El Emperador Qing
China
China es un gigante.
A lo largo de la Historia, y hasta que Europa comenzó a desarrollarse rápidamente y a generar un sistema industrial allá en los 1700’s, China fue indudablemente la mayor potencia mundial. Su único contendiente serio fue el Imperio Romano, que como China colonizó un área vasta, desarrolló avanzadas tecnologías y duró varios siglos antes de colapsar. La diferencia es que China renacería de entre las cenizas.
Como mencionamos en el artículo relativo a la Dinastía Song, muchas de las tecnologías que le permitieron a Europa surgir provinieron de China, y en el periodo 1000 – 1200 d.C. China de hecho comenzó a perfilarse como una futura potencia industrial. Es altamente probable que una Revolución Industrial habría sucedido en los dos o tres siglos posteriores de no haber sido por la masiva destrucción causada por la invasión mongola, que prácticamente destruyó el país y generó un trauma colectivo terrible que llevaría a las posteriores políticas aislacionistas de las dinastías Ming y Qing.
Sin embargo, aún luego de la conquista China seguía siendo un gigante. Ya hablamos en otro artículo de la Flota Exploradora de Zheng He, que se lanzó a la exploración del mundo llegando hasta África (y, dicen algunos, hasta América). Esta exploración ocurrió a comienzos de la Dinastía Ming y está claro que en este periodo China aún era un titán frente a los pequeños reinos europeos.
Ming y Qing: la arrogancia china
Pero su misma superioridad había llenado a China de una arrogancia poco pragmática.
Verán, luego de la derrota de los mongoles China adoptó una actitud de aislamiento que partía del supuesto de que el país no dependía de nadie y era tan desarrollado que tenía poco que ganar de integrarse con el resto del mundo. Esto era seguramente cierto en tiempos de la Dinastía Song, pero la superioridad china en este periodo se debía precisamente a su integración y su capacidad de aprender de los demás. El aislamiento llevaría eventualmente a la decadencia.
Pero este es un proceso lento. La dinastía Qing adoptaría muchas de las políticas Ming, incluyendo su noción de que China era el centro del mundo y todos le debían pleitesía. Para colmo de males, la dinastía Qing era extranjera (de los nómadas manchúes que conquistaron China en el siglo XVI) por lo que además ni siquiera tenía conocimiento de la historia china y de la tradición confuciana. Poco a poco, mientras las potencias europeas crecían y crecían en capacidades y poder militar, China decaía lentamente, dando lugar a la corrupción y dejando de lado la innovación tecnológica.
Cuando George Macartney llegó a China en 1793 buscando la creación de una embajada británica y la apertura china al comercio mundial el Emperador Qianlong dejó claro que no estaba dispuesto a aceptar ningún tipo de tratado. Macartney, como buen diplomático, llevó regalos al Emperador, pero éste no entregó nada al Rey Jorge II en agradecimiento. ¿Por qué iba el Emperador de la mayor nación del mundo deber nada a un monarca bárbaro de tierras incivilizadas?
Más interesante aún resulta la respuesta del Emperador a las peticiones de los británicos:
Nuestro Imperio Celestial posee todas las cosas en abundancia prolífica y no carece de producto alguno entre sus fronteras. No hay, por tanto, necesidad de importar manufacturas de los países bárbaros del extranjero a cambio de nuestro propio producto.
Queda clara la actitud china: “nosotros no necesitamos de nadie”.
Pintura de la Embajada Macartney ante el Emperador
Comercio y el problema de la plata
Pero había un problema. Resulta que los británicos tenían un gusto impresionante por varios productos chinos, en particular la seda, la cerámica y el té. Era imposible para ellos, sin embargo, exportar sus propias manufacturas para comprar este té, pues como se vio el Emperador Qing no aceptaba de ninguna manera la importación de mercancías extranjeras.
Esto era problemático para los británicos. China únicamente aceptaba plata como pago y era tal la magnitud del comercio que estaba vaciando los cofres europeos. Inglaterra tenía muchos productos que podría vender en China (incluyendo tejidos baratos, productos de sus colonias, acero), pero esto no servía de nada si China no aceptaba comprar.
Más importante aún: Inglaterra estaba comprometida en este periodo con una ideología de Laissez Faire (“dejar hacer”). Esto significaba que creía en la apertura de las fronteras comerciales y que buscaba beneficiarse de esta. Por supuesto, en teoría esto sería mejor para todas las naciones del mundo, pero en la práctica Inglaterra buscaba beneficiarse más y no tenía problema en usar la fuerza para así lograrlo.
China era un problema. La escasez de plata era un problema. Y como tal, las potencias europeas, dirigidas por el Reino Unido, decidieron que había que hacer algo.
Pero la oportunidad no llegaría hasta unas décadas más adelante.
Opio
El Opio es una potente planta psicoactiva con propiedades relajantes y somníferas. Pese al placer que genera su consumo, es altamente adictivo y extremadamente dañino para el cuerpo. Contrario a otras sustancias que pueden consumirse de manera regular sin impactos permanentes o graves, siempre y cuando se eviten los excesos (como la marihuana o el alcohol), el consumo regular de opio es casi siempre un camino a la adicción y la destrucción de las personas.
Por esta razón, ya en la dinastía Tang, más de un milenio antes de la dinastía Qing, el uso recreacional del opio había sido duramente controlado en China, una política que permanecería bajo los gobiernos subsiguientes y eventualmente llevaría a la prohibición del mismo por la dinastía Qing en 1729. En este periodo, sin embargo, el opio era difícil de transportar y se mezclaba con tabaco para crear Madak, por lo que fue el Madak y no el opio en sí mismo lo que fue prohibido.
Pero a medida que avanzaba el siglo y los europeos ganaban más y más control sobre los países asiáticos el cultivo del opio comenzó a mejorar. Ya podía producirse en masa y transportarse con seguridad por las rutas protegidas de los europeos, y comenzó a convertirse en un lucrativo negocio para las compañías británicas, francesas y holandesas.
Para los chinos, originalmente, el asunto no fue problemático. Más opio significaba más exportaciones de té, y esto beneficiaba al Emperador. Pero con el paso del tiempo el opio comenzó a hacer más y más daños en la sociedad china y en 1780 optaron por prohibirlo del todo. Fue en este periodo donde decidieron también que no necesitaban de ninguna “nación bárbara”, como vimos en la respuesta a la Embajada de Macartney.
Fotografía de consumidores chinos de opio a finales del siglo XIX
Sin embargo, el mercado del opio seguía creciendo. Para 1810 el asunto se volvió crítico, pues China comenzó por primera vez a perder plata en lugar de ganarla. El Opio que se importaba ya valía más que todas las exportaciones combinadas.
Y claro, seguía cobrando su costoso precio en la población de China.
La prohibición
Sin embargo, la dinastía Qing se mantuvo indiferente por años. El comercio del opio era lucrativo y compraba las almas de muchos representantes imperiales.
Pero para 1838 la situación ya era insostenible. Se calcula que un 27% de la población masculina del país era adicta al opio: una cantidad masiva para cualquier sociedad. El emperador Qing decidió este año atacar con todas sus fuerzas el comercio del opio al punto de ejecutar a los comerciantes.
Por supuesto, el opio había sido prohibido por décadas, pero a los europeos esto no les importaba porque igual su comercio era tolerado. Pero cuando se dieron cuenta que el Emperador Qing estaba en verdad dispuesto a acabar a sangre y fuego el comercio del opio, la cosa cambió. Los europeos no estaban dispuestos a modificar el status quo que ahora les convenía ni a tolerar que, una vez más, la plata fluyera de Europa a China y no al contrario.
Comienza el conflicto
El asunto surgió poco a poco. Originalmente, de hecho, la mayor parte del público británico miraba con malos ojos el comercio de Opio y apoyaba al pueblo chino. La orden china de capturar por la fuerza los cargamentos de opio era considerada razonable por muchos británicos (incluyendo a bastantes miembros del parlamento), por mucho que afectara a los mercaderes en India. Sin embargo, hubo un par de incidentes que le sirvieron de excusa perfecta al Parlamento Británico para lanzar la guerra.
El primero ocurrió en julio de 1839 cuando unos mercaderes británicos se embriagaron y cometieron un gravísimo crimen en Macao: el asesinato de un ciudadano chino. Por supuesto, fueron prontamente capturados por las autoridades británicas (a la cabeza del superintendente Charles Elliot), pero se pusieron a disposición de los británicos. Elliot pagó una indemnización a la familia de Lin (el ciudadano asesinado), pero se negó rotundamente a entregar a los culpables a las autoridades chinas. Elliot había sido el mismo que había ordenado a los barcos cargueros de opio el armarse para defender su mercancía, por lo que no tenía buena presencia ante las autoridades chinas. El asunto llevó al aislamiento de la guarnición británica por parte de los chinos y a una escaramuza que terminó con la fuga de los ingleses.
Caricatura británica ilustrando el comercio de opio
El segundo incidente estuvo relacionado con el ataque de Elliot a una nave británica que buscaba negociar sin Opio. Dirigida por cuáqueros, que por motivos religiosos veían en el comercio del opio un acto de profunda inmoralidad, esta embarcación quería comerciar legalmente, pero esto no convenía a los comerciantes de opio, que necesitaban que Inglaterra estuviese unida contra China. Por esta razón optaron por atacar a sus compatriotas mientras que los mismos chinos salieron a defenderlos. Por supuesto, no fue esto lo que se contó en el Parlamento, donde se aseguró que China había cometido los primeros actos de guerra.
Y fue así como el Parlamento, de mayoría Whig (partido muy conservador en este periodo), decidió declarar la guerra. Una guerra profundamente injusta en sus orígenes que derrumbaría el gobierno de la Dinastía Qing y llevaría al trágico comienzo de lo que en China denominan los “100 años de Humillación”. Pero de esto hablaremos en el próximo capítulo.
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