Un gran porvenir
José María Jarabo tuvo la suerte de pertenecer a una rica familia española, la fortuna de su herencia le favoreció viajar a Estados Unidos y Puerto Rico donde estudió y vivió largos años de su juventud. Pero las malas amistades lo llevaron a degenerarse. Los vicios, especialmente las prostitutas, la cocaína y el juego hicieron que este hombre dejara sus cabales para dedicarse a la fiesta.
Tenía 35 años y había pasado 7 de ellos en los vicios, las mujeres y el buen póker. Estos entretenimientos los había conocido en Estados Unidos en los años cincuentas, época en que las grandes mafias italianas invadían el país norteamericano vendiendo los placeres mundanos.
Cuando volvió a España iría de bar en bar borrándose de a poco con el coñac que tomaba y las mujeres con las que pasaba las noches. Además alejarse de la mujer que más quiso, lo había dejado en la tristeza más insólita, aunque le prometió volver para devolverle una sortija que ella le había dejado en prenda de gratitud. En su correspondencia hablaban de temas eróticos y de la situación que esa mujer vivía con su marido en Inglaterra.
En 1958 perdería toda su fortuna. Jugando póker dejó muchos millones de pesetas en el casino, además de la posibilidad de regenerar su vida. Su familia estaba preocupada por él, pero no se esperaba que todo tuviese un final trágico, además ellos estaban en Puerto Rico y aún no volverían a España, pues los negocios de la familia estaban en auge. Para Jarobo las deudas acorralaron su vida y el desespero hizo que él buscara la forma de zafarse de sus acreedores. No quería ser una vergüenza para su familia.
Una deuda que debía pagarse
Beryl Martin era la amante que le había prestado la sortija. En una noche de juego Jarabo empeñó la joya para pagar las deudas contraídas y no se veía que pudiese recuperarla, su situación empeoraba y Beryl empezó a acosarlo para que él la devolviera. El orgullo de este hombre impedía que pidiera dinero a su familia, por lo que planearía el crimen que lo llevaría a la pena de muerte.
En la casa de empeño “JUSFER”, cuyos propietarios eran Emilio Fernández y Feliz López Robledo, la sortija fue resguardada con la posibilidad de no devolverla si en esos días Jarabo no pagaba la deuda. Ellos tenían como prenda de garantía una carta de Beryl, aduciendo que la sortija era valiosa, además había sido dada por el esposo de la mujer infiel en su noche de bodas.
El asesinato
El 19 de Julio de 1958, el dandi fue a la casa donde vivía Emilio en la ciudad madrileña. Al llegar allá tuvo mucho cuidado de no dejar huellas dactilares en el timbre, subió el ascensor y golpeó en la puerta, donde Paulina, la empleada, estaba muy ocupada en los quehaceres y abrió la puerta sin ningún reparo, ignorando lo que le iba ocurrir.
Jarabo estaba acostumbrado en tratar con mujeres, así que con sonrisas dejó que la empleada le permitiera el paso, para ello justificó su llegada diciendo que era amigo íntimo de Emilio. Pero en la cocina se desató el asesinato.
Paulina recibió un golpe en la cabeza con una plancha. Pero en vez de quedar inconsciente, sacó fuerzas de su interior y agarró un cuchillo para defenderse. Jarabo era más fuerte y con rapidez tomó las manos de la mujer e hizo que ella misma se enterrara el frio hierro en su corazón. El cadáver lo escondió en el balcón.
Esperó con paciencia la llegada de Emilio escondido en el baño. Apenas llegó, se encaminó al baño y allá recibió un tiro en la cabeza, dejando todas las níveas losas llenas de sangre y desolación. Jarabo buscó en su cuerpo alguna llave o pista que lo llevara a su sortija, pero todo fue en vano. No encontró nada.
No le quedó más que esperar a la esposa de Emilio para no dejar testigos ni huellas, la que llegó y encontró en la casa a Jarabo. El asesino se hiso pasar esta vez por burócrata, pero ella no le creyó. Ante esta situación le propinó un disparo que la dejó muerta instantáneamente. A ella y su bebé, pues la mujer estaba embarazada de Emilio.
Al día siguiente fue a buscar al otro dueño de la casa de empeño y allá le propinó otro tiro. Fue cuestión de tiempo para que el asesino fuese agarrado por la policía española. Dejó muchas pistas. Las balas y el arma estaban a su nombre, lo que resulta idiota para un asesino, que ahí demostró su actitud novata.
El día que lo agarraron
Ante sus amigos demostró muchos cambios que fueron percibidos como sospechosos. Por ejemplo se emborrachaba y permanecía callado en vez de ir por una prostituta al piso de arriba de los bares como usualmente hacía. Así que fue cuestión de tiempo para que sus amigos le dijeran estas sospechas a la policía y ellos lo detuvieran.
El juicio fue muy famoso en la televisión española. Precedido en el Tribunal de Justicia de Madrid por el general Franco y donde grandes personalidades de la época fueron para ver, se le sentenció a Jarabo un total de cuatro penas de muerte. El día que lo fueron a matar en el garrote vil, Jarabo demostró que no era más que un cobarde.
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