Armero cubierto por la avalancha
Un aniversario doloroso
Se cumplen por estos días 30 años de una noche triste, aciaga, dolorosa. De un suceso cuya cicatriz dejó impronta en todos y cada uno de los habitantes de mi querida Colombia. A 3 décadas del desastre de Armero, el peor en la Historia de nuestro país, no queda más que recordar algo de su historia, de sus circunstancias y de las miles de víctimas cuyas voces se acallaron de pronto, bajo el peso infausto del Volcán dormido. Que su historia no se olvide, y que nos sirva para que jamás se repita este suceso.
Quienes recuerdan la mañana del 14 de septiembre de 1985 suelen mencionar las transmisiones radiales que en aquella mañana llenaron los titulares de los noticieros. En aquel momento el país sabía que el volcán Nevado del Ruiz acababa de hacer erupción, lo que no estaba claro eran las implicaciones de dicha erupción. En las primeras horas de la mañana un piloto que sobrevolaba la zona se comunicó con el canal de noticias RCN. Su testimonio heló la sangre del país entero:
“Acabo de sobrevolar Armero. No veo más que una playa”.
Crónica de una tragedia anunciada
Hoy se dice que debimos estar preparados, pero no lo estábamos. Por meses las autoridades vulcanológicas habían lanzado advertencias al Gobierno Nacional sobre la inminencia de una erupción, y para septiembre y octubre ya se habían organizado protocolos de evacuación. El mismo día de la erupción una evacuación se suspendió en Armero (municipio de unos 30.000 habitantes) y cuando fue a ser retomada, a las 7:00 pm, una tormenta eléctrica impidió que se realizase de manera efectiva.
Los habitantes fueron testigos de una inundación a eso de las 11:00 pm, pero consideraban que no había peligro más allá de los naturales daños que vienen del agua. Fue entonces cuando el primer lahar, una gigantesca masa de lodo moviéndose a 12 m/s, impactó en la ciudad. Armero fue borrada del mapa.
La erupción del volcán y la llegada de la muerte
Se trataba de una tragedia anunciada. Pese a su poca preparación para percibir las señales de alerta, los institutos colombianos (y varios institutos extranjeros) ya habían advertido al Gobierno Nacional del peligro en una serie de notas que el Congreso calificó de “alarmistas”. Varios mapas que alertaban del peligro no fueron distribuidos masivamente o se editaron de manera que no resultaba clara para personas no conocedoras de la cartografía, y el alcalde y el sacerdote del municipio aseguraron en repetidas ocasiones que el lugar no corría peligro.
El mayor problema, sin embargo, fue lo poco preparada que estaba la ciudad para una evacuación de emergencia. Incluso asumiendo todos los factores antes mencionados, si las personas hubieran preparado la evacuación previamente perfectamente habrían podido salvarse: fueron más de 3 horas desde la alerta máxima emitida por el Gobierno, a las 7:00 pm, hasta la llegada de la primera avalancha.
La llegada de la muerte
Los sobrevivientes nos relatan un escenario verdaderamente apocalíptico. Tras una noche que muchos definen como “tranquila”, a las 11:30 llegó el primer lahar. Serie tras serie, la gigantesca masa de lodo cubrió toda la ciudad hasta una altura de casi 5 metros, matando en pocos minutos a tres cuartas partes de su población: unas 20.000 personas. El lodo se movía a grandes velocidades, cargando consigo grandes pedruscos que cargaban consigo todo lo que se interponía en su camino y piedras más pequeñas que laceraban y lastimaban a los supervivientes. Por su gran velocidad, el lodo podía causar asfixia en cualquier persona que atrapara en su camino.
El sufrimiento de los supervivientes no tiene parangón. Muchos lo perdieron todo: sus hogares, sus familias, sus amigos. Algunos se salvaron por casualidad, otros lograron escapar justo a tiempo sin apenas darse cuenta. Famoso es el relato de un padre que salió con uno de sus hijos y tras dejarlo a salvo en una colina se dio media vuelta para volver por su esposa y sus otros dos hijos. Cuando lo hizo, su casa había desaparecido.
Quienes se salvaron, agarrados lo mejor que pudieron a los tejados de las casas, o en zonas altas de la cercanía, cuentan aquella noche como un escenario salido del infierno mismo. Tras el cese del estruendo, cuando nadie sabía bien que estaba pasando, el aire se llenó de los gemidos de los heridos y moribundos cuya desesperación llenó de un aire tétrico la noche de la catástrofe. Los sobrevivientes se debatían entre el fango, tratando de sacar a sus familiares o amigos… aunque la negra noche limitara mucho sus posibilidades. No fue hasta la llegada de la mañana que la catástrofe se presentó en toda su miseria.
Antes y Después de Armero, visto desde el aire
El rescate
Los rescatistas quedaron anonadados ante la catástrofe. Nunca en la Historia de Colombia había sido un poblado destruido, desaparecido por las fuerzas de la naturaleza. De la columna de lodo sobresalían los techos y paredes de algunos hogares, así como costales con café, algodón y arroz y todo tipo de bienes de las casas. Muchos supervivientes, a medio camino entre el lodo y el aire, se debatían por librarse, algunos con serias heridas que limitaban su movilidad. Entre el lodo se veían también los cadáveres de quienes no habían vivido para ver el alba.
Un equipo de noticias, camino al desastre, se encontró con un grupo de gente pidiendo ayuda para sacar a una mujer entre el lodo. Usando la camioneta, lazos y la fuerza de varios hombres la mujer fue al fin liberada. Salió desnuda, cubierta de barro, símbolo de la catástrofe que acababa de ocurrir: primera impronta del desastre fue bautizada “La Venus de Barro”.
La Venus de Barro
Otros no tendrían tanta suerte. Sobre ellos (y en particular sobre ella, que ya todos saben quién es) hablaremos en la segunda parte.
Parte 2
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