Aurelio Agustín de Hipona, Aurelius Augustinus (Numidia, Tagaste, 13 de noviembre de 354 d.C – Hipona, 28 de agosto de 430 d.C). Conocido también como San Agustín, fue un Obispo, Teólogo y Filósofo cristiano, nacido en el África romana, considerado uno de los cuatro Padres de la Iglesia y de los más grandes filósofos cristianos.
Su obra constituye para la Iglesia católica el más importante texto de la Teología. Su influencia y predilección hacia la obra de Platón marcaría la influencia de este filósofo griego en el pensamiento occidental, el cual hasta el siglo XIII, en la Edad Media, sería regido a través de la filosofía platónica-agustiniana, razón por la cual San Agustín es tenido también como una de las personas más influyentes de la historia.
Primeros años
San Agustín nació en la ciudad de Numidia, en Tagaste, país perteneciente al territorio africano, dominado por el Imperio romano. Su padre, cuyo nombre era Patricio, se dedicaba al comercio y su religión era pagana. Su madre, Mónica, en cambió convertida al cristianismo, trató de inculcar en su hijo la religión desde temprana edad. Después de cursar sus primeros estudios, San Agustín fue enviado por su padre a Madaura, para que iniciara sus estudios en Gramática. Conoció entonces el amor por las Letras, leyendo con gran entusiasmo la Literatura griega.
En Cartago estudió Retórica y se interesó profundamente en el Teatro. Comenzó igualmente a ser reconocido por su talento retórico y poético, ganando numerosos concursos. Igualmente, como el mismo San Agustín refiriera en su obra Confesiones, la época en Cartago estuvo marcada por la búsqueda de placer. A los diecinueve años comenzó una relación estable con una mujer con quien tuvo a su único hijo, a quien llamaron Adeodato.
Búsqueda espiritual
La lectura de Cicerón marcó el inicio de un gran interés por el estudio de la Filosofía. Dedicó entonces sus estudios a conseguir una corriente de pensamiento que satisficiera sus inquietudes. En el camino por encontrar una creencia basada en la razón y no sólo en la fe, abrazó finalmente el maniqueísmo, lo cual produjo una profunda aflicción en su madre, Mónica, quien decidió entonces entregarse a la oración y el sacrificio, cuyo fervor cristiano le hizo merecedora de ser santificada.
Por su parte, San Agustín profesó el maniqueísmo fervientemente durante algunos años en los que fue reconocido por su elocuencia y por ser un gran practicante. Igualmente, en esta época se adentró en la Astrología. En el año 379 d.C sus estudios y afán de conocimiento lo hicieron sentirse cada vez más vacío ante esta corriente que aunque definía la oposición del bien y el mal, no ofrecía una solución a esta dualidad.
Conversión al cristianismo
En medio de su búsqueda espiritual, en el 383 d.C, decide emprender un viaje a Roma, donde su amigo Símaco, quien fungía como prefecto de Roma, lo ayudó a conseguir un puesto como orador imperial de Mediolanum (ubicado en el actual territorio de Milán, Italia) convirtiéndose también en el rival del obispo Ambrosio en Oratoria.
San Agustín quedó fascinado con el verbo de este obispo durante su prédica. Comenzó a asistir a la liturgia, y comenzó a leer a los platónicos y las cartas de Pablo de Tarso. Finalmente en el 385 d.C, San Agustín rompió definitivamente con el maniqueísmo y se convirtió al Cristianismo, abrazó la ascesis como forma de vida, y se entregó al estudio del pensamiento cristiano. Un año más tarde se dirigió a Casiciaco con su madre y un grupo de compañeros, a fin de entregarse al estudio y la adoración a Dios.
En el 387 d.C, fue bautizado en la fe católica por el obispo Ambrosio. Posteriormente, decidió regresar a África, pero antes de partir su madre falleció. Ya en su país natal, San Agustín vendió todo sus bienes y el dinero de la venta lo repartió entre los pobres. Junto a un grupo de compañeros se trasladó a un lugar apartado, donde estableció un Monasterio. En el año 391 d.C, a pesar de su resistencia a dejar la vida monacal a la que estaba consagrado, asumió el sacerdocio. En el 395 d.C fue ordenado como obispo de Hipona, sin embargo transformó la casa episcopal en un monasterio.
Pensamiento agustiniano y años finales
A partir de entonces su actividad como predicador, teólogo y escritor es amplia. Se enfrenta discursiva y teológicamente con otras corrientes del pensamiento, a quienes vence con sus grandes dotes para la retórica. Llegó a participar en el III concilio de Hipona, desarrollado en el año 393 d.C, así como en el III y el IV de Cartago, ocurridos en el 397 y 419 d.C respectivamente, los cuales llegó a presidir.
Su obra escrita fue prolífica, destacando entre ella los textos Cartas a Amigos, adversarios, extranjeros, fieles y paganos, así como sus Soliloquios, Confesiones y la Ciudad de Dios los cuales versan sobre el conocimiento, la memoria, la sabiduría y la salvación del alma humana por parte de Dios, con quien se encuentra gracias al amor y a través de la interioridad espiritual, saliendo del pecado, y logrando su viaje de lo finito a lo infinito. Finalmente, durante la invasión de los bárbaros a su ciudad, San Agustín enfermó gravemente, falleciendo el 28 de agosto de 430 d.C. Su cuerpo reposa actualmente en la basílica de San Pietro en Pavía.
Fuente de imágenes: biografiasyvidas.com