De la memoria
El mundo de la memoria es uno particularmente fascinante. Como lo veíamos en el caso de Henry Molaison, existen casos en los que una persona ha llegado a perder completamente la capacidad de generar memorias de largo plazo, y otros en los que retiene esta habilidad, pero olvida su procedencia.
Una de las preguntas más recurrentes en este aspecto es ¿por qué no podemos recordar cuando éramos bebés? La distancia temporal – argumento recurrente – no es una respuesta válida: lo mismo tiene problemas para recordar su primera infancia un joven de 20 años que un adulto de 40, pero ambos pueden recordar bien el periodo en el que tenían 10 años (aunque seguramente el joven lo haga con mayor detalle). En cualquier caso, 30 años de distancia no son un problema en el segundo caso mientras que 20 lo son en el primero.
La respuesta, según los expertos en la memoria, va por otro lado. Veamos:
La memoria y los bebés
Como ya hemos visto en estas páginas, la memoria humana es verdaderamente compleja. Puede recordar con gran detalles algunos sucesos, pero también puede aprender lo que podríamos llamar un “piloto automático”. Un buen ejemplo de ello es montar en bicicleta, o anudarse los zapatos: podemos hacerlo sin necesidad de prestar atención. Y muy seguramente si perdiéramos la memoria y no pudiésemos recordar quienes somos también podríamos realizarlo.
Esto ocurre porque esta memoria, conocida como “memoria semántica”, se aloja en un lugar diferente de los recuerdos: la “memoria episódica”. Por esta razón un niño que bien puede olvidar un suceso recuerda siempre decir “por favor” a su mamá al solicitarle un dulce. Y la razón que dan los científicos para la primacía de la memoria semántica es bien interesante.
Cuando un bebé nace, tiene poca información sobre el funcionamiento del mundo. Durante sus primeros años su cerebro está concentrado en absorber información sobre el movimiento de las cosas, sobre las relaciones causa – efecto, sobre el movimiento mismo del bebé, etc. Esto, aunque lo demos por sentado, es muchísimo más importante para el desarrollo y la supervivencia del niño que los recuerdos sobre sucesos pasados. Por esta razón, el cerebro “desactiva” la función de recordar, liderada por el hipocampo, ya que resulta una distracción de sus verdaderas prioridades.
Entre los 2 y los 4 años la función se activa y se va haciendo progresivamente más importante. Es por eso que podemos recordar cosas de nuestra infancia, pero no de cuando éramos bebés.
Fuente de imagen: img0.es.ndsstatic.com