La última epidemia de la Historia
Terminamos el artículo pasado con el final de las epidemias de cólera en occidente en torno al año 1900. Por los avances en la medicina, los grandes logros sociales (que, aunque incipientes, habían mejorado de manera impresionante el nivel de vida de millones de obreros en las ciudades europeas) y el avance de la salubridad, se creía que la era de las enfermedades había terminado. El mundo recibía este nuevo siglo con esperanza.
Lamentablemente, aún quedaba una nueva tragedia, que se convertiría en la epidemia más letal de la historia (excepto, quizás, por la Gran Peste Negra de 1348). Pese a que “apenas” murió entre un 3% y un 6% de la población mundial, se trató de una enfermedad inesperada, que nadie consideraba posible en este punto de la historia y en un mundo en el que la gente ya no moría (tanto) de hambre o de frío. Por esto mismo, como por su alcance global, se le considera la madre de todas las epidemias.
Comúnmente se le conoce como la epidemia de gripe española, no porque se originara en este país sino porque fue el único país de Europa en hacer públicas las muertes y la crisis en general debida a la epidemia. Recordemos que durante 1918 (y hasta finales de 1919) todos los países europeos, excepto España, estaban enfrascados en la Primera Guerra Mundial, por lo que temían que sus tropas se desmoralizarían si se enteraban del alcance de la epidemia.
Orígenes de la Gran Influenza
Se cree que la epidemia se originó en Étaples, Francia, a principios de 1918, pero hasta el momento no se ha encontrado evidencia concluyente que nos indique si esto es verdad o si otras hipótesis (incluyendo una que involucra el Lejano Oriente como el origen de la enfermedad). Parece ser que se trataba de un virus que migró de las aves al cerdo, y de allí mutó para infectar a seres humanos.
Aún se debate si el virus llegó de China o se originó en Europa, así como si los primeros casos se dieron en Arkansas (Estados Unidos) o en el centro del continente europeo. Lo cierto es que para mediados de 1818 la epidemia ya había atacado grandes ciudades norteamericanas, y a finales de 1818 habría de recrudecer en medio de una Europa azotada por la guerra.
Se cree que el movimiento de las tropas durante la guerra no hizo sino empeorar la situación. Calcular las muertes en Europa resulta extremadamente complicado, pues no es posible determinar cuáles muertes se deben a la guerra y cuáles a la enfermedad. Lo que sí se sabe es que centenares de miles de soldados perecieron por obra de la gripe.
La epidemia, favorecida por un medio de contagio extremadamente eficiente (el aire) y por las comunicaciones de principios del siglo XX, se extendió a todos los rincones del mundo. Se calcula que 15 millones de personas murieron en India y más de 25 millones en China (que fue seguramente el lugar donde la epidemia golpeó de manera más fuerte).
La epidemia llegó a las urbes más remotas de América. Desde Canadá hasta Argentina, todas las ciudades importantes sufrieron su parte. Y, al contrario de las epidemias de influenza tradicionales – en las que mueren ante todo niños y personas de edad – esta epidemia se concentró en hombres y mujeres jóvenes, dejando millones de huérfanos y familias destruidas.
¿Qué hizo tan letal a esta enfermedad?
Aún no se entiende del todo qué hizo de la epidemia de gripe de 1918 algo tan horripilante. Parece ser que tenía una tasa de mortalidad altísima: 1 de cada 7 personas, en promedio, morían al contagiarse, cuando la influenza ordinaria mata apenas a 1 de cada 1000. Así mismo, la enfermedad era tan contagiosa que se calcula que alrededor del 50% de la población mundial llegó a enfermarse en algún momento durante estos años. En total, se cree que murieron un mínimo de 50 millones de personas (40 en Asia), pero el número podría ser de hasta 100 millones.
Nuestra generación ya no recuerda la epidemia, pero es algo que se vivió en el umbral del siglo y está bien documentado por innumerables fuentes. Se relata el desespero de los enfermos, la incapacidad de los hospitales para dar abasto… y de los cementerios, en los que ya no cabían tantos cuerpos. En muchas ciudades los ciudadanos narraban con horror como las personas marchaban enfermas por las calles hasta buscar una esquina para dormir… y morían allí.
La epidemia no finalizó hasta los primeros meses de 1920. Para entonces, millones de personas habían muerto y los horrores de la enfermedad habían causado todo tipo de catástrofes. Para hacernos a una idea, la epidemia de influenza mató más personas en 24 meses que las que el SIDA ha matado en los últimos 24 años.
Desde entonces no se repite una gran epidemia. Hace 10 años la revista Science publicó un artículo en el que se mostraba la reconstrucción del virus, la cual pudo hacerse gracias a los restos del mismo que se encontraron en tejidos de las personas que habían muerto. Es probable que alguna agencia secreta lo haya reconstruido, se sabe que al menos una institución lo hizo en Atlanta, Estados Unidos. Sin embargo, por ahora la cepa permanece allí escondida, en un Laboratorio de Bioseguridad de Nivel 3.
¿Qué tan posible es que una epidemia como esta vuelva a aparecer? Como veremos, un análisis indicaría ciertas semejanzas entre nuestro mundo y el mundo de 1918. Pero esto, correspondiente al final de la serie, lo veremos en un próximo artículo.
- Parte 1.
- Parte 2.
- Parte 3.
- Parte 5.
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