Imagen de una polis griega en la Edad Antigua
Edad del Hierro
Hace algún tiempo hablamos aquí de la Edad del Hierro, que en la tradición arqueológica clásica del Viejo Mundo es la última de las edades de la prehistoria. Tras su finalización, con la invención de la escritura, comienza la Historia propiamente hablando.
O bueno, así se planteó la cosa originalmente.
Verán, cuando esta organización se presentó, las primeras fuentes escritas venían de la Antigua Grecia, y no sabíamos mucho del periodo anterior, por lo que las cosas, vistas así, tenían sentido. Pero luego, lingüistas descifraron primero el jeroglífico egipcio, luego el sumerio, el acadio, el hitita, e incluso el fenicio, y nos encontramos con fuentes escritas mucho más antiguas… algunas incluso de principios de la Edad del Bronce.
Pero bueno, con aras a mantener la nomenclatura que hemos venido usando, nos referiremos a la “Edad Antigua” como ese periodo de más o menos 1.000 años que va de la Grecia Clásica a la caída del Imperio Romano en el Mediterráneo y el Medio Oriente.
En tiempos de la Grecia Clásica
Como imaginarán, a lo largo de un milenio las cosas cambian mucho, y por esta razón hablaremos en términos generales de cada uno de los periodos.
Se habla generalmente de la “Grecia Clásica” en los tiempos anteriores a la conquista de la región por Filipo, padre de Alejandro Magno y Rey de Macedonia. En estos tiempos, el único Imperio “real” en esta parte del mundo era el Imperio Aqueménida, conocido en la cultura popular como el Imperio Persa.
Famosa es la heroica hazaña de los 300 espartanos que, junto con varios centenares de aliados (que en total sumaban quizás unos mil hombres) resistieron suficiente tiempo el avance de los persas para dar tiempo a las demás ciudades de organizarse. Pues bien, este es un muy buen ejemplo de cómo eran las cosas en aquellos tiempos: no existían grandes reinos, sino ciudades que tenían influencia sobre un territorio, y luchaban en alianzas diversas para incrementar su influencia. Esto ocurría en Grecia y en Italia, mientras que este modelo ya había finalizado hacía milenios en el Medio Oriente, donde desde tiempos de Babilonia la región había sido dominada por grandes Imperios.
Mosaico del Egipto Ptolemaico
Pero en este periodo, algo cambió. En Grecia, las ciudades comenzaron a crecer más y más, a volverse más y más influyentes fuera de sus fronteras, terminando con la Guerra del Peloponeso, que llevó a que Esparta controlara la región; poco después, toda Grecia sería conquistada por Filipo. Entretanto, Roma comenzaba a solidificar su conquista de Italia y Cartago la de África del Norte: para el año 200 a.C. la era de las Ciudades-Estado había terminado en Europa, y habían surgido poderosos Imperios.
La navegación había mejorado, pero seguía siendo relativamente ineficiente, sin embargo, era la manera más eficaz y económica de mover personas y cargamento, y por esta razón las principales ciudades en el Mediterráneo estaban en las costas de éste, y en el Medio Oriente cerca de los grandes ríos que lo cruzan.
De Alejandro Magno a Julio César
Alejandro Magno es quizás el más conocido de los conquistadores. Militar incomparable en su tiempo, lo único que lo detuvo fue el cansancio y desánimo de sus hombres, agotados de tantas victorias y deseosos de volver a casa. Sin embargo, su Imperio sería célebremente breve, colapsando poco después de su muerte.
En estos tiempos, la sociedad había cambiado. De las Ciudades-Estado y los efímeros dominios de una u otra ciudad vemos que se pasa a verdaderos Imperios duraderos, que de hecho sobrevivieron bastante luchando entre sí, hasta que uno terminó por conseguir la victoria en el Mediterráneo – El Imperio Romano – y otro en la región de Irán y el Medio Oriente – el Imperio Sasánida -. El último en caer: Egipto (pero no el Egipto de los Faraones, no, sino el Egipto Ptolemaico, heredero de las conquistas de Alejandro), no lo hizo sino hasta los últimos años antes de Cristo. A estas alturas, la creación del Imperio Romano marcó el momento de mayor gloria de esta sociedad… pero paradójicamente, también el momento en el que comenzó su imperceptible decadencia.
El Fin del Imperio Romano
Lamentablemente, es más bien poco lo que sabemos de los sasánidas, por lo que esta última parte se enfocará ante todo en los romanos.
El Imperio Romano fue, en esencia, un experimento político que no salió bien. Debido a los problemas en las líneas de sucesión, el Imperio se vio abocado a diversas guerras civiles, y jamás pudo construir una burocracia eficiente que lo mantuviera en orden (como sí lo logró la Dinastía Han, en China, en este mismo periodo, y como lo lograrían los posteriores reinos medievales). Como resultado, el Imperio pasó por varias crisis, y comenzó a partir del siglo III un proceso de declive del que no resurgiría.
Tradicionalmente se considera la caída del Imperio Romano como el final de la Edad Antigua
Entretanto, las poblaciones del norte de Europa comenzaron a presionar más y más la frontera, y la debilidad romana obligó al Imperio a dejar a muchos pasar como mercenarios. Así mismo, se presentó un fenómeno de concentración de la tierra y la riqueza, y los escolares romanos comenzaron a escribir con preocupación que las antiguas campiñas pobladas por miles de labradores se habían convertido en grandes propiedades manejadas por esclavos. Así mismo, desde el siglo III la economía se estancó, y el Imperio nunca volvió a tener la prosperidad de antaño.
Al final, el Imperio no sobrevivió. Su parte Occidental simplemente colapsó, y su parte Oriental se convirtió en un nuevo Imperio, diferente, heredero de las tradiciones griegas y padre de la Civilización Ortodoxa, cuyas banderas serían luego enarboladas por Rusia. Una nueva Civilización, proveniente de Arabia, rompería para siempre el Mediterráneo, y la historia romana se convertiría en poco más que un recuerdo.
Fuentes:
- https://en.wikipedia.org/wiki/Achaemenid_Empire
- https://en.wikipedia.org/wiki/Iron_Age
- https://en.wikipedia.org/wiki/Roman_expansion_in_Italy
- https://en.wikipedia.org/wiki/Crisis_of_the_Third_Century
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