Radio
De todas las invenciones en los últimos 200 años, la radio ha sido seguramente la más importante. Fue predecesora de prácticamente todas las tecnologías de comunicación inalámbrica y le permitió a los gobiernos y quienes tenían una estación reproducir información de manera masiva en regiones en las que, hasta entonces, se vivía en relativa incomunicación. Con la radio los países llegaron al campo, y a la gente, como nunca antes en la Historia.
Para prácticamente todos los estados modernos, la radio pronto se convirtió en un asunto de prioridad nacional. Los Estados Unidos no fueron la excepción (si algo, se adelantaron a muchos otros), y en los 1920’s ya se debatía si era mejor dejar la producción de radio en manos de cada estado o si debían hacerse grandes cadenas a nivel nacional que cubrieran todo el país.
Dentro de los sujetos que estaban incursionando al mundo de la radio en los Estados Unidos resaltaba un hombre de Ohio llamado Powel Crosley Jr.
Crosley y la radio de Ohio
En 1922 Powel Crosley comenzó a notar la creciente popularidad de la radio en el país. Pensó en comprarse uno de los aparatos, pero costaban casi 100 dólares (es una cantidad sustancial hoy, así que se imaginarán en aquella época) por lo que mejor decidió construirse uno.
Pronto entendió que allí se escondía una mina de oro. Con un grupo de expertos desarrolló pronto un radio que podía venderse por menos de 20 dólares, pasando de ser un lujo impagable a un producto relativamente accesible. Paralelo a ello, el hombre comenzó una estación casera que fue creciendo junto con su negocio de venta de radio.
Hacia principios de los 1930’s el gobierno de los Estados Unidos tomó una decisión bastante polémica: daría prelación a un número de estaciones que emitirían en una longitud de onda “reservada”, esto es, sin que nadie pudiese emitir en ondas cercanas. Una de estas longitudes, cómo no, le fue otorgada a Crosley y a su recién creada cadena WLW.
WLW y los 500 kW
Originalmente, Crosley había comenzado brindando una potencia de apenas 20 wats. Con el paso del tiempo la fue incrementando, eventualmente alcanzando la impresionante cifra de 500 kW (esto es, 500.000 wats) o más de 200.000 veces su potencia inicial. Se trató de la primera y única “macro estación” en los Estados Unidos.
Pero toda esa potencia no sólo le permitía llegar a lo más remoto del campo estadounidense. Su señal le daba la vuelta a básicamente medio mundo y era tan potente que se reproducía en cualquier objeto metálico en las cercanías: quienes vivían cerca de la estación de transmisión aseguraban que oían el sonido salir de sus colchones, de sus teteras, de sus ollas, de básicamente todas partes. El poder de la potencia intervenía con casi cualquier objeto metálico en las cercanías… y con otras radiotransmisoras.
Esto, con el tiempo, significaría el final de WLW. Para 1938, pese a que varios permisos para otras transmisoras de 500 kW estaban en proceso, el senado de los Estados Unidos decidió que era injusto con las estaciones locales pues una señal tan potente causaba interferencia, impidiéndoles trabajar con tranquilidad (aunque fuera una señal de banda diferente) y así el poder de WLW se redujo a 50 kW y la emisora perdió su todopoderosa señal.
Y sí. Aparentemente, la señal AM puede reflejarse en objetos cotidianos y como lo muestra este video, incluso en plantas, por lo que no se necesita un radio muy específico para detectarla.
Imágenes: 1: hackadaycom.wordpress.com, 2: nutsvolts.com