El demonio y la señorita Prym (O Demônio e a srta Prym, por su título original en portugués) es una novela contemporánea, nacida de la pluma del autor brasilero Paulo Coelho, la cual salió por primera vez al mercado, en el año 2003, gracias al trabajo de la casa editorial Grijalbo.
Sinopsis de la obra
Convertido en un fenómeno de ventas, esta historia busca plantear uno de los arquetipos más antiguos de la civilización humana: el conflicto entre el bien y el mal. De esta forma, cónsono con su estilo de redacción dirigido a las masas, el autor busca elaborar personajes cotidianos, para colocarlos ante tentaciones, que pretenden llevarlos a situaciones límites, donde tengan que escoger entre comportarse de forma ética o dejarse guiar por sus ambiciones. Por consiguiente, se podría decir que la gran pregunta implícita de este texto de Coelho es: ¿Bondad o dinero?, cuestionamiento éste que se le hace a los personajes de la Historia, e indirectamente al lector, a quien se le presenta la historia para impulsarlo a preguntarse a sí mismo qué haría, confrontándose entonces con sus valores y sus impulsos.
Resumen de la obra
Esta historia de Coelho comienza describiendo el pueblo de Viscos, en donde la mayoría de sus habitantes eran personas mayores, que con los años y la soledad, se habían dejado ganar el espíritu por los conflictos, la envidia y sobre todo la avaricia. Así mismo, el primer personaje del que la historia hace referencia será Berta, a quien el autor dibujará también como una persona mayor, quien había pasado los últimos 15 años de su vida, sentada en la puerta de su casa, esperando que en su tranquilo pueblo pasara algo inusual.
De esta forma, la historia comienza justo el día en que Berta logra ver aquello que esperó por más de tres lustros: con sus propios ojos vio cómo llegaba al pueblo un hombre extraño, un forastero. No obstante, el hombre no estaba solo, lo acompañaba un demonio, o al menos así pudo verlo Berta, quien los vio a los dos entrar al pueblo de Viscos. Por su parte, prosigue la narración, el hombre se dirigió al único hotel del pueblo, para poder registrarse. Empero no dio sus datos verdaderos, simplemente señaló que se llamaba Carlos. Cuando hubo dejado sus cosas en el hotel, salió decidido a cumplir con la misión que lo había llevado a tan remota población. Rápidamente se dirigió hacia la montaña, llevando con él una serie de lingotes de oro, los cuales debía esconder en medio de la naturaleza.
Sin embargo, al encontrar el sitio adecuado, en medio de la montaña, el hombre decidió esconder primero un lingote, en un sitio indicado, para avanzar un poco más en la montaña, y entonces sí proceder a esconder los otros diez lingotes. Cumplido su cometido, regresó a su hotel, en donde se encontró con una joven, de nombre Chantal, la cual poseía una gran belleza, además de ser la única joven que quedaba en el pueblo. Ya que Chantal, a pesar de su honor, acostumbraba a acostarse con los hombres que pasaban por ese hotel, esperando que alguno la llevase consigo, no fue difícil que Carlos la convenciera de que lo acompañara a la montaña.
Después de un rato caminando, Carlos logra conducir a Chantal hasta donde ha escondido el primer lingote. Después de mostrarle el oro, este forastero le hace a la joven una extraña propuesta, en la cual le pide que le comente a los pobladores que existe mucho más oro, con el cual podrían solucionar para siempre sus problemas, siendo lo único necesario para conseguirlo que entre todos maten a algún habitante del pueblo. Si lo hacen, él les dará el oro; si deciden no hacerlo, él se marchará para siempre con el tesoro.
Más asustada que sorprendida, Chantal se resiste a cumplir con semejante petición. No obstante, su compañero hábilmente la presiona, dejándola sin forma de evitar su tarea, pues la amenaza diciéndole que de no aceptar él mismo le contará a los pobladores de Viscos la existencia de la fortuna, y el cómo ella quiere evitar que ellos la adquieran, insinuando que semejante información de seguro la convertiría a ella en el blanco perfecto que él solicitaba. Aterrorizada la muchacha acepta colaborar con Carlos, no sin antes preguntarle qué se propone con tan macabra propuesta, enterándose así de que ese hombre había venido a ese pueblo a investigar un asunto que le inquietaba: si ante su propuesta, los hombres escogerían la bondad, o por el contrario el dinero. Si el hombre era bueno por naturaleza o solo si no existían tentaciones precisas.
Chantal terminó por aceptar, ganando con esto la oportunidad de no ser el primer blanco del experimento, así como todo un lingote de oro solo para ella, el cual le sería entregado por Carlos una vez que cumpliera con su misión. Al regresar del paseo a la montaña, cada quien siguió con su vida, el forastero a disfrutar de su visita, ganándose la confianza de los lugareños, mientras que Chantal volvió a su trabajo de camarera en el hotel, mientras sentía cómo una gran lucha empezaba a desatarse dentro de su conciencia.
Durante las tres noches seguidas, el mundo onírico de Chantal se convirtió en un campo de batalla: la primera noche, sus sueños tuvieron como protagonistas al bien; la segunda, la visitaron el bien y el mal; y finalmente la tercera noche soñó solo con el mal, comprendiendo al despertarse la terrible lucha que se gestaba en ella. Por su parte, Carlos decidió volverla a buscar, para conversar con ella en el sitio en donde estaba enterrado el oro, el cual Chantal aun sabiendo dónde estaba no se había atrevido a llevarse. Fue así, con esta conversación, que Chantal se enteró de que el forastero era en su vida pasada un comerciante de armas, quien llevaba su negocio de forma legal. No obstante, un día la familia del forastero fue secuestrada por un grupo terrorista, que pretendía cambiar armas por los familiares de Carlos. Él, como un ciudadano correcto avisó a la Policía, quien asesinó a los secuestradores, pese a la rapidez de los grupos de seguridad, ya era tarde: los secuestradores habían matado a su familia, desde entonces él se había preguntado si realmente los hombres, todos y sin ninguna excepción, eran capaces de matar a cambio de algo de gran valor.
Sintiendo que conocía un poco más al extranjero, sobre quien sentía que debía elaborar un plan para librarse de él, Chantal decidió por fin contarles a los habitantes del pueblo sobre el oro y la condición, que aquel extraño hombre colocaba para dárselos. Sin embargo, creyendo su deber, les advirtió que de todos modos era decisión de ellos a quién les haría caso, si al dinero o a Dios. Para su sorpresa, al día siguiente, todo el pueblo estaba en contra de ella, algunos pensando que no debía haber compartido semejante noticia; otros creyendo que si se cometía un crimen a lo mejor era ella la víctima. Esa era la reacción popular, pero en las esferas del poder se manejaba otro asunto: conscientemente, las autoridades del pueblo empezaban a fraguar un crimen, cuya víctima sería Berta, por ser la mayor del pueblo.
Sin ganas de seguir jugando, Chantal tomó valor para ir donde estaba el lingote de oro, desenterrarlo y huir para siempre de ese pueblo y semejante pesadilla, pero cuando estaba a punto de tocarlo, apareció entre el bosque el lobo maldito, que con su mirada la asustó. Cuando pensaba que estaba perdida, apareció el forastero que espantó al lobo con una piedra. Mientras esto sucedía, en el pueblo se desarrollaba una misa, donde el cura del pueblo –una de las autoridades- insinuaba en su sermón que a veces es necesario el sacrificio de alguien, llenad la Iglesia con estas palabras, Iglesia que unas horas más tarde sería testigo también de la reunión definitiva donde se acordaría que la víctima sería Berta, cuyo único mérito era la de ser la persona con más edad, en el pueblo. Hipócritamente sortearon el arma cargada, para cometer el fusilamiento, y que el destino escogiera al asesino. El día asignado fueron todos a buscar a Berta, a quien doparon son somníferos, la llevaron al paredón, y cuando ya todo estaba listo, Chantal los interrumpió, pidiéndoles en el último instante que pensaran en las consecuencias, así como en la poca confianza que podían ofrecer las autoridades del pueblo.
Al día siguiente, Chantal en compañía de Berta fue a buscar al forastero, quien en el fondo estaba bastante tranquilo de que el crimen no hubiese llegado a concretarse. Así mismo, había comprendido, con las distintas actuaciones que pudo observar que el hombre no es totalmente bueno o malo por naturaleza, sino que su proceder es resultado de sus decisiones particulares. De esta forma, haciéndole caso a Chantal, el forastero decidió ir a cambiar los lingotes, para que se los entregara. Ya con todo el dinero en su poder, Chantal decidió marcharse para siempre de Viscos, sin despedirse de nadie, excepto de Berta
Imagen: retrato de Paulo Coelho, autor de El demonio y la señorita Prym / fuente: wikipedia.org