El Pensante

Frases de créditos

Frases - marzo 30, 2019

Por lo general, en los tiempos modernos, siempre que se escucha la palabra “crédito” se asocia con el ámbito bancario, y aun cuando esta idea no es errada, en realidad el crédito tiene que ver con la confianza en el otro, de ahí que haya sido centro de debate para algunos de los más célebres pensadores de todos los tiempos.

Sin embargo, antes de continuar en una exposición de algunos de los pensamientos que han quedado grabados en los anales del pensamiento humano sobre el crédito, se revisará la propia definición de esta condición humana, para así poder entender cada una de las frases en su justo contexto conceptual.

Definición de crédito

No obstante, estando relacionado con la fe o confianza en el otro, no es de extrañar que el concepto crédito cuente con distintas definiciones, emitidas desde diferentes perspectivas, por lo que entonces escoger una sola definición puede resultar complejo.

Por ende, puede que la forma más objetivo de acercarse al sentido de “crédito” sea tomando en cuenta la definición promulgada por la Real Academia Española de la Lengua (RAE) institución lingüística que le da una entrada en su Diccionario, en la que pueden leerse las siguientes acepciones:

  1. m. Cantidad de dinero u otro medio de pago que una persona o entidad, especialmente bancaria, presta a otra bajo determinadas condiciones de devolución.
  2. m. Apoyo, abono, comprobación.
  3. m. Reputación, fama, autoridad.

De esta forma, puede verse que aun cuando la primera acepción registrada en el Diccionario de la RAE entiende el crédito como la acción financiera en donde un banco presta a un sujeto cierta cantidad, bajo el compromiso de devolución, en realidad, el crédito tiene que ver más con la confianza que esa entidad está depositando en el sujeto que recibe el dinero.

Así mismo, el concepto de crédito, además de estar relacionado con la confianza, se encuentra unido también a la idea de reputación, pues en la medida de que una persona va respondiendo positivamente a la confianza que le han dado, pues va produciendo más confianza en ella, así como aumentando su reputación positiva.

Por ende, pese a ser un término bancario, la mayoría de las veces, dar crédito a alguien no sólo implica darle o prestarle dinero o algún otro bien, es también creer en su honestidad, su reputación y su integridad. En un mundo como el moderno, en donde el engaño y la estafa parecieran aguardar en cada esquina, de alguna forma, el crédito es un salto al vacío, pero también una muestra de esperanza en el otro.

Frases de crédito

En este sentido, puede entonces que no resulte extraño que algunos de los más grandes pensadores de la humanidad se hayan interesado en este asunto. A continuación, una pequeña muestra de algunos de los pensamientos más importantes al respecto:

Séneca (4 a.C. – 65 d.C.)

Al que una vez perdió el crédito, nada le queda que perder.

Así como el crédito es una condición que el hombre va ganando poco a poco con su puntualidad, su honestidad y sus demás actos honorables, también es una riqueza que en cualquier momento se puede perder si no se cuida de ella, dejando al hombre en total ruina, porque más que las riquezas, lo que hace a un hombre rico es su reputación.

Un ejemplo de esta forma de pensar, la constituye la frase del filósofo latino Séneca, para quien un hombre que ha perdido su crédito, es decir, su reputación honorable ante otros, es entonces una persona que lo ha perdido todo, pues se ha quedado sin el valor de su nombre.

Confucio (551 a.C. – 479 a.C)

El noble no da crédito a las palabras por la sola autoridad de quien las pronuncia; tampoco rechaza la verdad aunque provenga de una persona ignorante.

Siendo el crédito entonces un ejercicio o condición asociada a la confianza, no sólo se debe colocar el foco en la persona que lo posee o lo genera, sino que cabe la pena también preguntarse por aquel que lo da, es decir, aquel que es capaz de confiar en el otro.

En este sentido, el antiguo filósofo chino Confucio, señalaba en sus Analectas que las personas sabias o nobles son aquellas que entienden que la confianza que puede producir el otro poco tiene que ver con su posición social o su apariencia, pues la verdad puede provenir de cualquier ser humano, pues la honestidad no es propia de una clase social o económica, sino del corazón del hombre.

Conocer esto, guiará al hombre noble en el ejercicio de decidir sabiamente en quién deberá colocar su confianza, a quién deberán dar crédito sus oídos.

François de La Rochefoucauld (1613 – 1680)

A menudo se juzga a los hombres por el crédito de que gozan o por las riquezas que poseen.

No obstante, con la evolución del mundo financiero, el crédito ha perdido su relación directa con lo moral, para convertirse más en un asunto de inteligencia financiera, para poder cumplir con los compromisos, lo cual se traducirá en el aumento de este crédito, así como de las posibilidades económicas.

Por ende, ha ocurrido, tal como lo señala este filósofo francés del siglo XVII, que los hombres tomen como positivo o confiable a aquel individuo que cuenta con mucho crédito bancario o con grandes propiedades, asociando este rasgo con la honorabilidad y la honestidad, cuando no es necesariamente así. Ergo, tal vez sea hora de revisar esta asociación moderna de la capacidad de crédito con la honestidad moral.

Winston Churchill (1874 – 1965)

Esfuérzate por mantener las apariencias que el mundo te abrirá crédito para todo lo demás.

De hecho, el tener un crédito bancario solvente, una acumulación positiva de bienes, así como otros atributos: familia, carrera, posición, pueden ser interpretados por la mayoría de los miembros de la sociedad industrializada como señales de que la persona que los posee puede ser alguien digno de crédito. Sin embargo, tal como lo sugiere esta frase del político británico el siglo XX, Winston Churchill, en realidad pueden ser tan solo apariencias.

No obstante, tal como lo refería maquiavélicamente este político, en el mundo moderno lo más importante son las apariencias, puesto que si estas son buenas, las puertas del crédito se abren sin hacer muchas preguntas. Empero, se está otra vez ante la encrucijada para quien debe dar ese crédito, a fin de que se pregunte si verdaderamente está confiando en alguien honesto, o se está dejando llevar tan sólo por aquello que ve en la superficie.

Píndaro (517 a.C. – 438 a.C.)

Primero es la virtud, luego es el renombre. Si ambos se obtiene, ¿qué más quiere el hombre?

De esta manera, quizás se deba traer a capítulo la antigua frase del filósofo de la antigua Grecia, Píndaro, quien recordaba que la reputación o crédito de una persona siempre debería estar basada en su virtud, comprobable. En consecuencia, lo primero que un ser humano debería cultivar en él era esto, es decir, su honestidad, su honor y su moral.

Ejercitada su virtud, por añadidura vendría el renombre, la reputación. Logrados estos dos objetivos, el hombre podría considerarse dueño de una riqueza enorme, pues había hecho de él un individuo virtuoso, reconocido como tal.

Steve Maraboli

Aquellos que tienen éxito dan crédito a sus errores y le pulen el nombre: experiencia.

Sin embargo, no siempre es al hombre al que debe dársele crédito, sino que este ejercicio de confianza también puede ser extendido a otros parámetros, como por ejemplo ciertas situaciones o elementos de la vida. Un ejemplo de esto lo constituye esta frase del orador motivacional del siglo XXI, Steve Maraboli, para quien es necesario dar crédito a algunas cosas de nuestra vida, como los errores.

En este sentido, Maraboli señala de forma jocosa que lo que muchos denominan errores, considerándolos malos o cosas a esconder, otros le dan en cambio crédito, pues los entienden como consejos, aprendizajes, e incluso les modifican el nombre, describiéndolos como experiencia. Finalmente, para Maraboli, esta última opción es propia de los hombres exitosos. Es decir, el secreto del éxito puede ser dar el justo crédito a los errores y la experiencia que se extrae de ellos.

Michel de Montaigne (1533 – 1592)

Las leyes mantienen su crédito no porque sean justas, sino porque son leyes.

Otro aspecto importante a reflexionar respecto a las cosas que se consideran propias de crédito son las razones por las cuales se les da. Es decir, en ocasiones, la sociedad puede confiar en ciertas circunstancias o elementos tan solo porque el análisis superficial pareciera indicar que es lo correcto, aun cuando no lo sea.

Un ejemplo de este tipo de situaciones, en las cuales una sociedad podría dar crédito a un elemento, sin mucho análisis, lo coloca el filósofo francés del siglo XVI, Michel de Montaigne, para quien muchas veces ocurre que los ciudadanos de una nación confían ciegamente en las leyes, tan solo porque son leyes, y se supone que son correctas, sin preguntarse si realmente son justas. También puede suceder que se le dé crédito a un gobierno sólo porque está en el poder, y no porque mande de forma honesta.

De esta forma, especulando sobre el pensamiento de Montaigne, siempre ante la acción de dar crédito a alguien o algo, debería existir un ejercicio de conciencia, que lleve a analizar las verdaderas causas por las que se está decidiendo sentir esta confianza.

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