El monje loco de Rusia
Pocos personajes en la Historia rusa han sido más polémicos que Rasputín, aquel excéntrico sacerdote que terminó por ganarse los corazones de la familia real rusa y convertirse en su más cercano consejero. No pocos ven en esta enigmática figura una luz sobre las razones que llevaron, en última instancia, a la caída de la dinastía Romanov y la trágica muerte de todos sus miembros.
Como pocos, Rasputín tiene una historia llena de matices y perspectivas: cada vez que alguien cree saberlo todo surge una nueva leyenda, un nuevo dato curioso que nos revela un aspecto más de la vida de este sacerdote. Ya hablamos en este artículo de la Carta que supuestamente habría enviado al Zar en la que predecía, de manera impecable, el futuro de Rusia; hoy hablaremos de un tema al menos tan apasionante: su aparentemente imposible resistencia a la muerte.
Un hombre odiado
Rasputín era un hombre aborrecido. Advenedizo, había llegado a la corte – a compartir con la más alta aristocracia de la Gran Rusia – gracias a sus impresionantes habilidades curativas que permitían al joven Alexei tener una vida normal luego de encontrarse en el umbral de la muerte. Pese a los veredictos médicos, siempre que Rasputín estuviese cerca el joven Alexei parecía tener un alivio seguro contra su grave caso de hemofilia.
Pero Rasputín no era un noble. Nacido en una humilde familia de campesinos, se había convertido en un strannik en su juventud (esto es, un sanador, un vagabundo religioso). A lo largo de toda su vida tuvo acceso a poquísimas comodidades y jamás encajó del todo en medio de la élite de Rusia.
Sin embargo, más que sus hábitos, era su popularidad lo que parecía molestar a sus enemigos. Gracias a su papel en la sanación del pequeño Alexei, Rasputín pronto se convirtió en el confidente de la Zarina Alejandra, despertando la envidia de los miembros de la corte que no cesaban en su empeño de hacerlo caer en desgracia a los ojos del Zar.
Tenían razones para temer. El hombre se había convertido en una amenaza no solo para la nobleza, sino para la sostenibilidad misma de la monarquía rusa. Eran tiempos peligrosos: las revoluciones europeas habían acabado con muchos reyes y relegado a otros a posiciones meramente simbólicas y el fantasma del comunismo, siempre en ascenso, acechaba en todos los rincones. Para los zares era fundamental mantener una actitud alerta y mantener satisfecha la población del reino… y era precisamente eso lo que no estaban haciendo gracias a los consejos de Rasputín.
El complot
Según se cuenta, no era la primera vez que se intentaba asesinar a Rasputín. Varios indicios nos muestran que miembros de la nobleza habían intentado acabar con él anteriormente por medios no tan obvios – como el envenenamiento – pero sus intentos habían sido fútiles.
Con todo, la cruzada anti Rasputín” no hacía sino aumentar. En 1916, Vladimir Purishkévich – importante político ruso – realizó una emocionada alocución en la que hablaba del peligro que representaba Rasputín y la absoluta necesidad de deshacerse de él cuanto antes. Purishkévich sería contactado poco después por Félix Yusúpov, joven miembro de la nobleza que al escuchar su discurso se motivó a actuar y comenzó a organizar un complot.
Félix Yusúpov, autor del complot contra Rasputín
La mente detrás del asunto contactó también a Demetrio Romanov, Gran Duque de Rusia y primo del Zar, quien estuvo de acuerdo en dar muerte, de inmediato, al monje advenedizo.
El grupo acordó la fecha del 29 de diciembre de aquel mismo año (1916) como el momento clave y el Palacio Moika, en Petrogrado, como el lugar donde se realizaría el asesinato.
La noche del asesinato
Rasputín estaba convencido de que miembros de la nobleza planeaban su muerte, por lo que se había rehusado por algún tiempo a presentarse en público. Los conspiradores necesitaban una buena coartada para convencerlo de que saliera de la seguridad de su refugio y se presentara en público.
Y para hacerlo, apelaron a una de las pasiones más conocidas de Rasputín: su lujuria por las mujeres.
En efecto, Yusúpov era el esposo de la Princesa Irina, mujer por la que Rasputín sentía un deseo casi absurdo. Pese a su procedencia, el monje había tenido bastante éxito con las mujeres de la corte, por lo que tenía razones para suponer que la princesa Irina accedería a sus peticiones. Así mismo, de conquistarla podría tener acceso a su importante influencia política… y su vasta riqueza.
Así, Yusúpov invitó a Rasputín a una velada en la que, dijo, se encontraría su bella esposa. Pese a que esto era una mentira (Irina ni siquiera estaba en Rusia), Rasputín mordió el anzuelo y se presentó a la velada de su muerte.
Pero como veremos, las cosas no fueron como lo planeado.
Un asesinato casi fallido
Para empezar, los nobles habían pensado en una salida fácil: envenenar al hombre en la cena. Para ello vertieron una considerable cantidad de cianuro en su vino y colocaron un tanto más en los pasteles que estaban allí. Aunque prácticamente todos concuerdan en que Rasputín se tomó el vino, no se sabe con certeza si se comió los pasteles.
En cualquier caso, antes que morir Rasputín comenzó a actuar de manera más y más extraña… tal y como si estuviera borracho. Y es que seguramente lo estaba, pues no había tomado poco vino. Tras las primeras copas, y ante la ansiedad de los presentes, decidió sentarse a tocar en la guitarra canciones típicas del Rus.
El grupo, ya desesperado, tomó la decisión de dispararle por la espalda. Al hacerlo Rasputín cae muerto, pero apenas se acercan se levanta y toma por el hombro a Yusúpov, maldiciendo su existencia. En su huída sufre otros disparos (más de 10 en total), y es rematado con un tiro en la cabeza.
Tras debatir, los hombres decidieron arrojar su cuerpo al río Neva a través de un agujero sobre la superficie helada. Rasputín sería encontrado río abajo y la autopsia revelaría que murió ahogado: incluso tenía en sus manos las marcas realizadas al intentar romper la capa del hielo que lo separaba de la superficie. Fue el Invierno Ruso, y no las balas o el cianuro, lo que acabó con la vida del hombre.
Aunque, en últimas, fue la nobleza rusa. Y ello, según Rasputín, le costó la vida a la familia y la gloria y la libertad a la Gran Patria Rusa.
Fuente de imágenes: wikipedia.org.