Sinopsis del cuento La Espera
Con el título de La Espera, este texto narrativo constituye un cuento, nacido de la pluma del célebre escritor argentino Jorge Luis Borges, el cual fue incorporado en el año 1952 en el volumen de cuentos, titulado El Aleph, donde ocupa el cuento número quince, del total de diecisiete que conforman la obra.
De acuerdo a lo que han expresado los críticos literarios, este cuento de Borges está inspirado en una crónica policial, que le leyera al escritor sureño su amigo Alfredo Doblas. En este sentido, Borges cambia la nacionalidad del protagonista –que originalmente era turco- convirtiéndolo en italiano, e intuyendo cómo fueron las semanas o meses previos a su desenlace fatal, si en realidad este ocurrió, pues aun cuando esta historia está tejida magistralmente para ir construyendo su momento final, no deja en claro si en realidad el protagonista, Alejandro Villari es asesinado, imagina serlo, o lo sueña una vez más, como todas las noches.
Resumen del cuento la Espera
Este relato de Jorge Luis Borges comienza con la llegada de su protagonista a la calle 4004, ubicada al Noroeste de Buenos Aires, un poco antes de las nueve de la mañana. Al descender del taxi, que lo trajo a esa localidad, el hombre se entretiene viendo con detalle cada uno de los elementos que conforman el paisaje, de lo que al parecer sería su nuevo hogar. Así se fija en los árboles de plátanos, en el muro viejo de un hospital y en otros elementos del paisaje.
De la misma forma, el narrador omnisciente de este relato cuenta cómo el hombre reparó en el nombre de una farmacia, aliviándose por el hecho de que los dueños parecían judíos, y no europeos, alegría que explica con los pocos deseos que tenía de toparse con alguien de su sangre. De la misma forma terminó de bajar el baúl del taxi, a quien le pagó con una moneda extranjera, que delataba su procedencia extranjera, que dejaba al descubierto su nacionalidad, hecho que lamentó, al tiempo en que lamentó también el que se hay notado también el cómo le afectó.
Igualmente, el narrador continúa tejiendo el relato de cómo el hombre siguió detrás de la mujer que salió a recibirlo, atravesando un largo pasillo, y llegando finalmente al que sería su hogar definitivo, una pequeña habitación que el narrador describe con una cama de hierro, un closet de pino y unas sillas. Cuando la mujer le preguntó finalmente por su nombre, sin dudarlo un segundo el hombre contestó Villari, lo cual –comenta el narrador- le pareció una osadía, pues este era nada más y nada menos que el apellido de alguien que el protagonista asume como su enemigo, sin embargo fue el primer nombre que salió de sus labios, para tapar su identidad.
Comienza entonces el narrador omnisciente a relatar cómo transcurrieron los primeros días del señor Villari en esa nueva casa, la cual no abandonó durante las primeras semanas. Con el tiempo sin embargo, comenzó a pasear al anochecer, e incluso sucedió que comenzó a frecuentar el cinematógrafo, no obstante tenía precaución de abandonar la sala de proyecciones siempre antes de acabar la película. Sin embargo, disfrutaba de ver las historias proyectadas, sin llegar a plantearse ideas muy complejas sobre las diferencias o semejanzas entre el cine y la realidad.
Así mismo, el narrador omnisciente detalla el hecho de que el señor Villari nunca recibió una sola carta. En cuanto a sus hábitos y tiempos libres, el narrador comenta que los gastaba entre mates y tabaco, mirando con una gran parsomonía las enredaderas, así mismo el narrador refiere los conocimientos que tenía este hombre sobre el paso del tiempo, cuando el humano está recluido, y cómo –aun a pesar del encierro- no había dos días iguales. Igualmente, se descubre por primera vez que el hombre se encuentra también en una especie de reclusión, pues se encuentra preso en esa casa donde ver pasar los días, sin saber si quiera que el hombre del cual huye, aun cuando ha tomado su nombre, está vivo o hasta cuándo lo estará.
De la misma forma, el narrador refiere la amistad que hizo el señor Villari con un perro viejo, al tiempo en que el narrador omnisciente detalla cómo es la relación de este personaje con el tiempo, en el cual prefiere no pensar, convencido de que el tiempo está hecho de pasado, el cual pesa de inmediato, una vez que se piensa. También el narrador cuenta cómo una noche un terrible dolor asaltó al Señor Villari, quien al día siguiente tuvo que asistir al dentista, para que le sacaran una muela.
Siguiendo con su costumbre de ir al cinematógrafo, de regreso una noche, el narrador cuenta también cómo un hombre, que iba acompañado de una mujer alemana, empujó al Señor Villari, quien se defendió obteniendo una disculpa. El encuentro sin embargo le dejó una impresión, que lo llevó a repetirse que no los conocía, a pesar de que el destino los hizo volver a ver. Situaciones que resaltaban en su monotonía, donde incluso podía darse a la lectura de la Divina Comedia.
Por el contrario, las noches del Señor Villari no parecían ser tan tranquilas, pues siempre soñaba que los hombres habían llegado hasta él para matarlo. Él lograba darse cuenta, y sacar el revólver que guardaba en la mesita, y defenderse de sus asesinos, con una descarga que lo hacía despertarse. No obstante, una mañana de julio lo despertó la presencia de unos hombres en su cuarto. Villari había dado con él, tal vez queriendo que fuese un sueño más, hizo una seña a los asesinos, y se volteó contra la pared, tratando quizás de recobrar el sueño, cuando de repente sonó la descarga.
Imagen: ilustración de Alberto Breccia / redaccion.lamula.pe