Básicamente, se trata de una peregrinación de “mártires” que desfilan varios kilómetros hasta llegar a las cuevas de Batu, y es que en realidad son verdaderos mártires, porque la mayoría de los participantes se atraviesan la boca, los brazos, la espalda y la lengua, con agujas o ganchos que usan para colgar ofrendas. Esta celebración religiosa se lleva a cabo en enero y convoca a pobladores de Malasia, Singapur y Sri Lanka.

El proceso ritual

Los devotos creyentes entran en un trance producido por la profunda meditación que practican durante tres días antes del festival y así, pueden perforar varias partes de su cuerpo sin dolor . Lo más asombroso de esta rara actividad, es que no se ve ni una sola gota de sangre, pues la preparación para llevar a cabo este ritual consiste en un ayuno completo de 48 horas, donde sólo toman agua y meditan.

El día del ritual todos los peregrinos, que en su mayoría son hombres, deben rasurarse la cabeza. La procesión comienza en Kuala Lumpur y se extiende a lo largo de 15 kilómetros; eso equivale a alrededor de ocho horas caminando. Las ofrendas van desde un tazón muy pesado, llevado en la cabeza y lleno de leche, hasta enormes ganchos donde cuelgan todo tipo de dedicatorias. También arrastran carros con garfios clavados en la espalda. Todos los peregrinos ofrecen ese sacrifico a cambio de algún milagro que no es material sino espiritual.

El fin de la procesión

La procesión termina en la cueva Batu donde se tienen que subir 300 escalones a una temperatura de más 30°, pero para ellos eso no es impedimento, ya que ese ritual tiene como finalidad recordar la temporalidad del cuerpo físico, pues para los hinduistas es importante escapar de la rueda del samsara y evitar seguir naciendo y muriendo en este planeta y consideran que con esos padecimientos voluntarios, lo podrán lograr.

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