Una de las preguntas cruciales que toda persona debiera realizarse, es ¿qué sucede cuando uno muere? Pues, si es inevitable, si tarde o temprano por X o Y causa va a perecer, lo justo sería saber lo que acontece luego o si no hay tal acontecer.
Pero el miedo causado por el desconocimiento de la muerte, conlleva a las mayorías a obviar el tema y preferir no ahondar en él, surgiendo frases populares clichés como: “nadie sabe lo que hay después de la muerte”, “nadie ha ido y ha regresado”, “eso sólo lo sabe Dios”, etc.
Descripción Post Mortem paso a paso:
En el instante en el que el pulso cardiaco se detiene y los signos vitales desaparecen, los hoy conocidos como “doctores” catalogan a un individuo como fallecido. Pero en realidad no ha muerto. Ha entrado en un estado profundo de catalepsia, que dura cerca de 72 horas.
En cualquiera de esos tres días, el alma puede regresar al cuerpo nuevamente, pero la medicina oficial tradicional, de carrera con diploma, ignora por completo todo lo referente de lo no visible. Lo que no ocurría con nuestros antepasados, pues no hasta hace algunas décadas atrás, los velorios duraban tres días y las historias de difuntos que se despertaban rumbo al cementerio o en el mismo, pululaban por doquier.
Hoy ya no sucede lo mismo. El negocio de la muerte se ha convertido en algo muy rentable y con tan sólo escuchar el dictamen médico, varios “chulos” funerarios se abalanzan a ganarse el cadáver, para posteriormente abrirlo y disecarlo. O si no es que en el mismo centro médico le realizan la autopsia y lo rellenan de formol, quemándole los órganos internos.
Prácticamente el desconocimiento de los misterios de la vida y de la muerte, día a día ocasionan que cientos de almas no puedan regresar, porque existen varias posibilidades de que en esas 72 horas el moribundo vuelva a la vida. Parece ficción, pero científicamente se puede comprobar con un aparato que mide la actividad electro magnética del cerebro. Curiosamente, aunque todas las demás funciones vitales hayan cesado, el cerebro continúa con una casi imperceptible actividad que puede ser captada por los aparatos especializados en estudiar la catalepsia.
Si se le preguntara a un sepulturero cuántos cadáveres ha exhumado, con las manos y uñas clavadas a las tapas del ataúd como si en algún momento hubieran intentado salir, diría que muchos. Especialmente aquellos viejos sepultureros de los pueblos. Hoy se entierra a la gente viva o se disecan antes de tiempo.
Pero ahora estudiemos qué sucede con el alma. El alma es juzgada en tres juicios distintos durante esas 72 horas. Primeramente, realiza una recapitulación detallada de todas sus acciones, estados y eventos que vivió desde el último segundo hasta el primero al nacer. Al finalizar la recapitulación, compara lo vivido con el plan de existencia que esa alma se habría propuesto como misión al tomar esta existencia.
La mayoría no cumplen con tal propósito o misión.
Eso sucede cuando aquí en este plano tridimensional han trascurrido 5 minutos. El segundo juicio inicia en ese instante y el alma es llevada ante los Señores de la Ley Divina, unos Ángeles encargados de esas labores de la balanza cósmica, quienes le pesarán su maldad y se la contarán, porque está fraccionada en millares y millares de defectos psicológicos como la ira, la codicia, el mal genio, las preocupaciones, los vicios, las aberraciones, las frustraciones, las venganzas, los odios, los rencores, las envidias, los celos, etc, etc, etc,.
Eso sucede durante 24 horas aquí, luego de haber entrado en esa etapa cataléptica. Como los pensamientos, emociones, palabras y acciones son energía que se cristaliza en materia, obviamente se pueden pesar. En la Física Cuántica a las unidades de medida de peso energético es “Moles”, el peso de los átomos.
Luego de determinar esas cifras, las comparan con los resultados anteriores, cuando el alma se presentó a rendir cuentas nuevamente. Es importantísimo tener en cuenta que se otorgan 108 existencias con cuerpos físicos humanos. Cada existencia es una oportunidad para liberarse de la rueda de nacimientos y muertes, para vencer a la muerte misma y ascender a un nivel superior al humano, es decir, al angélico, al dévico, al espiritual.
En seguida, el alma es trasladada al Gran Tribunal de la Justicia Divina, donde oficia Anubis, el Jerarca Egipcio que juzga a todas las almas al final de sus vidas. Ante Él, su Corte de 42 Jueces Supremos y la Gran Balanza Cósmica, se pesan las buenas y las malas obras.
Esto sucede cercanas las 48 horas del supuesto deceso, donde igualmente le cuentan el número de veces que se manifestó cada una de las formas de maldad, como por ejemplo las veces que gritó, que insultó, que maldijo, que fornicó, que se masturbó, que robó, que mintió, que sintió envidia, que calumnió, etc.
Por último le valoran el trabajo espiritual que haya realizado. Esta evaluación la llevan a cabo usando como referencia la medida del fuego en la columna vertebral, el cual sólo pudo haber despertado y subido si se trabajó la magia sexual o Arcano AZF, con los Tres factores de la Revolución de la Consciencia.
Cuando se han reunido todas esas operaciones de sumas y restas de quebrados, el Gran Tribunal Supremo ordena al Ángel de la muerte cortar el cordón de plata que liga al cuerpo físico con el alma y en ese caso, en las próximas 24 horas para completar las 72, fallece por completo la persona. Pero sucede que antes de esa orden, la Madre Divina Espiritual del desencarnado, puede interceder por él y solicitar que lo regresen y así se hará. Pero en la actualidad, los médicos están matando los cuerpos de centenares de almas que pudiesen volver.
Si muere totalmente y no despierta en esas 72 horas, el alma ingresa al limbo a esperar un nuevo cuerpo físico. Al nacer olvida todo. Pero si ha agotado las 108 existencias, el alma ingresa a los mundos infiernos para que la misma naturaleza purifique con fuego y dolor los elementos psicológicos que en vida esa alma tenía que eliminar, pero no lo hizo por estar entretenida con el sistema social en la que se desenvolvió, además de la auto satisfacción egóica de los sentidos físicos.