Una isla paradisíaca
Ubicada hacia el sur de la península Itálica, la isla de La Gaiola se encuentra en uno de los lugares más bellos de todo el Mediterráneo: en el Golfo de Nápoles. La Isla consta en realidad de dos islas unidas entre sí por un rústico puente de piedra, y se encuentra en medio del Parque Submarino de Gaiola, entre ruinas del Imperio Romano. La belleza del lugar lo convirtió en un símbolo de lujo y ostentación por parte de la aristocracia italiana… sin embargo, la isla hoy se encuentra desierta, pues se dice que sobre ella recayó una maldición.
No se sabe quién habitó en esta playa paradisíaca en tiempos antiguos, pero hasta hace 3 siglos se encontraba (misteriosamente) despoblada: quizás sus habitantes anteriores también se dieron cuenta de la maldición que sobre ella rondaba. El primer habitante registrado, quien se radicó allí en torno al 1800, era un hombre solitario, ermitaño, conocido como “el mago”.
Sin embargo, la isla comenzó a popularizarse y a mediados del siglo XIX se construyó allí una pequeña villa que vivió en tranquilidad hasta que su dueño apareció asesinado: su cadáver amarrado en medio de una alfombra. Este crimen, acaecido en torno a 1920, fue un indicador de los tiempos por venir.
Comienza la maldición
Tras este hombre (cuyo nombre no está registrado), un opulento alemán conocido como Otto Grunback se convirtió en dueño de la isla: lamentablemente, habría de morir algunos meses después mientras descansaba en su recién adquirido paraíso. Tras Otto vino un exitoso farmaceuta suizo quien, a su vez, enloqueció y se suicidó. En un lapso de 10 años la propiedad cambió de manos 4 veces… siempre a causa de la muerte del propietario anterior.
Gianni Agnelli, hijo del fundador y gerente de la poderosa compañía FIAT, compartió el destino de su predecesor suizo. Su sobrino y heredero murió de un cáncer particularmente raro (y agresivo) apenas unas semanas luego de heredar la propiedad. El dueño siguiente caería en bancarrota y moriría arruinado (tras vender la isla, claro). Y el último dueño tendría a su nieto secuestrado poco después de adquirir la propiedad.
Tras una última judicialización por corrupción, la isla permanece sin dueño pues (como era de esperarse), nadie más se ha arriesgado a adquirirla. ¿Serías capaz de comprarla?
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