Un don particular
Para la ciencia el umbral de dolor “es la mínima intensidad que se experimenta ante la sensación de dolor”, la cual varía de una persona a otra.
En este sentido, puede ocurrir que algunas personas tengan baja tolerancia a las sensaciones dolorosas: bajo umbral de dolor; y que por otro lado existan algunas que sean muy resistentes, y toleren grandes cantidades de esta sensación: alto umbral.
¿Pero qué pasa cuando alguien simplemente no siente dolor? Éste pareciera ser el caso de una mujer brasilera, de 27 años, llamada Marisa de Toledo, quien confiesa no ser capaz de sentir dolor físico.
Según reportó la agencia de noticias BBC, la madre de Marisa fue la primera en darse cuenta de que su hija tenía algo particular. A los siete años -refiere la mujer- se fracturó un tobillo, sin embargo caminó todo el día, siendo la única señal de la lesión, la inflamación del miembro. Fue entonces, según continúa el reportaje de la BBC, cuando escuchó por primera vez de boca de un médico que ella no sentía dolor.
La condición de Marisa de Toledo recibe el nombre de analgesia congénita, y consiste en la insensibilidad congénita a percibir el dolor. De alguna forma, los receptores encargados de captar y transmitir específicamente esta sensación, no son capaces de enviar información al cerebro sobre la experiencia dolorosa.
Según prosigue el medio británico, se trata de una condición sumamente extraña, que apenas afecta a 40 ó 50 personas en el mundo.
Los peligros de no sentir dolor
Sin embargo, vivir sin dolor -como afirma la ciencia- en realidad no es tan cómodo como suena, ya que la incapacidad de percibir esta sensación, hace que el individuo transite por el mundo sin poder experimentar sensorialmente los estímulos peligrosos, poniendo en riesgo su vida.
Un ejemplo vívido son la gran cantidad de cicatrices que –según refiere la BBC- Marisa tiene en su cuerpo, como producto de los muchos incidentes que ha vivido en su vida.
De acuerdo a lo declarado por Marisa actualmente carece de gusto, ya que las quemadas frecuentes en sus papilas gustativas fueros desgastando este sentido.
Así mismo –recuerda- el primer día de su matrimonio, Marisa agarró con la mano desnuda un sartén que estaba puesto directo al fuego de la cocina. Su esposo, al ver la escena, la ayudó alarmado. Los dos recuerdan que la piel de Marisa quedó pegada al mango de la sartén, sin embargo, la mujer no sufrió dolor ni durante ni después de la grave quemadura.
Es tal la ausencia de dolor, que esta mujer tuvo a su primera hija, a través de una cesárea, donde no hubo necesidad de aplicarle anestesia. El médico –según el testimonio dado por Marisa a la BBC- simplemente cortó la piel de su vientre, para traer a su hijo al mundo.
Marisa confiesa no haber sentido dolores de parto en ninguna de las dos oportunidades en que dio a luz a sus hijas, y dice no poder imaginárselos cuando escucha a la gente describir la sensación
Su segundo hijo no vino por cesárea, pero tampoco provocó en ella dolores de parto. Marisa supo –al igual que en su primer embarazo- que había llegado el momento de dar a luz porque rompió fuente. Pero fue tal la absoluta ausencia de dolor que sintió durante el parto de su segundo hijo, que incluso –tal como confiesa a los medios- se quedó dormida sobre la camilla.
Sin embargo, curiosamente, Marisa dice que el bloqueo de su cerebro es simplemente frente a los estímulos dolorosos, pues según cuenta es capaz de sentir frío y calor, aunque no pueda distinguir si se está quemando.
En sentido, la mujer refiere un incidente en el que, estando en su casa, decidió acercarse a una estufa, ya que, debido a la época de invierno sentía mucho frío. Sen sentó de espaldas al fuego, y sin darse cuenta su espalda fue llenándose de ampollas, la mujer aunque sentía el calor, no era consciente de que se estaba quemando. No sentía dolor.
Marisa –como concluye la entrevista hecha por la BBC- manifiesta no entender la sensación de dolor, a pesar de que las otras personas se la expliquen, al tiempo que manifiesta que uno de sus mayores deseos es poder experimentarlo algún día.
Y es que, al parecer, aunque huyamos de él, precisamente por eso, el dolor es una sensación vital, ya que hace que instintivamente reconozcamos nuestros límites y evitemos los peligros.
Aparentemente, la ciencia viene a confirmar lo que los poetas han dicho desde tiempos antiguos: el dolor nos ayuda a permanecer vivos, y a recordar que lo estamos.
Cuéntanos qué opinas de este caso, y si conoces alguna otra historia de alguien que viva con esta condición, compártela con nosotros.
Fuentes de imágenes: bbc.co.uk