El Pensante

Los experimentos humanos de la prisión de Holmeburg

Ciencia - enero 31, 2017

Imagen 1. Los experimentos humanos de la prisión de Holmeburg

Albert Kligman

La historia de los experimentos humanos de la prisión de Holmeburg comienza con la llegada de un particular y carismático dermatólogo a la misma en 1951: Albert Kligman.

El doctor – entonces profesor de la Universidad de Pensilvania – fue convocado por una epidemia de pie de atleta que estaba asolando la prisión. Sin embargo, lo que vio al llegar no fueron los cuerpos de hombres que necesitaban su ayuda, no.

Fue un campo gigantesco de piel completamente a su disposición.

Experimentos

Así, el joven dermatólogo pronto comenzó a investigar. Se caracterizaba por su orden y rigurosidad, y aportó muchísimo al campo de la dermatología (que en aquellos tiempos era más bien poco riguroso y estaba muy mal estructurado). Sin embargo, parece ser que lo que tenía de habilidades lógicas le faltaba en empatía, y pronto quedó claro que los presos no eran más que números. Parece ser que nunca se preocupó en verdad por su bienestar.

Durante los 20 años que duró en la prisión, el científico creó un escenario bastante macabro en el que se convirtió en proveedor de cuantiosas sumas de dinero para quienes estuviesen dispuestos a prestarse para sus experimentos. El asunto, claro, es que allí no había un espacio seguro no se les daba ningún tipo de garantías y nadie sabía con certeza los resultados de todo el asunto.

Pero el mismo escenario le favorecía. Los pagos no eran opulentos, pero en un escenario como la cárcel difícilmente podía conseguirse algo más y quienes se negaban a participar en los experimentos pronto se convirtieron en prisioneros de segunda, sujetos a los deseos y caprichos de quienes manejaban el dinero.

Imagen 2. Los experimentos humanos de la prisión de Holmeburg

Dentro de los experimentos se incluyeron talcos, champús, jabones, cremas y todo tipo de sustancias que se frotaban en la cara y la espalda de los prisioneros. Pero como si esto no fuera suficiente, el dermatólogo también experimentó con virus como el herpes y con sustancias tóxicas como la dioxina. En este último caso fue Dow Chemical quien le pagó al científico la suma de 10.000 dólares (mucho más en aquel entonces que ahora) por probar este tóxico en la piel de los prisioneros y ver si era seguro (uso civil) o era muy dañino (uso militar).

Las investigaciones de Kligman lo convirtieron en un afamado dermatólogo y en el inventor de la droga Retin-A, usada con muchísimo éxito contra el acné. Sin embargo, su fama se vino al piso cuando se destapó el escándalo, más de 20 años después de que comenzara a trabajar en la prisión.

Allen M. Hornblum

En 1971 un profesor llamado Allen Hornblum llegó a la prisión de Holmeburg. Se encontraba dirigiendo un curso de lectura que buscaba enseñar a los prisioneros, muchos de los cuales jamás habían aprendido a leer.

Lo que se encontró lo impresionó profundamente. Hombres de todas las edades con la cara, los brazos y la espalda recubiertos de vendas, papel y en ocasiones incluso cinta. Originalmente pensó que era la consecuencia de inesperados motines carcelarios. Pero no. Pronto se enteró que eran las consecuencias de participar en los llamados “experimentos de perfumes” del doctor Kligman.

Así mismo, Hornblum descubrió que el dinero que Kligman había pagado a los presos se había convertido en impulsor de una especie de “proxenetismo” en medio de la prisión, en la que muchos hombres recibirían un pago para acostarse con otros o en ocasiones serían forzados a ello. Aunque no cabe duda de que Kligman no es culpable del asunto (quizás ni siquiera era consciente de ello) muchos lo condenaron pues afirmaron que debió prever las consecuencias de introducir grandes cantidades de dinero en un escenario como una prisión.

Y comenzó a pensar en destaparlo. Su trabajo tuvo éxito y cuatro años después Kligman se vio obligado a acabar con sus experimentos. Sin embargo, jamás se le procesó por ello, pues su defensa aseguró que dichos experimentos no iban en contravía de la legislación norteamericana en 1950 y 1960. Al final, los experimentos terminaron, pero los responsables jamás pagaron por ello.

Imágenes: dunheim.blogspot.com.co