Sahara verde
Hace poco tiempo hablamos en esta página de la posibilidad que el incremento masivo de paneles solares fotovoltaicos y turbinas eólicas en el desierto del Sahara modificara el clima de la región atrayendo más lluvias de los océanos circundantes. Asimismo, el artículo ¿Podría el Sahara volver a ser verde? mencionamos que en el pasado este desierto fue una fértil sábana poblada por un gran número de animales y que lo volverá a ser el futuro cuando la Tierra vuelva inclinarse un poco más.
Ambos temas juegan con una posibilidad intrigante: la idea de que el Sahara pueda pasar de ser un desierto a convertirse en fértil bosque. Para muchos, no habrá debate alguno: está claro que si el Sahara puede sembrarse debe sembrarse.
Y lo cierto es que en la actualidad la posibilidad de reverdecerlo es cada vez más realista, pues las tecnologías de desalinización de agua marina se están volviendo más y más económicas. Eventualmente podríamos pensar en plantas masivas impulsadas con energía solar (la cual tendría muy altos rendimientos en esta región) que bombearían agua dulce por tuberías para sostener los crecientes bosques del Sahara… y del desierto central australiano, que también entraría en este proyecto.
Sembrando eucaliptos, un árbol muy adaptado a ecosistemas secos y que crece rápidamente, podría conseguirse una reducción del carbono atmosférico de entre 6 y 12 gigatoneladas de carbón por año, o entre un 30% y un 60% de todas las emisiones realizadas por actividades humanas. Este ritmo de absorción se mantendría por alrededor de un siglo mientras el bosque crece y se estabilizaría cuando los árboles sean adultos, y a partir de este momento comenzaría a extraerse madera para construcción (impidiendo que el carbono que ya está ahí vuelva a la atmósfera) y sembrando árboles jóvenes que continúen con el trabajo de extraer carbono.
Suena como una muy buena idea ¿no? Entonces, ¿por qué muchos científicos se muestran escépticos ante ella?
Efectos secundarios
Sucede que el clima mundial es extremadamente complejo y puede ser influenciado por todo tipo de variables. Y crear un bosque gigante que incremente el número de árboles del mundo en 33% es una variable muy, muy importante.
Esto implica que una aventura de ese tamaño podría tener una serie de consecuencias inesperadas sobre los ecosistemas aledaños, sobre el sistema climático planetario y sobre nuestra propia actividad económica. Veamos:
Altos costos energéticos
Si bien la energía solar no produce emisiones de carbono per se, por lo general se debe tener en cuenta los costos en carbono de producir el panel a la hora de hacer el cálculo final… así como los costos monetarios.
La energía solar genera alrededor de 72 gramos de carbono y tiene un costo de alrededor de 10 centavos por kilowatt hora (kWh) generado. Y de acuerdo con los estimados actuales, desalinizar un metro cúbico de agua y transportarlo al desierto costaría alrededor de 4 kWh.
Pero para regar todo el desierto harían falta unos 4,9 billones de metros cúbicos de agua. Esto se traduce en un costo de 122.500 millones de dólares y una emisión de unas 1.400 millones de toneladas (o 1.4 gigatoneladas) de carbono por año. Y esto sin tener en cuenta los gigantescos costos de infraestructura que implicaría una tubería que llegara hasta el centro del desierto, y que sin lugar a dudas haría que el costo se multiplicara al menos por 10.
Si están siguiendo nuestros números, esto significa que entre un 12% y un 25% del carbono secuestrado por el nuevo bosque en la mitad el desierto sería devuelto la atmósfera sólo por la energía requerida para que dicho bosque se mantenga con vida.
El efecto albedo
Se define como efecto albedo a la cantidad de luz que se refleja en la superficie terrestre y la cantidad que se absorbe. Por ejemplo, la nieve refleja casi toda la luz que recibe, mientras que una ciudad absorbe casi toda (incrementando su temperatura en consecuencia).
Y un bosque, que es básicamente un ecosistema de señalado para absorber la mayor cantidad de luz posible, tiene un albedo mucho más bajo que la brillante arena. Esto significa esencialmente que la temperatura del aire será más alta en el bosque que lo que lo es en el desierto por obra de la absorción de rayos solares.
Si nos basamos exclusivamente en el cálculo del albedo del bosque contra el de la arena, todos los efectos positivos producto de la absorción de carbono quedan negados. La esperanza aquí es que el incremento en la humedad genere más nubes, las cuales también presentan un albedo muy bajo.
El efecto en el Atlántico
En la actualidad las arenas del Sahara vuelan lejos hacia el occidente, fertilizando en el proceso vastas regiones de Atlántico y de las selvas del Amazonas. Ante la eventualidad de cortar esta fuente de fertilizante, es incierto qué tanto se van a ver afectados estos ecosistemas y si podrían dejar de absorber carbono a causa de ello. En particular resulta crítico el efecto en el plancton oceánico, muy dependiente de fuentes temporales de fertilización.
El Sahara lanzando su arena al Atlántico
Todas estas causas, además de los efectos de las actividades humanas a la hora de realizar este proyecto (como el desecho de aguas muy salinas en las zonas costeras) han llevado a los científicos a cuestionar la utilidad del proyecto. Más importante aún, modelos realizados calculando el efecto neto de esta iniciativa ha llegado la conclusión de que realizarlo tendría un efecto nulo o incluso terminaría por calentar ligeramente el planeta. Por esta razón, muchos miembros de la comunidad científica consideran que es mejor concentrarnos en otros proyectos, y en particular disminuir la emisión de gases de carbono.
Fuentes:
- https://www.youtube.com/watch?v=lfo8XHGFAIQ&t=273s
Imágenes: 1: europapress.es, 2: growingproduce.com, 3: climate.nasa.gov