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Craco
Paseando por las solitarias calles de este lugar, se pueden escuchar los ecos de miles de niños que corretearon por sus empinadas cuestas. Imaginar los pasos apresurados de las viejas que, al son de las campanas de la iglesia parroquial de San Nicola, acuden presurosas a la misa de doce.
Sin prisa y con el silbido de la brisa que siempre sopla en el valle de Cavone como único compañero, las destartaladas fachadas de palacios como el palazzo Grossi, el Madonna, el Carbone o el Simonetti van guiando el rumbo del caminante hacia las ruinas del viejo castillo. Fortaleza que durante muchísimos siglos acogió a las familias más poderosas del sur de Italia.
Entre los muros derruidos, un edificio destaca todavía del resto, es el convento de San Pedro y desde lo más alto de su torre, el paisaje que podemos observar nos corta la respiración. El extenso valle de Cavone se extiende como un mar de suaves colinas hasta más allá de donde nos alcanza la vista. El viento sopla fuerte, y abajo, en el pueblo, comienza un peculiar concierto de gemidos y chirriares provocados por el golpeteo de ventanas y contraventanas, puertas que apenas se sostienen por una alguna bisagra oxidada o los restos de una veleta que hace décadas que perdió el norte.
Dúnadan
Estamos en el pueblo abandonado de Craco, que antes fue Graculum o Cracum y que entre sus piedras atesora más de 2500 años de historia. De origen pre románico, Craco nace entre los siglos VIII y VI a.C. no se conoce demasiado de su historia hasta prácticamente el segundo milenio de nuestra era, lo cual indica que durante siglos sus habitantes no pasaron demasiadas penalidades dedicándose al cultivo y a la ganadería en el fértil valle. En el siglo X, la propiedad pasa a manos del arzobispo Arnaldo di Tricarico y desembarcan en el lugar los monjes basileos que darán un fuerte impulso a la población reconstruyendo y repoblando gran parte de esta. A partir de aquí, el pueblo pasa formar parte de diferentes feudos de reyes, nobles y familias poderosas de la edad media. Y así continúa prácticamente hasta el siglo XX. En 1963, un terremoto causa graves daños en el pueblo, viniéndose abajo muchas casas. Comienza el éxodo hacia lugares más prósperos hasta que en 1975, el último habitante abandona este bello y milenario enclave.
Desde entonces, el lugar agoniza lentamente bajo el sol del agosto y el frío y cortante viento invernal a la espera de que otro movimiento del terreno, acabe por colapsar totalmente los edificios que todavía resisten al tiempo.
Como curiosidad, decir que en este lugar, entre otras, se rodó la película «La pasión de Cristo», de Mel Gibson.
Por Sinuhé Gorris. El pensante.
Leonessa82
Sigury
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