Una guerra demente: La superioridad del más sanguinario
Nos hemos horrorizado muchas veces por los actos macabros de los nazis contra los judíos en los campos de concentración, también de la misma guerra que acabó con más de 70 millones de individuos. Pero mientras Europa se desangraba con las escenas de Hitler dando voces de superioridad de una raza “aria” y los experimentos nazis del doctor Mengele, al otro lado del mundo el Imperio Japonés no se quedaba atrás.
La superioridad nipona se complacía en la extensión de su territorio hacia China, Corea y la URSS, pero mientras los soldados luchaban, se crearon muchos escuadrones que pretendieron demostrar su superioridad de otra forma: en campos de experimentación biológica y química para elaborar armas letales y asquerosas.
La Kempeitai o policía secreta japonesa se encargó de crear escuadrones encargados del trabajo sucio en Manchuria, territorio chino ocupado por el ejército japonés. Se creó el Escuadrón 200, el Escuadrón 100, el Escuadrón 571 y una decena más encargados de perpetuar el crimen con el uso y creación de armas biológicas sobre australianos, chinos, rusos e inclusive norteamericanos y algunos ingleses. En total más de 200.000 personas fueron pasados por los instrumentos quirúrgicos de los japoneses.
Un caso documentado: El escuadrón 731
Fue el general Shiro Ishii quien encubrió los laboratorios en un edificio que semejaba un aserradero de madera, donde curiosamente las victimas eran denominadas “maruta” (pedazos de madera). Las personas de los alrededores del lugar, fueron las principales víctimas desde 1932 hasta el final de la guerra. Niños, ancianos, mujeres embarazadas fueron parte del repertorio social atormentado con los experimentos.
Posiblemente este fue el grupo más asesino y brutal que haya existido en el mundo. Las victimas pasaban a diferentes habitaciones donde eran cercenadas, privadas de alimento y sueño, infectadas de sífilis, gonorrea y otros gérmenes mortales. Otros eran inyectados con orina de caballo, burbujas de aire y de agua en la sangre para simular apoplejías.
Pero además de estos escandalosos experimentos las víctimas eran horrorizadas en ambientes extremos; se metían en cajas a presión máxima y sus órganos se derramaban por el piso por abusivo uso de gravedades artificiales. Se llevaban a cabinas que giraban eternamente y no se sacaban sino antes de morir para ver los resultados de la inhumana prueba. Aunque eso no es nada comparado con balas llenas de gérmenes, pulgas transmisoras de pandemias que se creían eliminadas y las famosas reimplantaciones de miembros, que formaba verdaderos monstruos que no tenían nada para envidiarle a Frankenstein o a seres mitológicos como el veloz Centauro y al feroz Cancerbero.
La obligación de tener relaciones sexuales con animales cuadrúpedos y vivíparos fue otra muestra fatal del artificio nipón. No sólo se obligaba a morir en tristes condiciones; era la vida la que tenía el propósito de hacerse duradera por un periodo largo con las mutaciones y vivisecciones radicales a las que eran expuestos los diferentes prisioneros de este cruel escuadrón.
Muchas enfermedades como ántrax, disentería, peste bubónica y otras llevaron a la experimentación de armas biológicas, usadas luego sobre la población civil china. No dejaron vida sino algunos pocos que pudieron escapar y por ellos conocemos los testimonios de seres desmembrados que eran obligados a comerse vivos a ellos mismos.
Lo interesante de la demencia: libertad y una vida tranquila para los asesinos.
Una clara muestra de la fatalidad de la guerra es la inocencia y el indulto proporcionado a los agresores japoneses, dejándolos volver a territorio japonés después de la guerra. Ellos siguieron con sus trabajos y una vida común. Solo algunos chinos cobraron justicia, pero los ajusticiados fueron pocos en relación con los que siguieron trabajando en laboratorios de las universidades japonesas. Nunca se dio un veredicto contra todos los asesinos.
Muchos de estos escuadrones fueron ocultados, se explotaron, se quemaron expedientes, pero aun en el 2003 algunas personas que excavaron el sitio donde estaba el aserradero 731, sufrieron la infección de las armas químicas ocultas por más de 50 años. Hoy en día se desconoce cuantos sitios como este quedan ocultos a nuestra vista.
Algunas fuentes para acercarse a las atrocidades del “Escuadrón 731”
Para quien le interese está la película Escuadrón 731, el film ruso Philosphy of a Knife y la china Men Behind de Sun, la canción de Slayer Unit 731 y el libro Forest Sea.
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