Catalina y la cultura
Las aportaciones de Catalina no sólo fueron en los ámbitos políticos o sociales de Rusia, sino también dejó una impresionante contribución a la cultura rusa y europea durante la era de la Ilustración. Sus esfuerzos para promover la cultura se reflejaron en diversas áreas.
Catalina fue una apasionada mecenas de las artes y coleccionista de obras de arte. Durante su reinado, adquirió una gran cantidad de obras maestras de la pintura, la escultura y otras formas de arte. Su colección privada se convirtió en la base de lo que hoy conocemos como la Galería Tretiakov y la Colección Hermitage, dos de los museos de arte más importantes del mundo. Su compromiso con las artes enriqueció la cultura rusa y europea.
Creía en la importancia de la educación y promovió el desarrollo de instituciones académicas en Rusia, fundando la Universidad de Moscú y la Academia Rusa de Ciencias, lo que fomentó el avance de la educación superior y la investigación en el país.
Mantuvo correspondencia con influyentes pensadores europeos de la Ilustración, como Voltaire y Denis Diderot. Esta correspondencia le permitió estar en contacto con las ideas filosóficas y políticas de la época y adaptarlas a la realidad rusa.
Catalina alentó la literatura y la escritura, promoviendo la traducción de obras literarias extranjeras al ruso y apoyando a escritores rusos como Alexander Radishchev y Nikolai Karamzin. También escribió ella misma obras literarias, incluidas memorias y cartas.
Fomentó también la escena teatral y operística en Rusia, construyendo teatros y promoviendo actuaciones. El Teatro Bolshói de Moscú es un ejemplo de su contribución al desarrollo cultural del país. Se preocupó por la arquitectura y el urbanismo, encargando la construcción de numerosos edificios y palacios, algunos de los cuales son considerados obras maestras del estilo neoclásico.
Estableció escuelas de arte y ciencias para fomentar el desarrollo de jóvenes talentos en estas áreas. El reinado de Catalina se recuerda como un período de florecimiento cultural en la historia de Rusia.
El legado de una emperatriz ilustrada
Catalina la Grande, conocida también como Catalina II, fue una de las figuras más destacadas de la historia de Rusia y una de las líderes más influyentes del siglo XVIII. Su reinado, que abarcó desde 1762 hasta su muerte en 1796, transformó a Rusia en una potencia europea de primer nivel y dejó un legado perdurable en la historia del país y del mundo. En este artículo, exploraremos la vida, los logros y el impacto de esta emperatriz ilustrada.
La Ascensión al Trono
Catalina nació el 2 de mayo de 1729 en Stettin, Pomerania (hoy parte de Polonia) como Sofía Augusta Federica. Su padre, Christian August, era un noble alemán que pertenecía a la Casa de Oldemburgo y gobernaba el ducado de Schleswig-Holstein-Gottorp en el norte de Alemania. Su madre, Juana Isabel, también era miembro de la Casa de Holstein-Gottorp. La familia de Juana tenía conexiones con la realeza sueca y rusa.
Se casó con el gran duque Pedro de Rusia, heredero al trono ruso, en 1745 a la edad de 16 años. Tras la muerte de Pedro III en 1762, Catalina subió al trono y se convirtió en Catalina II de Rusia. Su ascenso al poder no fue sin controversia, ya que hubo acusaciones de que estuvo involucrada en la conspiración para derrocar a su esposo.
La muerte de Pedro III, esposo de Catalina la Grande y su antecesor en el trono ruso, ha sido objeto de especulación y controversia a lo largo de la historia. Aunque no hay evidencia concluyente de que Catalina haya ordenado directamente la muerte de Pedro, han surgido acusaciones y teorías sobre su posible implicación en los eventos que llevaron a su fallecimiento.
Pedro III reinó como zar de Rusia desde enero de 1762 hasta julio de 1762, cuando fue depuesto en un golpe de Estado liderado por su esposa, que luego se convirtió en Catalina II. Pedro III era impopular entre los nobles rusos debido a su devoción por la cultura prusiana y su aparente desdén por la cultura rusa. Además, había tomado medidas que amenazaban con debilitar la posición de Rusia en la Guerra de los Siete Años, lo que aumentó aún más su impopularidad.