Inteligencia
¿Qué es la inteligencia? ¿Cómo podemos definirla?
Por lo general, entendemos la inteligencia como una mezcla entre la capacidad de aprender y la capacidad de solucionar problemas complejos. Si bien la mayor parte de animales que consideramos “inteligentes” son mamíferos, aves o cefalópodos (en especial los pulpos), recientes estudios han demostrado que también los reptiles son capaces de aprender y crear soluciones creativas: de ello hablamos en el artículo ¿Son los reptiles más inteligentes de lo que creemos?.
Pero hoy hablaremos de un tema aún más interesante: ¿es posible hablar de inteligencia cuando tenemos un organismo que ni siquiera tiene cerebro?
Pues bueno, algunos investigadores consideran que en un sentido muy general sí, es posible hablar de inteligencia en organismos que ni siquiera tienen un sistema nervioso. Y el mejor ejemplo de ello es un peculiar hongo conocido como el Moho de Muchas Cabezas.
Physarum polycephalum
El moho de muchas cabezas es una especie con un ciclo de vida muy particular. Cuando una de sus esporas encuentra condiciones favorables de inmediato se convierte en un hongo unicelular, que comienza entonces a alimentarse.
A medida que se va multiplicando, y que otras esporas van germinando en las cercanías, algo interesante comienza a ocurrir: los hongos unicelulares se unen para formar una colonia, un plasmodio que se mueve al unísono buscando alimento. Este comportamiento se mantiene hasta que se acaba el agua (en cuyo caso el plasmodio se endurece y entra en un estado de latencia, esperando mejores condiciones) o hasta que se acaba el alimento (en cuyo caso el plasmodio simplemente entra en etapa reproductiva, lanza esporas al aire, y muere).
Pero durante su vida, el plasmodio, aún cuando ni siquiera es un solo organismo (es más bien una colonia) y, claro, no tiene sistema nervioso, presenta muchos comportamientos que podríamos considerar inteligentes. Veamos:
La inteligencia de la masa
Este organismo ha sido estudiado en diversas ocasiones por su capacidad de resolver lo que parecen ser problemas bastante complejos. Veamos algunos:
Laberinto:
Cuando se pone un plasmodio de este moho al principio de un laberinto, y alimento al otro lado, el plasmodio de inmediato comienza a buscar una manera de llegar a éste.
Por supuesto, al principio el organismo entra por todos los caminos, buscando una salida. Sin embargo, pronto comienza a encontrar rutas cerradas y retrae sus “brazos”. En este momento, el plasmodio ha dejado en medio de los caminos un limo que le indica que este camino ya fue recorrido y no tiene nada en él.
Es un sustituto rudimentario, pero muy eficaz, de un sistema nervioso de memoria. Con el limo, el hongo “recuerda” cuáles caminos no debe tomar.
Más interesante aún: el plasmodio eventualmente encuentra la comida, generalmente llegando por varios caminos. Pero tiene una manera de saber cuál es el camino más rápido, y de inmediato comienza a “sustraer” sus brazos por los caminos más ineficientes, concentrando su recorrido únicamente en el más eficiente.
Redes de transporte
Y aquí llega un asunto más interesante: como el plasmodio sabe cuáles son las rutas más eficientes para llegar a lugares diferentes, puede usarse para crear réplicas de los sistemas de transporte de un país.
Por ejemplo: unos investigadores pusieron un plasmodio en un plato que imitaba la forma de Japón. El plasmodio estaba donde estaría Tokio, y diferentes trozos de comida estaban en donde estarían las principales ciudades de Japón. Y tras esparcirse por el plato, y llegar a los distintos lugares de comida, el plasmodio se concentró en las líneas más eficientes, creando una réplica extremadamente fiel del sistema de transporte rápido de Japón.
Contando minutos
De manera sorprendente, este organismo sin cerebro también es capaz de calcular el tiempo.
Un equipo de investigación comenzó a bajar la temperatura del plato de un plasmodio de este moho, de manera consistente, cada 30 minutos. Al bajar la temperatura, el hongo se ve obligado a bajar su metabolismo, y el no hacerlo rápidamente lo obliga a gastar recursos innecesarios.
Tras realizar este truco varias veces, los investigadores notaron que el hongo comenzaba a “prepararse” unos minutos antes de que bajara la temperatura, y al dejar de bajarla notaron que igual seguía reduciendo su metabolismo en este momento. Esto significa que el organismo es capaz de llevar cuentas del tiempo, aún cuando no tiene sistema nervioso.
Buscando la mejor comida
Por último, un curioso experimento realizado que le ofrecía al plasmodio diferentes “variedades” de alimento se encontró con que el organismo era capaz de detectar los alimentos más saludables y los prefería frente a sus contrapartes.
En efecto, el plasmodio era capaz de detectar los alimentos con las mejores relaciones entre carbohidrato y proteína, y se dirigía en primer lugar a ellos. Solo cuando éstos se agotaban comenzaba a alimentarse de comidas más “insalubres”.
Así que ahí lo tienen. Un grupo de hongos unicelulares, unidos en un plasmodio, sin sistema nervioso, sin órganos para percibir sus alrededores, es capaz de realizar muchas acciones que creeríamos limitadas a un organismo inteligente. Hace replantear mucho sobre qué entendemos como inteligencia, ¿no?
Fuentes:
- https://www.quora.com/What-animals-have-underrated-intelligence/answer/Gary-Meaney
- https://es.wikipedia.org/wiki/Physarum_polycephalum
- https://phys.org/news/2016-04-intelligent-brainless-slime.html
Imágenes: 1: quantamagazine.org, 2: pinterest.com, 3: wired.com