Descripción de La otra muerte
Con el título La otra muerte, esta historia constituye un cuento del célebre autor argentino Jorge Luis Borges, el cual hace parte de los cuentos contenidos dentro del libro El Aleph, publicado originalmente en 1949.
Los cuentos incluidos dentro de El aleph, de los cuales forma parte La otra muerte, son considerados por algunos críticos literarios como un punto de giro en la narrativa de Borges, que lo hacen adentrarse más en el terreno de lo fantástico, a través de la alteración de la Lógica y el abordaje de hechos y objetos simplemente inverosímiles, tratados con intención investigativa y territorializados en el campo de la realidad, lo cual además de fantásticos, en ocasiones dota a estas narraciones de un sesgo siniestro, usando este concepto como aquello que se encuentra “descolocado de su función y fuera de su lugar de origen”, provocando si no temor, al menos angustia al humano.
Resumen de La otra muerte
Este cuento comienza con la referencia, por parte del narrador omnisciente, quien además es el protagonista del cuento, sobre la recepción de una carta –dos años atrás- en la que su amigo Gannon le comentaba sobre su intención de traducir al español un poema del autor estadounidense Ralph Waldo Emerson, al tiempo en que refiere sobre la muerte de un conocido del autor, un tal Pedro Damián, personaje sobre el que girará la historia.
Tal como describe el autor, este hombre –del cual el narrador tiene cierto recuerdo- había combatido, cuando tenía veinte años, en una batalla de la Guerra civil Uruguaya, ocurrida en Masoller, en 1904, hecho que revivió durante el delirio de su agonía, antes de fallecer de una congestión pulmonar. Para el narrador este hecho no consiste en principio una novedad, pues para su opinión, Damián tuvo una vida sumamente sencilla, apagada y solitaria, como para no recordar en la hora de su muerte las grandes hazañas de su juventud.
Así mismo, el narrador procederá a contar el episodio en el que trató de conversar con este hombre que ahora ocupaba su relato, en 1942, encontrándolo “taciturno”. Sin embargo, este personaje, así como su contexto histórico, enmarcado en la Guerra Civil Uruguaya de principios del siglo XX, llevan al narrador –quien en este momento se revela también como hombre dedicado al oficio de escritor- a sentir el deseo de escribir una historia de ficción sobre la derrota protagonizada por el bando de blancos, liderados por Saravia. De esta manera, el narrador decide comenzar una investigación histórica, que lo dote de los suficientes elementos para construir su narración.
En este sentido, decide visitar al coronel Dionisio Tabares, quien dirigió la campaña ocurrida en Masoller en 1904, y que fue decisiva para la consolidación del triunfo de los colorados. Durante la conversación, el viejo coronel deja volar su memoria hacia aquella batalla ocurrida décadas atrás, de una forma tan precisa, que el mismo autor temió por un momento que sus palabras no provinieran directamente de los anales de sus recuerdos, sino de la costumbre de contarlo siempre, asunto que le conferiría a la historia del coronel más atributos de cuento histórico que de crónica o biografía.
Llegado el momento, el autor consigue traer a capítulo el nombre de Pedro Damián, personaje que se le presenta como la excusa perfecta de su relato. Al escuchar el nombre de Damián, el coronel sólo atinó a reírse, pues a diferencia de lo que Pedro Damián había contado en su vida, y sobre todo en su lecho de muerte, él no había sido precisamente un héroe en la batalla de Masoller, sino que el horror de la guerra aproximándose a su punto de encuentro y muerte lo había hecho desmayarse.
Un poco confundido por la diferencia de versiones, el narrador comprende con un poco de lástima que el aislamiento y soledad que vivió Damián durante el resto de sus años, no era modestia sino vergüenza de haber fallado en el preciso momento donde se necesitó su valentía. Sin embargo, en un intento por seguir dándole forma al relato que quería escribir, el narrador regresa unos meses después a la casa del coronel Tabares, a fines de volver a sostener una conversación con él sobre los por menores de la antigua batalla. Al llegar, encuentra al coronel reunido con el doctor Amaro, quien había combatido también en las filas de Saravia, derrotadas en Masoller. Con la oportunidad de entrevistar a dos excombatientes del episodio histórico que le interesaba, el narrador y los dos protagonistas comienzan a hablar sobre el evento.
No obstante, para sorpresa e intriga del narrador, el doctor Amaro, cuenta la hazaña bravía de un tal Pedro Damián, que con todo valor, se puso al frente del batallón, mientras gritaba confusamente “Viva Urquiza”, batalla llevada cien años antes de la batalla de Masoller, hasta que una acabó se le clavó en el pecho, acabando con su vida. Para mayor confusión del narrador, aun cuando el coronel Tabares había comandado esas tropas, y en la visita anterior le había referido la cobardía de Damián, esta vez no parecía recordar en sus filas alguien con ese nombre. Episodio que se repetirá también con el amigo del narrador Gannon, quien a pesar de haber escrito la carta donde incluía el fallecimiento de Pedro Damián parecía no recordar a qué se refería el narrador cuando éste trató de traer a colación el tema, durante una reunión.
Más adelante, en una tercera reunión con el coronel Tabares, éste recordaba perfectamente las circunstancias del joven Pedro Damián, quien murió en el frente de batalla, y tuvo que ser enterrado por sus compañeros. Intrigado por estas peculiares circunstancias, el narrador decide ir a visitar el hogar de Damián, en búsqueda de una explicación lógica, sin embargo encuentra que nadie puede recordar al personaje que vivió los últimos treinta años en su provincia, sin alejarse un día de ella. Incluso, el narrador descubre que el compañero que acompañó a Damian en su lecho de muerte, también ha fallecido. Incluso, el hallazgo de la fotografía de un famoso tenor, hace entender al narrador que la foto y la imagen que él recordaba de Damián, era una superposición que su memoria había hecho, pues el rostro que él registraba en su memoria, como el de Pedro Damián en realidad era del tenor Tamberlinck.
Ante las evidencias, el narrador empieza a conjurar posibles conclusiones. La primera lo lleva a pensar en la existencia de dos hombres con el mismo nombre: el Pedro Damián que murió valientemente en 1904, y el Pedro Damián que murió en 1946, avergonzado de su cobardía en la batalla de 1904. No obstante, el narrador promulga otra explicación, en la que Pedro Damián clamó con tal fuerza a Dios porque se borrara de su vida este episodio, que éste, aun cuando no podía cambiar el pasado, sí concedió cambiar las consecuencias y los recuerdos sobre éste. En total orden, percibe el autor, puso al coronel Tabares a recordar la cobardía de Damián, luego a olvidar a Damián, y después a recordarlo como un valiente. Igualmente, borró la memoria de Damián de todos los conocidos, e incluso programó la muerte de aquél que lo había visto morir.
De esta forma, el narrador logra resolver el acertijo, y comprender que aunque la historia había sido otra, Dios le había concedido a su deudo –sin alterar el pasado- cambiar su imagen en la memoria de sus contemporáneos, para permitirle tener otra muerte.
Imagen: registro fotográfico Guerra Civil Uruguaya de 1904
Fuente de imagen: enlacesuruguayos.com