Catalina de Médici
El rey Enrique II y su inesperada muerte
Fue muy curioso el hecho de que Catalina de Médici, esposa del rey de Francia Enrique II, mandara traer un hombre como Michel de Nostradamus a la corte parisense. El famoso adivino que se volvería tan popular luego de escribir “Las centurias”, despertó la curiosidad de la reina por una de las mil predicciones que él escribió.
La reacción de la sociedad frente a lo que había escrito el adivino se dividía en dos opiniones (unos pensaban que era un genio y otros que era un enviado de Satanás). Con su invitación, la reina ocultaba su gusto más profundo por una religión pagana que practicaba en la clandestinidad, donde tenía jóvenes sacerdotisas y muchos astrólogos. Se ha dicho que su gusto por la predicción la hacía consultar un espejo mágico donde lograba ver el futuro.
Nostradamus había publicado la primera parte de su obra magna y ella la había leído. Encontró que la encíclica 35 hablaba de la muerte de su esposo, el rey. Incluso mostró a Enrique dicha profecía y el quedó atónito. Le profecía rezaba lo siguiente:
“El león joven superará al viejo
En campo bélico, por singular duelo.
En jaula de oro le reventará los ojos.
Dos combates uno, luego morir de muerte cruel”
(Tomo I, Profecía 35)
Nostradamus diría a la reina que era imposible deshacer la profecía, pero de todas maneras advirtió al rey que no participara en duelos de caballería, pues ellos podían hacer cumplir más rápido lo que se había escrito. Aun así, en 1559, Enrique II, participó de los combates rituales que eran muy usuales en las fiestas de la corte. Su hermana Margarita se casaba con el duque de Saboya y su hija Isabel con el rey Felipe II de España.
Miles de personas fueron al lugar donde se celebraba la boda, sólo para ver al rey con su armadura dorada y el símbolo de león de su escudo. Enrique participó sin miedo de todos los combates que pudo, hasta que enfrentó al joven capitán de los guardas escoceses y conde de Montgomery en el último día de los combates.
Desafortunadamente habían quedado en tablas y el rey quiso una revancha donde el conde introdujo parte de la astilla de su lanza en la visera de oro de su rey accidentalmente. Enrique vivió diez días más padeciendo la ceguera y el dolor más profundo de su vida, al momento en que murió la reina buscó de nuevo a Nostradamus para saber que iba a ser de sus hijos.
Enrique II
La profecía de los hijos muertos
Siete niños huérfanos dejó Enrique II y Catalina buscó al profeta para saber que sería de ellos. John Hogue en su libro “Nostradamus y el milenio” nos recuerda el famoso rito que hicieron. Practicado a espaldas de la iglesia, en 1560, el laboratorio de Chaumont donde solía escribir sus profecías, la reina y Nostradamus hicieron un acto mágico: la revelación del espejo mágico que consistía en entrar a un círculo mágico trazado en piedra, ubicado frente a un espejo para revelar el futuro.
En el espejo con sangre de paloma estaban escritos los cuatro nombres hebreos de Dios: Yahvé, Elohim, Mitratron y Adonay acompañados de varios inciensos y hierbas rituales que habían sido quemadas. Ambos pronunciaron palabras mágicas, tras lo que la reina pidió al ángel Anael que le mostrara el futuro y a continuación, en la habitación apareció uno de sus hijos.
Era Francisco II, dio una vuelta a la habitación y desapareció. Esto lo interpretaron con que estaba próxima su muerte. Luego la reina volvió a pedirle a Anael por sus otros hijos varones y apareció Carlos IX que en esa época no era más que un niño, dio 14 vueltas y desapareció. Luego preguntó por el otro Francisco, conocido como duque de Alençon, él daría unas cuantas vueltas y finalmente por su hijo preferido Enrique III, el que tendría el trono. Este último daría unas vueltas no más y desaparecería para luego volver convertido en Enrique de Navarra, alguien que no era de la familia. Cabe agregar que cada vuelta que daban los príncipes, era un año de vida. Todo demostraba que los hijos morirían jóvenes y sin herederos al trono.
La reina se atormentó tenazmente por estas oscuras revelaciones que se fueron cumpliendo al pie de la letra. El rito pagano de adivinación que practicaron no pudo deshacer las verdades que había arrojado, pero la reina dejó sus esperanzas en las hijas, las cuales estaban casadas. Claudia, la única que seguía soltera, fue obligada a casarse en consecuencia.
Nostradamus
La extinción de la casa Valois
Pero ni siquiera las hijas pudieron perpetuar la dinastía. Isabel, la esposa de Felipe II, murió de parto a los 22 años, cuando se figuraba como una gran reina. Esto conmocionó a todos los hermanos vivos aun. No pasó mucho tiempo para que muriera Claudia, “el patito feo” de la familia, también por un parto a los 28 años. Sólo quedaba “la pequeña Margot”, esposa de Enrique de Navarra.
Esta última hija no dejaría niños, pues por su desenfrenada ninfomanía, su esposo la despreciaría, ocasionando el fin de la casa de los Valois. Moriría a los 53 años sola.
Imágenes: 1 y 2: wikipedia.org, 3: mx.tuhistory.com