Espacio
A lo largo de la Historia, la humanidad siempre ha mirado al cielo con asombro. Para los antiguos griegos (y posiblemente quienes vinieron antes que ellos, como los egipcios, asirios y babilonios) el Cosmos era una entidad aparte, diferente en su naturaleza al mundo “corrupto” de la superficie terrestre.
Este pensamiento sería heredado por las sociedades europeas, que consideraban que el mundo celeste era naturalmente diferente al terrestre (algo que por lo demás coincidía con el pensamiento cristiano preponderante en este periodo).
Pero eventualmente llegaron quienes cuestionaban este paradigma. Primero fue Copérnico y su modelo heliocéntrico, que explicaba mucho mejor que el modelo geocéntrico la posición de los astros. Luego vino Galileo, quien inventó el telescopio y encontró que había una gran cantidad de cuerpos visibles únicamente con este dispositivo, ya fuese porque eran pequeños o estaban muy lejos.
Y luego vino Kepler, que encontró las órbitas elípticas de los cuerpos celestes y demostró que la Tierra no era más que un cuerpo celeste adicional rotando alrededor del sol. La puntilla final la pondría Newton cuando revelase que todos los cuerpos celestes (incluyendo la Tierra) son dominados por las mismas normas, pero esto no ocurriría hasta 1687.
En cualquier caso, el punto es que para el siglo XVII ya estaba claro que la Luna, Marte y el Sol no eran más que cuerpos celestes, y que la Luna y Marte eran de hecho semejantes a la Tierra. Y esto, a su vez, llevó a que muchos comenzaran a preguntarse: ¿y si la Luna tuviese, como la Tierra, sociedades humanas?
Fue en este contexto que John Wilkins, Clérigo británico y miembro fundador de la Real Sociedad de Londres, comenzó a pensar en viajar a la Luna.
En aquellos tiempos no teníamos tantos conocimientos de física como los tenemos hoy, por lo que muchas de las nociones provenían de errores de cálculo y/o comprensiones a medias. Por ejemplo, tomó bastante tiempo entender que el aire se concentraba en el terreno que rodea la Tierra y no se extendía por todo el espacio.
Descubrimiento de un Mundo en la Luna
Wilkins, como muchos otros de sus contemporáneos, era un hombre curioso. Pasaba mucho tiempo viendo la Luna por su telescopio, analizando sus características y pensando en qué podría existir en su superficie.
Fue entonces que publicó su libro, Descubrimiento de un Mundo en la Luna, en 1638. En este libro elucubraba sobre la posibilidad de que en este cuerpo celeste hubiese sociedades –que él denominó selenitas– y planteaba la importancia de visitarlos y comerciar con ellos.
Pero, ¿cómo llegar tan alto? Wilkins tenía una idea particular del funcionamiento de la gravedad (que en aquellos tiempos no era conocida):
“Carrozas volantes”
El británico creía, como muchos en su periodo, que estábamos “atados” a la superficie terrestre por una fuerza semejante al magnetismo. Como recordarán, un imán presenta una gran fuerza cerca de sí mismo pero reduce con rapidez su atracción a distancias cortas. Y la atracción es prácticamente nula a distancias largas.
Por esta razón Wilkins había realizado cálculos de que bastaría una altura de 36 kilómetros para “escapar” de la fuerza atractora terrestre. Una vez allí, las personas podrían volar con facilidad y llegar eventualmente a la Luna, respirando “el aire puro de los ángeles” durante el trayecto.
Eventualmente la ciencia comenzó a comprender los conceptos de atmósfera y vacío y Wilkins se dio cuenta de que sus planes de viaje espacial eran irrealizables. Pero aún así fue la primera persona en planear un viaje a la Luna, sin importar cuan inviable fuese.
Fuentes:
- https://www.historyextra.com/period/stuart/history-facts-weird-wonderful-surprising-medieval-georgian-20th-century/
- https://en.wikipedia.org/wiki/John_Wilkins#After_the_Restoration
Imágenes: 1: archive.org, 2: alfius.blogspot.com