La rebelión de las ratas es el título de una de las obras más celebradas del escritor colombiano Fernando Soto Aparicio, la cual fue publicada por primera vez en el año 1962, gracias al trabajo de la editorial española Plaza & Janés, convirtiéndose desde entonces en un verdadero fenómeno literario, debido a su tema social, lo cual le ha valido numerosas ediciones sucesivas.
Argumento de La rebelión de las Ratas
En sus líneas, Fernando Soto Aparicio se da a la tarea de crea Timbalí, poblado ficticio que ubica en alguna región de Boyacá, y al cual dibuja dominado totalmente por empresas y multinacionales de origen estadounidense, las cuales asocia con el símbolo imperial y explotador. En contraparte, se encuentran las familias campesinas, las cuales sufren en carne propia la explotación por parte de estas fuerzas extranjeras, surgiendo poco a poco la idea revolucionaria de hacer Justicia, y devolver las cosas a su orden natural. De esta forma, surgida en plena Guerra Fría, y en el surgimiento de revoluciones latinoamericanas que durante los años sesenta veían en Cuba la promesa de la utopía socialista, La rebelión de las ratas pone en escena los dos polos que protagonizan esta lucha de poderes y clases: patrono-explotador vs. Campesino-explotado, agregando además el ingrediente del sentimiento antiimperialista.
Resumen de La rebelión de las Ratas
De esta forma, la novela de Fernando Soto Aparicio comienza describiendo el pasado, a través de la idealización del paisaje. Así el narrador omnisciente se da a la tarea de contar cómo lucía el valle en donde se ubica Timbalí, antes de que fuese ocupado y explotado por parte de las fábricas e industrias estadounidenses, las cuales trajeron el “progreso” a la zona, cambiando los verdes parajes en calles con pavimento. Igualmente, las humildes casas campesinas, que siguieron siendo igual de humildes, contrastaban con las grandes casas, de enormes ventanales, que los estadounidenses habían construido.
Todo había cambiado, desde la llegada de esta gente, la cual además es descrita como diferente, su idioma, sus gestos, sus costumbres. No obstante, el problema no era tanto la diferencia, sino las terribles consecuencias que habían traído con ellos a estas tierras. Un simple ejemplo lo constituía el cómo habían convertido las tierras de los campesinos en suelos infértiles, debido al peso constante de la maquinaria con la que estos extranjeros transportaban el carbón. Sin tierras que cultivar, los campesinos comenzaron a volverse mineros, pues parecía la única forma de conseguir dinero para comprar los alimentos que ya no podían sacar de la tierra.
En medio del deterioro de las tierras de Timbalí, el abandono del campo y el auge de la industria minera, el autor comienza también a narrar la historia del protagonista de la novela: Rudesindo Cristancho, quien junto a su familia, y como otros tantos, también vive el afán de labrarse formas de subsistencia económica. En este camino termina encontrándose de frente con el gran monstruo del capitalismo, descubriendo que la única misión de éste es devorar todo lo que encuentra a su paso, sin importar qué o quién es.
Y es que Rudesindo Cristancho representa a los cientos de campesinos, que creyendo en el discurso del progreso y sin tierras qué cultivar, se emplea como parte de la industria minera, a fin de volverse asalariado. Sin embargo, a penas en el primer sueldo se da cuenta de que todo el riesgo y esfuerzo ha valido de muy poco, puesto que el dinero que recibe es una miseria, casi humillante, pues en ese sistema sólo gana el patrón.
Sin embargo, los campesinos no se quedarán tranquilos, sino que empezarán a albergar en sus corazones el sueño de obtener Justicia, sueño que se materializó en la idea de formar un sindicato que defendiera los derechos de los trabajadores y les procurara mejores condiciones. No obstante, este fue otro camino que también terminó cerrándose. Resulta paradójico dentro de la historia, el cómo Rudesindo –quien representa a la gran mayoría de los campesinos- desconoce la existencia y significado de la palabra sindicato e incluso revolución. Para ellos, la revolución consistía en el mero hecho de rebelarse, penetrar en las urbanizaciones extranjeras, someter a los estadounidenses, y ocupar su lugar como explotadores. Por lo cual para este hombre, la revolución en realidad significa venganza, y no Justicia.
En medio de esas ideas que van tramándose en la cabeza de los mineros explotados, Rudesindo y sus compañeros siguen cavando túneles, como si fuesen ratas escavando sus propias madrigueras. La tarea los lleva a descubrir un pasadizo de la mina en donde ha habido un derrumbe meses atrás, sin que nadie de la empresa dijera nada o intentara rescatar a los trabajadores. Los mineros se encuentran entonces con el macabro hallazgo de los cuerpos en descomposición de sus compañeros, lo cual los hace salir corriendo de la mina, mientras que el dolor, la ira y el miedo se mezclan haciendo que estalle la rebelión.
Una turba enfurecida se decide finalmente a entrar y destruir el barrio donde viven los estadounidenses millonarios. Durante los disturbios, Rudesindo fallece siendo aplastado por la multitud descontrolada. Su cadáver es pisado por otros, terminando con la vida de este hombre, que creyendo en el cuento del progreso embarcó a su familia a una aventura, que los condenó a la desgracia.
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