La invención de la rueda
Los seres humanos inventaron la rueda quizás hará unos cinco o seis mil años, y desde entonces, al menos en el Viejo Mundo, se convirtió en un elemento fundamental de las diferentes civilizaciones. En la actualidad es imposible pensar nuestro mundo sin la rueda, pues es un elemento fundamental y de gran eficiencia que facilita la movilización de objetos y personas por igual.
Pero sí la rueda es tan eficiente, ¿por qué lo la vemos más en la naturaleza? ¿Por qué no existen animales que busquen a sus presas o escapen de sus depredadores utilizando un mecanismo análogo a la rueda de un vehículo?
Ruedas naturales
En lugar de ello, el mecanismo motriz predilecto sobre la tierra parecen ser apéndices de algún tipo, es decir, las patas. Y pese a que han evolucionado para ser extremadamente eficientes dentro de las circunstancias que las rodean, las patas pierden un montón de energía con cada paso. Entonces, ¿por qué son tan universales?
Asimismo, las aletas y los sifones son los sistemas predilectos de locomoción en el agua, mientras que una turbina circular sería mucho más eficiente. Pero una vez más, no vemos ruedas en los océanos.
Y el motivo, aunque parezca extraño, esa naturaleza misma del funcionamiento de la evolución.
Los pasos de la evolución
Se conoce como evolución al proceso por el cual mutaciones genéticas aleatorias en los descendientes de una especie determinada llevan a cambios en el largo plazo a medida que los descendientes mejor adaptados al entorno obtienen más descendencia que los descendientes peor adaptados. Por ejemplo, en una especie que vive en zonas desérticas los descendientes capaces de sobrevivir sin agua sobrevivirán por más tiempo que aquellos que necesitan agua de manera recurrente y tendrán más descendencia, heredando estas características a la siguiente generación.
Pero el asunto con este mecanismo es que sólo permite el desarrollo de características cuyos pasos intermedios sean de utilidad para el organismo. En términos filosóficos podría decirse que la evolución no es teleológica, es decir, no actúa con un objetivo en mente, sino que simplemente involucra un proceso gradual de cambio y puede tener resultados variables.
Dos de los ejemplos más conocidos de esto son los ojos y el vuelo. Los ojos evolucionaron primero como pequeñas células fotos sensibles en la superficie de algunos organismos y eventualmente toda la estructura fue derivando de allí, con cada nuevo ojo siendo un poco más eficiente que el anterior.
Asimismo, el vuelo apareció seguramente como una capacidad para planear cortas distancias que con el tiempo fue mejorándose, incrementando su rango y eventualmente desarrollando los músculos para sostenerlo. Cada paso de la cadena mejoraba las capacidades de su portador.
El problema con la rueda es que no existen pasos intermedios que sirvan. Una rueda esencialmente requiere una estructura circular capaz de girar libremente sobre un eje fijo. Sin embargo, ni un eje fijo sin rueda es de utilidad, ni una estructura circular, completa o a medias, sirve para nada sin el eje. Esto significa que no existen los mecanismos por los que una rueda, o una turbina circular, pueden evolucionar en el mundo animal.
O casi.
La evolución de un mecanismo circular
Porque resulta que en el mundo natural sí que hay un ejemplo de una turbina, si bien en miniatura, que funciona con mucha eficiencia y evolucionó a partir de partes.
Se trata del filamento que le sirve a algunas especies de microorganismos para moverse de un lugar a otro. Es el único cuerpo rotatorio que conocemos en la naturaleza y funciona de manera muy semejante a un motor eléctrico construido por seres humanos.
Sin embargo, este mecanismo funciona a partir de características moleculares que no funcionan a mayores escalas. Por esta razón no lo vemos en organismos de mayor tamaño, incluyendo ninguna especie animal.
Fuentes:
- https://www.quora.com/Why-didnt-any-organisms-evolve-wheels
Imágenes: 1: londonist.com, 2: quora.com