Un día, el profeta se levantó para realizar su oración diaria. Cuando se fue a vestir descubrió que su mascota se encontraba dormida entre las mangas de su túnica: en vez de despertar a Muezza decidió que lo mejor era cortar las mangas de su túnica y dejarla dormir plácidamente.

Cuando llegó de la Mezquita, su consentida lo recibió haciéndole una pequeña reverencia en forma de agradecimiento por haberla dejado dormir. Mahoma acarició la cabeza del animal tres veces: el Profeta estableció que quedaba prohibido matar a los gatos y sería castigado sí alguien se atreviera hacerlo.

Uno de los compañeros de Mahoma, llamdo Abu Hurairah se encontraba conversando con su amigo, y entre los pliegues de su túnica se encontraba durmiendo su gato. Los hombres se encontraban conversando, distraídos de lo que estaba sucediendo alrededor pero el que sí se encontraba muy atento era el minino, quien se dio cuenta que una peligrosa serpiente se acercaba rápidamente al Profeta. El gato brincó y le dio muerte al réptil, salvando a Mahoma de una mordida letal.

Las bendiciones del Profeta

Entre las enseñanzas de Mahoma se encontraba la compasión por cualquier criatura viva: “todo aquel que se apiade, aunque sea de un pajarillo y le salve la vida, Alá será misericordioso.” Es decir, una forma de caridad que mostraba la nobleza del corazón, era ayudar a los seres más indefensos de la creación.

Los creyentes a las enseñanzas de Mahoma, predican y practican los mismos pasos del Profeta: demostrando cariño a los animales, en especial los gatos a quienes respetan y cuidan, inclusive los dejan entrar en las Mezquitas.

Fuentes:

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