Variaciones en la temperatura en 1816, que fueron particularmente graves en Europa Occidental
Invierno
El invierno, pese a todas sus connotaciones románticas, es un tiempo duro. A menor intensidad solar disminuye no solo la temperatura, sino la capacidad de las plantas para crecer y producir cosechas. Con el frío, es inevitable, viene la hambruna.
Los inviernos anormalmente largos y duros se asociaban, en tiempos pasados, con la muerte que rondaba los campos. Hordas de desamparados arribaban a los centros urbanos con la esperanza de conseguir un bocado de alimento, mientras el frío y la peste cobraban todas las vidas que no resistían el paso de la hambruna. El invierno era en las regiones templadas lo que la sequía en las áreas tropicales: una catástrofe.
Por esta razón, los años en los que la temperatura bajaba más de lo previsto podían resultar bastante dañinos en regiones que iban de China oriental al occidente norteamericano. Esto, aunque grave, no tuvo comparación con lo ocurrido en 1816, el año que no hubo verano.
1816
El año de 1816 los cielos del mundo se oscurecieron ligeramente. En principio, nadie fue consciente de ello.
No fue hasta que la primavera comenzó a manejar temperaturas anormalmente bajas que las personas se dieron cuenta de lo que estaba sucediendo. El sol, que para aquel entonces debería brillar con toda su fuerza, aparecía con apenas un fragmento de su energía: su luz era tenue, como si alguien lo estuviera limitando.
Las bajas temperaturas afectaron ante todo las regiones templadas. En algunas regiones la lluvia llegó a multiplicarse por tres y hubo heladas en periodos en que la temperatura nunca bajaba de 20 °C. Resultaron particularmente afectados Canadá, China, Europa Occidental y algunas partes de Estados Unidos: en promedio, la temperatura global aquel año descendió en 0.7 °C.
El frío trajo el hambre. En Francia, el ejército tuvo que custodiar las reservas de grano para evitar que los pobres de las ciudades se apoderaran de ellas. En Inglaterra (y en particular en Irlanda) miles de familias vagaban por los campos rogando por un trozo de comida. En Estados Unidos, el precio de la avena se multiplicó por 8 en aquel periodo, y prácticamente todos los alimentos subieron de costo.
Algunos historiadores consideran a esta hambruna “la última gran crisis de supervivencia del mundo occidental”, pues llevó al borde del colapso a varios gobiernos europeos (como Suiza, Francia y varias regiones de lo que hoy es Alemania). Sin embargo, el mundo en general se recuperaría en rapidez dos o tres años después, cuando volvieran las buenas cosechas.
Pero, ¿qué pudo llevar a tamaña catástrofe? La respuesta, para muchos inesperada, es un volcán muy, muy grande.
La erupción del volcán Tambora comparada con otras erupciones importantes
Tambora
El 11 de abril de 1815 hizo erupción el Volcán Tambora en la isla de Sumbawa, en Indonesia. Según los cálculos actuales, se trató de la explosión más fuerte en los últimos 1.300 años (y la mayor que ha sido efectivamente medida en la Historia), causando 12.000 muertes directas y unas 60.000 como consecuencia de la subsiguiente hambruna en la región.
Se trató de una explosión monumental que envió a la atmósfera más de 160 kilómetros cúbicos de gases, incluyendo una gran cantidad de sulfatos y aerosoles que poco a poco se esparcieron por la alta atmósfera.
Allí, estas sustancias se convirtieron en virtuales espejos que reflejaron un gran parte de la luz que de ordinario entra a la Tierra, creando la “niebla fría” de la que hablaron algunos y disminuyendo las temperaturas terrestres. El volcán, indirectamente, fue causante de quizás el peor evento climático del último milenio.
En la actualidad somos más dependientes que nunca de la agricultura a gran escala, y un evento de este tipo podría tener consecuencias catastróficas. No es bueno olvidar que el supervolcán Yellowstone ha mostrado signos de despertar en las últimas décadas.
Fuente de imágenes: 1: scied.ucar.edu, 2: janeaustensworld.wordpress.com