Pu Yi en 1934
Japón
Quedamos nuestro artículo anterior con Pu Yi expulsado del Palacio Imperial, viviendo bajo tutela japonesa. El País del Sol Naciente se encontraba en este periodo interesado en perseguir una agresiva política exterior y conquistar colonias que lo pusieran al nivel de las potencias europeas. Si bien su industria y su economía aún no estaban al nivel de sus rivales, sí crecían rápidamente y tenía una potente industria militar que no tenía rival en la región.
En 1895 Japón comenzó su expansión imperial, conquistando la isla de Taiwán. En 1910 recibió un nuevo impulso con la conquista de Corea, pensada como la manera para crear una barrera entre el país y Rusia (posteriormente la Unión Soviética). Sin embargo, esto no era suficiente y los japoneses pronto comenzaron a mirar toda la región de Manchuria, rica en recursos naturales.
Como la ascendencia de la dinastía de Pu Yi era de Manchuria, para los japoneses fue natural pensar en usarlo como representante de un potencial estado títere. Y así, en 1932 Japón invade Manchuria para “proteger” a sus habitantes del gobierno chino, funda el estado de Manchukuo y designa a Pu Yi como gobernante absoluto del mismo.
Manchukuo
El primero de marzo de 1932 Pu Yi se convirtió en Director en Jefe del gobierno de Manchukuo. Un año y medio después, el Emperador de Japón le devolvió su título de Emperador de Manchukuo al darse cuenta de que era de fiar, sin embargo, no sería coronado hasta el primero de mayo de 1934.
No está del todo claro cuál fue la reacción de Pu Yi ante esta situación. Si bien es cierto que estaba dichoso con su coronación, también lo es que estaba vigilado de cerca por las autoridades japonesas. En una reunión con representantes británicos se comportó a la altura, pero después confesaría que deseaba pedir asilo y sólo se lo había impedido la presencia del General Itagaki del ejército japonés.
Los japoneses decretaron que la capital del nuevo estado sería la ciudad industrial de Hsinking, lo que molestó a Pu Yi, pues esta ciudad no tenía ninguna relación con la antigua dinastía Qing (mientras que otras, como Mukden, sí la tenían). Como no existía un palacio o centro de gobierno, Pu Yi fue trasladado al antiguo puesto de impuestos de la sal, donde se convirtió en un práctico prisionero de Japón.
Pu Yi con el uniforme del Emperador de Manchukuo
Allí recibió una visita de su padre, Chun, quien vio en sus ojos el sueño de una restauración Qing en toda China y le advirtió de la codicia de los japoneses y el peligro que representaban. En efecto, Pu Yi no dejaba atrás el sueño de gobernar toda China, pero su padre le dijo que no debía confiarse de los japoneses, pues ellos jamás le devolverían su trono. No se sabe qué tan en serio se tomó Pu Yi estas advertencias.
El duro gobierno japonés
Si bien la propaganda japonesa mostraba Manchukuo como una región de asimilación y cooperación pan-asiática, lo cierto es que fue uno de los ejemplos más crudos de colonialismo japonés. Pu Yi, personalmente, firmó muchos de los decretos, leyes y actos que despojaron a miles de personas de sus tierras para entregarlas a los ciudadanos japoneses que arribaban a la región.
Los japoneses fueron extremadamente crueles en su ocupación de Manchuria, así como en la posterior guerra con China (país que invadieron en 1937). Los chinos fueron considerados como ciudadanos de tercera, e incluso eran tratados como animales (recordemos la Unidad 731). Manchuria, desde el principio, se convirtió en uno de los principales centros industriales de Imperio Nipón, y los obreros chinos fueron tratados sistemáticamente con una crueldad espantosa. Sin embargo, no está claro que Pu Yi (quien vivía encerrado y con fuerte custodia japonesa) supiese qué estaba sucediendo o fuera consciente de las crueldades que a su nombre se cometían.
Era tal el aislamiento que hasta bien entrado 1944 el Emperador sinceramente creía que Japón estaba ganando la guerra.
La caída de Manchukuo
Pu Yi fue capturado por tropas del Ejército Rojo el 16 de agosto de 1945 cuando se encontraba en un avión a punto de escapar a Japón. Pese a las continuas solicitudes del gobierno de la República China jamás fue extraditado, lo cual seguramente salvó su vida, pues los líderes chinos querían fusilarlo por traición a la patria.
Al final fue enviado a la China Popular de Mao Zedong, donde se convirtió en un prisionero que debía ser reformado. Mao creía que si lograba convertir al último Emperador de China en un comunista demostraría la superioridad del gobierno chino sobre el soviético (que se vio obligado a fusilar su familia real). Pu Yi pasó una década en el Centro de Manejo de Prisioneros de Guerra Fushun, donde tuvo que enfrentarse a su pasado y aceptar los errores que cometió al apoyar a los japoneses. Allí se enfrentó contra innumerables miembros de la resistencia que hicieron risible su justificación eterna: aquella de que los japoneses eran demasiado poderosos y resistirse no tenía sentido. A fin de cuentas, si un humilde campesino se rebela, ¿por qué no iba a hacerlo un emperador?
Pu Yi con su esposa poco antes de su muerte
Así mismo, aquí Pu Yi tuvo que valerse por sí mismo. Nunca en su vida había tenido que lavar sus dientes, o amarrar sus zapatos, por lo que era natural que tuviera muchos problemas realizando todas las actividades cotidianas.
Curiosamente, pese a todo lo que le sucedió, su historia parece haber tenido un final feliz. Fue liberado y tras encargarse de barrer las calles y arreglar jardines (labor esta última que, afirmaba, le trajo más alegría que cualquier día como Emperador). Hasta el fin de sus días fue leal al régimen comunista, y terminó su vida trabajando en un periódico y recibiendo un humilde salario. Murió el 17 de octubre de 1961 a la edad de 61 años.
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Imágenes: wikipedia.org