpe es usted! – le dijo –. Aunque yo muera, quedarán mis hijos y los hijos de mis hijos; y así sucesivamente, de generación en generación. Y como estas montañas no crecen, ¿por qué no vamos a ser capaces de terminar por removerlas?
Entonces El Sabio no tuvo nada que responder.
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