Leyendas urbanas
Nadie sabe de dónde surgen las leyendas urbanas, al menos en la mayor parte de los casos. Por lo general comienzan como un rumor que va creciendo a medida que más y más personas lo confirman y termina por convertirse en un relato que nadie cuestiona. Los lugares se vuelven entonces macabros, llenos de un aire sospechoso.
Esto fue lo que sucedió con el Puente del Hombre Conejo. Nadie sabe con exactitud desde qué periodo comenzó a aparecer en el puente, pero la leyenda rastrea su origen a un antiguo asilo ubicado en Clifton, en el estado norteamericano de Virginia.
El Asilo de Clifton
No se sabe con exactitud cuándo se fundó el llamado Asilo de Clifton, pero ya estaba allí hacia principios del siglo XX. Aunque originalmente se encontraba en un territorio despoblado, luego de la Guerra de Secesión el área comenzó a llenarse de colonos y con el tiempo se constituyó en una pequeña población de unas 300 personas.
Como cualquiera, los recién llegados no parecían demasiado contentos con el asilo en las cercanías y solicitaron al gobierno del Estado de Virginia que trasladara los internos a otra región. Tras una negociación inicial el gobierno aceptó y se construyó un nuevo asilo (hoy conocido como “La Prisión de Lorton”) al cual se dispusieron entonces a trasladar los pacientes en otoño de 1904.
En este proceso, sin embargo, no todo parece haber salido bien. Un accidente llevó a que el vehículo que transportaba a los internos se volcara, matando a algunos e hiriendo muchos más. Unos cuantos, sin embargo, sobrevivieron al choque casi ilesos y como es lógico aprovecharon las circunstancias para escapar.
El nacimiento del hombre conejo
La policía pronto puso manos a la obra y comenzó de inmediato la búsqueda de los prófugos. El asunto se alargó más de lo pensado: los días se volvieron semanas, las semanas, meses, pero 4 meses después del incidente todos los prófugos menos dos (Marcus A. Wallster y Douglas J. Grifon) se encontraban bajo custodia de las autoridades. Sin embargo, al tiempo que el asunto parecía, por fin, estar terminando, comenzaron a aparecer en el bosque gran cantidad de cadáveres de conejos.
Y poco tiempo después apareció el cadáver de Marcus Wallster.
Se encontraba en el puente de la Estación Fairfax (que a partir de entonces vino a conocerse con el nombre del Puente del hombre Conejo). En su mano había una extraña herramienta (algo así como un martillo – cuchillo) construida con madera y una roca: las autoridades no le pusieron cuidado al asunto, en este punto estuvieron sencillamente aliviados de que el hombre hubiese aparecido.
Halloween
Y entonces vino Halloween. Las autoridades, a estas alturas, consideraban que Grifon había muerto y no se habían preocupado por seguirlo buscando.
La noche de aquel 31 de octubre ocurrió el segundo acto atroz del Hombre Conejo (el primero, del que no fueron conscientes las autoridades, fue el asesinato de su compañero de fuga): el asesinato de tres jóvenes que cometieron el error de visitar en la noche el puente que consideraba suyo.
No se sabe qué pasó con exactitud. Los jóvenes se encontraron degollados, colgados de los lados del puente y con heridas que parecían haber sido realizadas por la misma herramienta que apareció al lado de Marcus, el otro prófugo. Entonces comenzó la pesadilla del hombre conejo.
Más asesinatos
Eventos parecidos ocurrirían un año después, en Halloween de 1906. En esta ocasión, una joven llamada Adrian Hatala decidió hacerse a una distancia prudente del puente en caso de que algo semejante sucediera: fue testigo de lo ocurrido y, según su relato, una luz a medianoche apareció en medio del puente y luego de algunos segundos (y los gritos desesperados de los que allí se encontraban) sus cuerpos, de nuevo, aparecieron colgados en el puente. La joven salió corriendo, aterrada, pero fue incapaz de relatar lo sucedido (apenas era capaz de balbucear) y cuando se terminó de comprender su historia nadie la creyó. Terminó, ella misma, en un asilo.
Un nuevo asesinato en masa en 1913 probó que era inocente, pero para entonces era demasiado tarde. Ella misma había enloquecido luego de su experiencia y su contacto con un medio como ese: pasaría allí el resto de su vida hasta morir, de un shock, en 1953. Algunos relatan que en sus últimas alucinaciones hacía referencia al hombre conejo: parece ser que al final terminó por alcanzarla.
En cualquier caso, el lugar se convirtió luego de ello en un puente prácticamente abandonado, que solo se cruzaba en el día y, preferiblemente, con compañía. Nuevos asesinatos en 1943 y 1976 recordaron a los locales que el hombre conejo seguía allí.
Otras leyendas
Algunos afirman que el hombre conejo fue capturado y murió en un dudoso operativo de la policía. Las pruebas habrían sido alteradas para que pareciera un suicidio y el hombre, de algún modo, habría permanecido en este mundo buscando venganza por su destino.
Por otra parte, una investigación reveló que los principales documentos oficiales relativos a un relato de este tipo aparecieron en los 1970’s, cuando muchas personas denunciaron que un hombre con piel (o disfraz) de conejo había aparecido en el puente y los había atacado con un hacha. No se sabe si se trataba de una aparición o de un loco, pero muchas de las víctimas escaparon con relativa facilidad (contrario a los casos previos). Quizás fue aquí donde surgió toda la leyenda… o quizás el hombre estaba sencillamente viejo y ya no tenía la fuerza de años pasados.