Sean Downey, uno de los dos autores del estudio
Civilización y Catástrofe
Hace ya más de un año realizamos en esta página la serie Civilización y Catástrofe en la que mencionábamos algunos casos de civilizaciones pasadas que se autodestruyeron o implosionaron, ya fuese debido a cambios en el entorno, a la incapacidad de mantener sus costumbres o a una mezcla de los dos factores anteriores. Dentro de los casos analizados estaban los Mayas, la Isla de Pascua y la sociedad antigua de Mesopotamia.
Antes de todas estas catástrofes, sin embargo, parece haber habido una dramática crisis en las poblaciones humanas de finales de la Edad de Piedra. Aunque los investigadores ya habían determinado esto, las causas siguen siendo un misterio… pero ahora nuevos análisis han determinado la existencia de “marcadores” que permitirían predecir este tipo de colapsos.
Dicho de otra manera, lo que hizo el estudio fue analizar estos marcadores en un periodo de tiempo e insertarlos en un modelo que indicó de manera precisa las posteriores catástrofes poblacionales.
Población del Paleolítico
En la llamada “Edad de Piedra” las poblaciones humanas se expandieron a lo largo y ancho del mundo (se calcula que llegaron a América hace unos 14.000 años) y aprovecharon la increíble abundancia que este ofrecía, en particular en forma de la llamada Megafauna. Mamuts, rinocerontes y gigantescos alces en Eurasia, Mastodontes, perezosos y armadillos gigantes en América, canguros y rinocerontes marsupiales en Australia, era mucho lo que el mundo ofrecía a estos primeros pobladores.
Pero con el tiempo la marea empezó a cambiar. Una combinación entre cambio climático y presión sobre las poblaciones (y seguramente más la segunda que la primera) acabó con estas magníficas poblaciones.
Esto parece haber ido de la mano con la crisis del Paleolítico. Las poblaciones humanas, luego de un periodo de auge en el que crecieron rápidamente (más rápido que en milenios anteriores) súbitamente se desplomaron. Parece que un rápido cambio tecnológico – asociado con el descubrimiento de la agricultura, el desarrollo de armas más avanzadas y de nuevas técnicas de cacería – ocurrió previo a la catástrofe.
En palabras de los investigadores, la palabra clave es resiliencia: la capacidad de una sociedad para resistir cambios abruptos en el entorno. Parece ser que la explosión Paleolítica no sólo catalizó cambios en el entorno sino que disminuyó esta resiliencia, lo que llevó a que las poblaciones finalmente no resistieran.
Aquí se ve como la línea morada aumenta dramáticamente antes del colapso, advirtiéndolo.
En el mundo moderno
El asunto reviste importancia porque en la actualidad nos encontramos en un largo periodo de crecimiento equivalente a aquel del Paleolítico y es fundamental determinar los “marcadores” que nos indiquen que estamos cruzando la línea. En particular, destacan de entre estos la deforestación, la desertificación y la salinización de los suelos, aspectos todos en los que nuestra sociedad muestra más bien malos manejos.
Sin embargo, tenemos a nuestro favor un aparato tecnológico muchísimo más potente que aquel del Paleolítico, un conocimiento profundo de los problemas que enfrentamos y la capacidad de planear a escala global, factores todos que podrían ser decisivos en la solución de este tipo de problemas.
Incluso en el peor de los casos, la catástrofe difícilmente significará la destrucción de la humanidad. En el Paleolítico, luego de la tragedia, las poblaciones desarrollaron nuevas técnicas agrícolas, poblados citadinos y construyeron aquello que llamamos la “Civilización”. Somos herederos de esta crisis.
Pero el sufrimiento que esto causó no debe ser subestimado. Si podemos evitar la catástrofe ganaríamos mucho como especie y como sociedad.
Imágenes: umdrightnow.umd.edu