El día 6 de abril de 2017 69 misiles de crucero “Tomahawk” fueron lanzados de un portaaviones estadounidense en territorio mediterráneo en dirección a Siria. La decisión, tomada por el recién posesionado presidente Donald Trump, se convierte en un peligro para la estabilidad mundial. Aquí le decimos por qué.
El mundo árabe
Para hablar de Siria, hay que comenzar por entender qué ha sucedido los últimos 8 años en toda la región de Oriente Medio.
Desde mediados del siglo XX comenzaron a organizarse en esta región poderosas dictaduras militares de aire populista. Pese a la oposición, estas dictaduras consiguieron resultados moderadamente exitosos en el ámbito económico y estabilidad social basada en la limitación de los extremistas religiosos y en brindar acceso generalizado a servicios como salud, educación, electricidad, agua potable, etc. Por esta razón, pese a la sistemática opresión que ejercieron sobre muchas minorías, las dictaduras mantuvieron un aire legítimo y niveles decentes de popularidad por décadas.
Saddam Hussein (presidente de Irak) era uno de estos dictadores. Su “buen mano” con su pueblo estaba opacada por su brutal represión de los grupos opositores, en particular los kurdos ubicados en torno a las fronteras noroccidentales. Cuando Estados Unidos invadió el país en 2001, basado en mentiras sobre la existencia de armas químicas (lo cual luego se demostró era un montaje de los mismos norteamericanos), buscó implantar una democracia a la usanza occidental al derrocar el magnate.
Pero las cosas no salieron nada bien. La “democracia” se probó excluyente, ineficiente y corrupta. La ocupación catalizó la creación de innumerables grupos opositores, los cuales se apalancaron en el extremismo religioso (reprimido por Hussein) y comenzaron la creación de grupos que llevarían al presente Estado Islámico. Algo semejante había sucedido en el pasado en Afganistán (como lo señalamos en este artículo), pero hablar de ello ya sería extendernos demasiado. Salvo por regiones específicas (de nuevo, los gobiernos autónomos kurdos, que se han mostrado muy eficaces) Irak se convirtió prácticamente en un estado fracasado bajo la tutela de los Estados Unidos.
En consecuencia, tenemos un primer factor de desestabilización importante: la injerencia de potencias extranjeras al derribar las dictaduras y organizar nuevos gobiernos que no son funcionales.
La primavera árabe
Hacia finales de la década del 2000 comenzó un nuevo proceso en la región. Miles de manifestantes comenzaron a congregarse en varios países (Egipto, Siria, Túnez, Libia, incluso Turquía) para pedir a los gobiernos que bajasen un tanto el tono autoritario. Como cualquier dictadura, las cosas no salieron bien y pronto el asunto derivó en conflictos que se convirtieron en guerras civiles a gran escala en Siria y Libia.
Al contrario que Libia (donde los grupos rebeldes recibieron el apoyo de Occidente) en Siria no apareció ningún grupo que se considerara afín a Occidente y además el régimen de Bashar Al Assad recibió un apoyo importante por parte de Rusia y en menor medida China. Así, Siria pronto se convirtió en un tétrico escenario de guerra con un gobierno legítimo a medias apoyado por Rusia, un sinnúmero de grupos rebeldes (algunos, como los kurdos, con importante apoyo de Occidente) y el Estado Islámico, que aprovechó la coyuntura para hacerse con las ricas provincias del Oriente y convertirse en el peligro regional que hoy representa.
El bombardeo
Obama no fue un alma de Dios, y durante su gobierno se bombardeó Siria en varias ocasiones. La novedad aquí es que por primera vez los Estados Unidos están bombardeando al gobierno sirio, aliado cercano de Putin.
El detonante del bombardeo fue un ataque con armas químicas realizado pocos días antes en territorio sirio gobernado por los rebeldes y del que inmediatamente se acusó al gobierno de Al Assad. El presidente rechazó las acusaciones y aseguró que se trataba de un acto terrorista.
Putin, alertado una hora antes del bombardeo (para permitir a los rusos evacuar la base) no ha respondido favorablemente al asunto, al que considera un ataque contra los intereses rusos y contra la autonomía del régimen sirio. El ataque, en efecto, se ha convertido en un palo en la rueda de las relaciones entre Rusia y Estados Unidos, las cuales se veían cordiales antes del presente suceso.
OTAN y Rusia
En la actualidad, los Estados Unidos hacen parte del bloque militar más grade del mundo: la OTAN. Constituida por un total de 28 países, la Organización del Tratado del Atlántico Norte aglomera el 70% del gasto militar mundial, lo que significa que en teoría son más fuertes que el resto del mundo combinado.
El asunto no es tan fácil de medir, claro, porque muchos de los países miembros de la OTAN están entre los países con las monedas más caras del mundo: lo que paga un soldado en Estados Unidos puede pagar una veintena (o más) en India. Pero en general, sí son una fuerza militar formidable.
Países no miembros, como Rusia y China, han estado aumentando de manera consistente su arsenal y su incidencia en varias regiones del mundo. El Oriente Medio, en particular, es una zona álgida en estos conflictos por su potencial petrolero y por ser el puente más sencillo entre Oriente y Occidente. Así, para Rusia es importante mantener su influencia en la región.
El ataque de Trump es, en verdad, un ataque contra Rusia. La pregunta es: ¿qué tanto está dispuesto a arriesgar Putin y qué tanto puede realmente lograr contra una alianza como la OTAN? Por ahora, la respuesta parece ser no mucho…
Pero el problema es que estamos hablando de países con un arsenal nuclear importante. De nada sirve un abultado gasto militar si el enemigo puede, presionando un botón, destruir las ciudades más importantes de un país en un segundo. Claro, existen sistemas anti misiles, pero siempre pueden hallarse vulnerabilidades.
La inestabilidad en Oriente Medio, por primera vez, se ha convertido en una confrontación directa entre Estados Unidos y Rusia. No se puede descartar que el conflicto vaya escalando hasta que una confrontación armada se haga inevitable.
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