Tu cara me recuerda a…
Todos creemos, y nos gusta imaginar, que somos seres únicos e irrepetibles. Nos acostamos por las noches con la seguridad de que entre los casi siete mil millones de personas que habitan el planeta, nosotros, nuestros rasgos, nuestras facciones, son únicos y personales. ¿Pero esto es así? ¿O quizás no somos más que réplicas de fisionomías estandarizadas?
Estas dudas no son algo nuevo y algunos científicos y pensadores vienen planteándoselas desde hace siglos, pero no fue hasta la aparición de la fotografía cuando se demostró que personas de ciertos grupos o colectivos coinciden en una serie de rasgos fisionómicos hasta el punto que, superponiendo una serie de retratos de personas de estos grupos, se extrae el retrato tipo de todos ellos que a su vez se convertirá en la matriz de todas esas copias [personas, perdón.
Estos primeros trabajos se realizaron intentando crear sistemas de identificación de colectivos a través de la definición de tipologías, partiendo de la caracterización de lo individual para llegar a la descripción de lo general. Entre los que emprendieron esta búsqueda destacan especialmente los trabajos de Francis Galton y Arthur Batut.
Francis Galton (1822 – 1911) desarrolló una interesante y amplísima actividad en distintos campos de la investigación científica. Viajó en numerosas ocasiones por Africa realizando trabajos de geografía y meteorología, y estos viajes influyeron notablemente en sus trabajos posteriores, pues le permitieron reflexionar sobre las diferencias entre las razas y sobre la diversidad humana. La aparición de los ensayos de Charles Darwin sobre la evolución de las especies contribuyó también a reconducir sus investigaciones hacia la psicología y la genética, donde profundizó en el estudio de las leyes determinantes de la herencia. En los 80 comenzó a aplicar sus conocimientos científicos en el campo de la antropometría a los procesos de descripción y catalogación de colectivos, creando el sistema de identificación a través de las huellas de los dedos, y aplicando la técnica fotográfica que denominó “retratos compuestos”.
Estos retratos “tipo” se basaban en grupos determinados con características similares como familias, enfermos, criminales, delincuentes, etc. En uno de sus libros principales “Inquiries into human faculty and its development”, publicado en 1883, expuso las bases teóricas y técnicas de estos retratos conseguidos mediante la superposición de diversas imágenes de rostros diferentes, que eran fotografiados en un mismo negativo. En estos retratos se respetaban una serie de elementos esenciales como la escala, la iluminación o el punto de vista para lograr una imagen uniforme y evitar que cualquiera de los retratos pudiera dominar sobre el resto. El resultado, en lugar del borrón confuso y sin perfiles que se podría imaginar, era una imagen sorprendente donde quedaban recogidos los rasgos genéricos y los trazos exclusivos de los distintos rostros de ese colectivo.
Retrato tipo de mujeres de Vich, España
Esta propuesta de Galton fue seguida en Francia por Arthur Batut (1846-1918) que entusiasmado con los hallazgos del británico comenzó a fotografiar a diversos colectivos siguiendo su mismo sistema de superposición de retratos para crear lo que él llamó “retrato tipo”, cuyas características definió en un librito titulado “La photographie appliquée a la production du Type d´une famille, d´une tribu o d´une race” y que se editó en Paris en 1887.
Más que retratos en el sentido convencional de la palabra, las imágenes de Batut, como las de Galton, eran conceptos fotográficos del ser humano, construcciones ideadas y, por tanto, irreales, hipotéticas, artificiales: tal vez por eso, acabó llamando “retratos de lo invisible” a estas caras de figuras impersonales que no existen en lugar alguno.
En su opinión, la técnica del “retrato tipo” podía ser especialmente útil en el campo de la etnografía, para el reconocimiento de las diferencias raciales, y del arte, para determinar, por ejemplo, los tipos de belleza que prevalecieron a lo largo de la historia, las correspondencias entre la escultura medieval y la “fisionomía impersonal” del hombre de la época, o la reconstrucción de la “fisionomía verdadera” de un personaje histórico combinando en una sola imagen todos sus retratos pintados o grabados.
No sé si coincidiréis conmigo en que este tipo de retratos transmiten cierta intranquilidad y desasosiego, ya que son una pequeña derrota a nuestra individualidad y nos introducen en un mundo intangible pero real al mismo tiempo, un mundo en el que con fantasmal rotundidad aparece un rostro ante nosotros desconocido, pero del que formamos parte o quizás, del que hemos sido diseñados.
Fuentes:
Historia de la Fotografía (Editorial Cátedra)
https://en.wikipedia.org
https://es.wikipedia.org/wiki/Francis_Galton
https://books.google.es