Descripción del cuento “Una venganza”
Con el título Una Venganza este texto narrativo, nacido de la pluma de la escritora Isabel Allende, se encuentra incluido en el libro Cuentos de Eva Luna, publicado por primera vez en 1989, gracias a los oficios de la editorial Plaza & Janés.
En sus líneas, esta historia narra la historia de una venganza, cuyo deseo viajó pacientemente a través de las décadas, hasta lograr su cometido, no sin reñirse con el Amor, la Justicia, la Nostalgia y el Olvido. De esta forma sus protagonistas se quedarán detenidos en una noche infinita, a pesar de continuar sus vidas, hasta buscarse por los caminos del recuerdo, para cumplir finalmente con el momento trágico, que simplemente consiguió detenerse, pero no evitarse.
Resumen del cuento Una Venganza
Este cuento comienza el “mediodía ardiente” en que fue declarada con una corona de jazmines, Dulce Rosa Orellano, como reina del Carnaval, situación que despertó la envidia de todas las otras madres, que si bien admitían que la muchacha era agraciada, y tocaba bien el piano, no merecía un galardón que premiaba la belleza que sus hijas tenían en mayor cantidad.
Sin embargo, el premio se llevó a cabo, con la maldición entre dientes de las mujeres del pueblo. En la noche, el padre de Dulce Rosa, quien era Senador, organizó una fiesta, a la que acudieron jóvenes de todas partes. Para mayor reconcomio de las lenguas del pueblo, esa noche nació la leyenda de la hermosura de Dulce Rosa, la cual fue pasando de boca en boca, y alimentándose de la fantasía de cada quien.
De esta forma, la imagen de la belleza de Dulce Rosa inundó las mentes de los hombres, los versos de los poetas, la letra de las canciones, sin importar mucho que fuese un poco exagerado. Así mismo, llegó a oídos de Tadeo Céspedes, un hombre que desde que tenía uso de razón había estaba involucrado y peleando en la Guerra Civil que se desataba en su país, peleando, hubiese o no enfrentamientos.
Igualmente, el narrador omnisciente cuenta cómo la última misión de Céspedes, fue precisamente la incursión en Santa Teresa, donde vivía Dulce Rosa con su padre. Armado y acompañado de ciento veinte hombres decididos a matar, a toda costa. Céspedes enrumbó sus pasos hacia la casa de la muchacha más bella de la zona. Lamentando no tener hijos que lo ayudaran, y sabiendo que probablemente no resistiría mucho, el Senador escondió a su hija en el último cuarto, dio instrucciones para que el último que quedara vivo, corriera hasta la habitación y la matara, porque la prefería muerta que mancillado su honor en manos de un bandido como Céspedes.
Durante unos cruentos minutos resistieron, pero ellos eran más. Para sorpresa del senador, precisamente él era el último combatiente vivo. Herido de muerte, se arrastró hasta el cuarto donde lo esperaba su hija, vestida con el mismo vestido con el que había sido coronada reina del carnaval. Apuntó el arma contra ella, pero la muchacha le pidió que no lo hiciera, que le diera la oportunidad de vengarlo.
El senador espero con ella la llegada de los hombres, quienes entraron en estampida, siendo recibidos por las balas del senador. Sin embargo, el senador fue sacado del cuarto, puesto en un caballo y arrastrado por el camino, mientras Céspedes se encargó de la muchacha. Al día siguiente Dulce Rosa se levantó entre las cenizas de la casa, se lavó la sangre y fue a buscar el cuerpo del padre.
Así la encontraron los habitantes del pueblo, quienes la ayudaron a reconstruir la casa, a pesar de aconsejarle que se fuera a otro pueblo. Pero Dulce Rosa no quería, su intención era quedarse ahí, esperando el momento propicio de vengarse. Creció y se hizo la líder de su hacienda. Se levantaba a las 4 de la mañana a vigilar la jornada de sus trabajadores, y en la noche se vestía con hermosos vestidos. Daba fiestas y vivía alegre, por lo que el pueblo olvidó la tragedia.
Quien no pudo olvidarla fue Céspedes, quien durante décadas no pudo quitarse de la cabeza la imagen de la niña con flores en la cabeza, a la que había sumergido en la vergüenza, y a quien había dejado dormida. Tanto fue lo que ese recuerdo lo persiguió que la buscaba en cada mujer. Su vida se había compuesto, hasta llegó a ser Alcalde, pero la felicidad era imposible a la sombra del recuerdo de esa noche.
El día que cumplió 57 años no aguantó más y se fue otra vez a Santa Ana, a buscar a la niña que atormentaba su mente. Ahí la encontró, década después de esa noche, al verla lloró todo el peso del olvido. Ella lo vio y pacientemente le dijo que lo estaba esperando, pues todos esos años había estado llamándolo mentalmente. Sin embargo, el deseo de venganza no estaba; buscó el odio y no lo encontró. Por el contrario, se topó con que el deseo de volver a ver al asesino de su padre, se había transformado en amor.
Durante unas semanas se amaron de día y de noche, hasta decidir casarse. A días de la boda, Dulce Rosa fue a probarse su vestido de novia, y al verse al espejo, se vio tan parecida a la noche en que le había jurado a su padre moribundo vengarlo, que comprendió en ese momento que no podía dejar de amar a Céspedes, pero que el fantasma de su padre tampoco la abandonaría.
Decidida a cumplir su promesa, tomó las tijeras de la costurera, y se encerró en el mismo cuarto donde su padre la había escondido. Horas más tarde, después de buscarla por toda la casa, Céspedes la encontraría ahí, de nuevo con el vestido ensangrentado, comprendiendo que estaba condenado a vivir hasta los noventa años, sin poder amar a otra mujer.
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