El cisma de oriente consistió en un conflicto religioso cristiano, en el que la Iglesia Católica enfrentó varias divisiones, sobre todo cerca del año 1054.
Pero varios precedentes se registrar—on del cisma, como en épocas del emperador Miguel III, quien con el ministro Bardas en el 857, se atrevieron a sacar del poder de la sede constantinopolitana a Ignacio, luego considerado San Ignacio, y en su lugar colocaron a Focio, quien recibía órdenes directas del Vaticano y era considerado como “un demonio sagaz”, porque se disfrazaba muy bien de santo, pero por detrás era muy malvado.
Sin embargo, a pesar de que la historia registrara las atrocidades de Focio, el papa Juan XXIII pretendió postularlo como patriarca legítimo en vez de a San Ignacio. Pero las opiniones y posturas sobre Focio y esos acontecimientos de Constantinopla, fueron unas causas que contribuyeron siglos más tarde al cisma de oriente.
El papa León IX, quien era el jefe del Vaticano en el año 1054, mandó una comitiva para Constantinopla, conformada por los arzobispos Federico de Lorena, Pedro de Amalfi y el cardenal Humberto de Silva. Llegaron con unos documentos denominados “legados”, donde se desautorizaba y deslegitimaba ecuménicamente al patriarca Miguel I Cerulario. Pero éste se resistió al mandato del Vaticano.
Entonces fue excomulgado de la Iglesia Católica Romana y además de todo, humillado por el Vaticano, ya que el cardenal Humberto de Silva Candida publicó un escrito llamado “Diálogo entre un romano y un constantinopolitano”, en el cual desdeña uy se burla de los griegos y sus costumbres.
El Cisma inicia cuando Cerulario reacciona ante las actitudes vaticanas, quemando la bula donde se ordena su excomunión, el 24 de julio de ese año ante el público, y también excomulga al cardenal Humberto y a otros tantos. Poco tiempo después, el papa fallece y por eso la excomunión del cardenal quedó anulada.
Los ecuménicos de Roma contra los constantinopolitanos
En esos momentos la Iglesia Católica se dividía en dos bandos primordiales: la Iglesia ecuménica de Roma y la del patriarcado de Constantinopla. Por un lado, el Papa reclamaba la suprema autoridad sobre el pueblo cristiano universal, pero por el otro, los constantinopolitanos luchaban porque no se siguiera ese esquema piramidal planteado por Roma, donde sólo una hubiera una cabeza, sino donde hubiera varios patriarcas y directivos de la Iglesia, otorgándole la supremacía, autoridad y máxima jerarquía a Jesucristo, mientras que esos directivos fuesen todos iguales.
Esas dos posturas eran muy diferentes en varios aspectos, especialmente litúrgicos, institucionales, episcopales y patriarcales. Ese Cisma dio origen a la Iglesia Ortodoxa y se mantuvo al margen de la Iglesia del Vaticano por más de cinco siglos.
Causas primarias
Hacía mucho tiempo atrás, se había presentado una causa igualmente relevante.
En el año 390, el emperador Teodosio I había dividido el imperio en dos: occidente y oriente. El primero, fue heredado por su hijo Honorio; el segundo, cuya capital fue Constantinopla, fue Arcadio.
Sumados estos precedentes al gran poderío que el Papa adquiría rápidamente, ocasionó que algunos obispos de oriente también anhelaran el poder como Roma. Por esos años, en el 381, se llevó a cabo el famoso concilio de Constantinopla, el cual tuvo como uno de sus promotores primordiales a Dámaso, considerado como un sujeto ruin y ambicioso.
Los cinco patriarcados
Dámaso pretendía, supuestamente, ordenar cabalmente a las distintas iglesias que estaban disputándose el poder. Entonces, Roma quedó en el trono. Se catalogó a la Iglesia de Constantinopla como la segunda al mando. El tercer lugar en el poder lo tenía la Iglesia de Alejandría y por último, la de Antioquía. Pero un siglo más tarde se añade la Iglesia de Jerusalén y quedan en total cinco iglesias que se denominaron los patriarcados, pero Roma era la cabeza.
Esas iglesias por separado, se llevaron muy mal desde el comienzo, porque distaban en posiciones ideológicas y de forma. De tal modo que se fueron desencadenando serias discusiones de índole religioso, como las de los monofistas, eutiquianos y Nestorio. Se polemizaba por la verdadera naturaleza del Cristo y por la jerarquía de María de Nazareth, Madre de Jesús, a quien algunos afirmaban que no s ele podía llamar “la Madre de Dios”.
Varios concilios se efectuaron, en los que cada vez más se dividía el catolicismo cristiano. El concilio de Calcedonia en el año 451. Los dos Concilios de Nicea y la unidad de la iglesia bizantina.
En el siglo VI, los bizantinos protagonizaban la lucha por el poder directivo de la Iglesia. Estos bizantinos lograron dominar el norte de Italia, manteniendo las posturas de Constantino. Roma por su parte, se esforzaba en que la religión dominara por todas partes a la política, ubicándose en el ojo de la pirámide.
En la actualidad, la Iglesia sigue dividida y continúan las luchas por el poder absoluto del Vaticano. Pero la historia demuestra detalladamente, que todos estos conflictos iniciaron con el nacimiento de la Iglesia Católica Apostólica y Romana, en el concilio de Nicea, orquestado por el sanguinario emperador Constantino. Las bases están en ríos de sangre y corrupción.