Dice Michael Ende en el prólogo de su libro La Historia Interminable:
“Las pasiones humanas son un misterio (…) los que se dejan llevar por ellas no pueden explicárselas, y los que no las han vivido no pueden comprenderlas”.
En el terreno de la sexualidad humana esto también es así, y aunque la mayoría de las personas conciben el coito como el intercambio sexual entre dos seres humanos, hay quienes van un poco más allá.
La imagen de humanos manteniendo relaciones sexuales con seres ajenos a la especie humana ha estado en nuestro imaginario desde la antigüedad.
Podemos ver, por ejemplo, cómo en la Biblia existen extraños textos como el capítulo 6 del Génesis, donde en su versículo 4, se señala aparentemente la existencia de dos especies, la de la tierra (humana) y la de los cielos, cuya unión engendró una generación de héroes:“Existían por aquel tiempo en la tierra, gigantes, e incluso después de esto, cuando los hijos de Dios se unieron a las hijas de los hombres y les engendraron hijos, que son los héroes, desde antaño varones renombrados”.
Esta cita, para muchos entusiastas de la creencia en un mundo extraterrestre, estaría apuntando a una prueba inequívoca de la unión sexual entre humanos y seres de otros planetas. Otros prefieren inclinarse por creer que este texto hace referencia a seres angelicales.
No obstante, este tipo de imágenes no corresponden solo al pueblo hebreo. Los griegos, por ejemplo, tienen una importante cantidad de historias donde los dioses descienden a la tierra para unirse a mortales, engendrando semidioses, hijos de dioses y humanos, que tendrían como característica los poderes y la fuerza de un Dios, con un cuerpo mortal y perecedero.
IMAGINARIO ZOOFÍLICO
Sin embargo, en la mitología griega también está presente la imagen de la metamorfosis, según la cual un dios toma un cuerpo físico que le permita unirse carnalmente con un mortal. Pero a diferencia de lo que podría imaginarse, esta forma a veces no es humana, sino animal.
Un hito de esta metamorfosis animal en la mitología griega lo constituye la historia de Leda y el Cisne, protagonizada por Zeus, dios máximo del Olimpo, y una Doncella, a quien éste quería seducir.
El mito cuenta que mientras Leda paseaba por las orillas del río Eurota, el dios Zeús tomó la forma de un Cisne y sedujo a la doncella, quien más tarde puso dos huevos, de los que nacieron Helena y Dioscuros, al mismo tiempo que tuvo a Dioscuros y Clitemnestra que por su parte eran hijos del esposo de Leda, Tíndaro. Ya que como cuenta la historia, Zeus encarnado en el cisne se unió a Leda la misma noche en que este también se uniera a su esposo.
Pero la griega no es la única mitología que tiene este tipo de imágenes sexuales entre humanos y animales. En las culturas hindúes, también es común las pinturas y figuras que representan deidades religiosas manteniendo relaciones sexuales con animales, como por ejemplo la unión entre Brahma y un oso.
En el imaginario japonés también existen este tipo de encuentros. Un ejemplo es el mito popular de una mujer entregada al placer junto a un pulpo, representado en 1814 por Katsuhisha Hokusai, autor de “El sueño húmedo de la mujer del pescador” registrado en el álbum de estampas eróticas Kinoe no koma.
Esto por nombrar solo algunas de las culturas en las que la imagen de humanos, tanto hombres como mujeres, teniendo encuentros sexuales con animales es algo común.
ZOOFILIA Y REALIDAD
Dejando el terreno mitológico, para entrar en el de la realidad, tenemos que las prácticas sexuales con animales por parte de los seres humanos reciben, de parte de la psiquiatría moderna, el nombre de zoofilia.
En la antigüedad, esta práctica -conocida también como “bestialismo”- no estaba del todo penalizada ni moral ni legalmente, formando incluso parte de rituales.
Según aparece descrito en el libro Ecce Bestia: libentinagem con animais del escritor brasilero Ezzio Flavio Bazzo, quien hace un estudio completo de esta práctica en todas las culturas del mundo, hay culturas como la Yoruba, original de Nigeria, donde era natural por ejemplo que los jóvenes cazadores se una sexualmente al primer antílope de la caza.
Flavio Bazzo también refiere el caso latinoamericano, por ejemplo, donde en zonas rurales (aunque no es de carácter público) no es extraño que la iniciación sexual masculina sucediera con un animal, siendo así incluso en la actualidad.
O en Europa, donde la Historia cuenta cómo, en los burdeles, a los clientes que no podían (o no querían) invertir en prostitutas, se les ofrecía la posibilidad de escoger gansos, patos y otras aves de corral, las cuales eran decapitadas por un ayudante justo en el momento de llegar al orgasmo.
Para la modernidad esto ya no es así, y la zoofilia está muy mal vista moralmente, siendo vista incluso como una condición alterada de la mente.
En el campo religioso, religiones como el judaísmo, el islamismo y el catolicismo la prohíben expresamente. Un ejemplo de ello es el libro Levítico del Antigua Testamento –entre otros- donde en su capítulo 20, podemos encontrar mención directa al “bestialismo”:15. Cualquiera que tuviere cópula con bestia, ha de ser muerto, y mataréis a la bestia.
16. Y si una mujer se llegare a algún animal para ayuntarse con él, a la mujer y al animal matarás; morirán indefectiblemente; su sangre será sobre ellos.¿INSECTOFILIA O FORMICOFILIA?
Sin embargo, las relaciones sexuales con seres de otra especie no se quedan sólo en la zoofilia y los animales. Hay personas cuya excitación sexual está ligada directamente con insectos.
El término para referirse a esta inclinación está en debate, pues algunos dicen que se denomina según el insecto involucrado, como la aracnofilia, que es la excitación sexual a través del contacto directo con arañas; o la formicofilia cuya práctica está relacionada con las hormigas, siendo este último termino el más aceptado para referirse a la inclinación sexual de una persona hacia los insectos.
Como es de suponerse estas prácticas sexuales con insectos se alejan un poco del acto sexual clásico, y se basa más en la excitación sexual que puede sentir la persona al saber, ver y percibir dichos insectos alrededor y encima de sus cuerpos y zonas erógenas.
Aunque el riesgo para la salud es altísimo en este tipo de prácticas, al igual que en la zoofilia, sus practicantes no le temen a las consecuencias que puedan sufrir, entre las que se encuentran infecciones, heridas o mordeduras, que por el contrario parecen satisfacerse al humano involucrado.
SEXO CON INSECTOS, NO TAN NUEVO
Ranas, caracoles, babosas, abejas, gusanos y sobre todo hormigas son algunos de los insectos elegidos por los practicantes de esta parafilia, que a pesar de haber desatado una reciente polémica y no estar tan documentada no es para nada nueva.
Sus primeros registros se pueden rastrearse en estudios etnológicos sobre ciertas culturas de Micronesia donde no es mal visto el uso de hormigas para estimular el clítoris de las mujeres, estando involucradas incluso pequeñas mordeduras, que según lo reportado producen pequeños orgasmos en la mujer.
De igual forma, después de la Primera Guerra Mundial, en Italia, específicamente en la ciudad de Trieste, se popularizó en los burdeles un exótico servicio que incluía hormigas.
Según lo descrito por los cronistas e historiadores, el hombre se sumergía en una bañera, en la cual era lanzado un puñado de hormigas, el hombre entonces sacada a la superficie la punta de su miembro, consiguiendo que las hormigas subieran a él, lo cual producía un nivel de satisfacción al cliente.
Al parecer, volviendo al escritor Michael Ende, en su prólogo a la Historia Sin Fin: «hay tantas pasiones distintas como hombres distintos hay”.
Fuente imágenes: 1. muralesyvinilos.com; 2 y 3. wikipedia.com; 4. tuifoacaablo.blogspot; 5. meditacionesenelmarrojo.blogspot