Definición del valor de la Prudencia
En el ámbito de los valores humanos, se conoce como Prudencia a la capacidad que tiene un individuo de saber percibir cuál es el momento justo para tomar una decisión, cometer un acción, hacer una pregunta, o comunicar algo.
De esta forma, una persona prudente es aquella que puede medir de forma acertada las consecuencias de sus actos, evitando cometer errores que puedan traerle dificultades en los procesos de su vida o hacer que hiera a alguien por decir algo inapropiado. Esto para nada signifique que la persona prudente no cometa errores como humano que es, pero la práctica de este valor hará que pueda evitarlos en la medida de lo posible, obteniendo por el contrario resultados positivos por actuar asertivamente en el momento indicado.
Así mismo, la Prudencia es un valor estrechamente relacionado con otros como la Empatía, la Paciencia, la Laboriosidad y el Amor, virtudes todas estas que harán que la persona sea comedida con sus críticas y comentarios, a fin de no herir las emociones de los otros seres con quienes convive. De igual forma, una persona prudente también será una persona que se guíe por su intuición para saber cuál es el momento preciso para actuar, a fin de no precipitar las situaciones.
Importancia de la Prudencia como valor
En cuanto a la repercusión que tiene el valor de la Prudencia en la vida de un ser humano, la Psicología ha indicado que en la medida en que una persona tenga integrado este valor dentro de su estructura de pensamiento y acciones, será un individuo que tienda a ser comedido y justo en sus comentarios hacia y de otras personas, lo que a la larga lo hará ser percibido por su entorno como una persona confiable y prudente, situación que se traducirá en el establecimiento de relaciones interpersonales sólidas, basadas en sentimientos de respeto, admiración y fraternidad.
De igual forma, la Prudencia puede abrir puertas laborales y profesionales, pues una persona considerada como prudente siempre será mucho más considerada para cargos de confianza, pudiendo contar entonces con mucho más prestigio para ir subiendo distintas escalas laborales. Así mismo, la Prudencia trabaja de la mano con la intuición para advertirle a la persona què actitudes o decisiones pueden ponerlo en riesgo, por lo que contar con este valor dentro de su esquema de virtudes, hará que el individuo se mantenga en la medida de lo posible lejos de posibles peligros y perjucios. Esto para nada significa dejar de actuar o atreverse, simplemente significa tener la capacidad de saber cuándo debe hacerse.
Por otra parte, en un sentido mucho más amplio, la Psicología se ha referido también a una sociedad donde la mayoría de sus integrantes practiquen la Prudencia como un valor. En este sentido, los profesionales del comportamiento humano han señalado que una comunidad humana que se oriente por el valor de la Prudencia será un colectivo que tienda a la Paz y el Respeto, pues sus integrantes serán respetuosos y justos en sus comentarios y acciones, lo que a su vez generará una red de relaciones interpersonales sólidas y de amistad, que con el tiempo producirá también la Sinergia adecuada para marchar hacia escenarios de desarrollo y bienestar común.
Adquisición de la Prudencia como valor
A pesar de que la Prudencia es un valor inherente a la capacidad humana, la Psicología también ha expresado la necesidad que hay de inculcar y estimular este valor en los niños, desde las primeras etapas de la infancia, a fin de formar individuos que a lo largo de su vida puedan actuar guiados por su intuición e inteligencia emocional, logrando tomar decisiones adecuadas, que se traduzcan en comentarios asertivos, buena comunicación personal, acciones no riesgosas y decisiones precisas, cosas que juntas encaminarán a la persona hacia estados de felicidad y éxito.
No obstante, existen padres y maestros que puedan llegar a sentirse un poco desorientados en la tarea de sembrar y cultivar el valor de la Prudencia en los más pequeños, por lo que la Psicología también ha diseñado una serie de estrategias que pueden ponerse en práctica a la hora de realizar esta tarea. A continuación, algunas de ellas:
1.- Como siempre que se trata del aprendizaje de una actitud o valor, la principal herramienta que debe usarse es el Ejemplo. En este sentido, unos padres que se comporten de manera prudente con los otros, es decir, teniendo comentarios justos y apropiados, que no atenten contra la integridad de su interlocutor, o que revelen alguna confidencia inapropiada, será un niño que se forme siendo consciente de que la comunicación entre las personas debe darse desde el respeto, la cordialidad y lo positivo.
2.- Igualmente, resalta la Psicología, es común que los niños cometan imprudencias durante las primeras etapas de su vida, como decir algo que sus padres han comentado en la privacidad del hogar, o decir lo que les parece de una comida o aspecto de otra persona. Por más gracia que cause esta situación en los padres, es necesario que sin reprimir, se le comente al niño sobre las consecuencias de lo que ha dicho o hecho, a fin de que el infante entienda desde temprano que sus actos y palabras tienen un efecto en los otros, y en él mismo.
3.- Así mismo, debe mostrársele a los niños, en un lenguaje sencillo, el por qué se le prohíbe comer ciertas cosas, o realizar determinadas actividades, a fin de que entienda que el ser humano debe resguardar su seguridad, y que llegará el momento en el que estará preparado para realizar aquello que tanto desea. De esta forma aprenderá a medir los peligros y a saber que existe un momento en la vida para todo.
Fuente de imagen: elpensante.com