Culpable de un crimen
En febrero de 1885, John Lee fue condenado a la horca en la prisión de Exeter en Inglaterra. Había sido apresado por la muerte de Emma Ann Whitehead Keyse en la bahía Babbacome, en Devon del Sur, sin embargo, una serie de acontecimientos insólitos llevó a que el hombre no solo salvara su vida, sino que fuera liberado de la prisión.
La historia comenzó cuando Emma Whitehead, una rica anciana de la región, apareció muerta en su hogar. La mujer vivía en una casa denominada “Glen”, que había heredado de su familia, y tenía varios sirvientes a su servicio. John había sido hermano de uno de ellos antes de marcharse a la Armada, y tras retirarse de allí y pagar algún tiempo en prisión por un robo menor, decidió probar fortuna en la vieja casona.
Algunos meses luego de volver, su patrona apareció horriblemente asesinada: había sido apaleada, golpeada en la cabeza y ahorcada, luego, su cuello había sido cortado a la altura de la vértebra. Tras el asesinato, el fuego había devorado el lugar, para las autoridades quedó claro que quien fuera el culpable había intentado borrar su rastro usando las llamas.
John Lee se convirtió en el sospechoso principal de inmediato. No solo era el único en estar recién llegado al lugar, sino que era el único hombre que habitaba en la casa. Para colmo, había resultado con una sospechosa herida en su brazo justo después del incidente.
Las autoridades lo declararon culpable (a pesar de que la evidencia era solo circunstancial) y lo condenaron a la horca. A pesar del veredicto del juez, John Lee no dejó de protestar hasta el último momento, afirmando siempre que él era inocente. Sus palabras no se tuvieron en cuenta y se le condenó a la horca, sentencia a realizarse en 1885.
Una serie de eventos afortunados
El día de la ejecución, el convicto se presentó ante la horca. Subió los escalones y se puso sobre el patíbulo, ceremoniosamente, el guarda colocó la cuerda en torno a su cuello. Sin embargo, al tirar de la palanca, no sucedió nada.
El preso se mantuvo allí mientras algunos mecánicos revisaban el funcionamiento. Tras revisarlo de nuevo y verificar que funcionaba, volvieron a poner a Lee en el patíbulo… pero, una vez más, el mecanismo falló y Lee se mantuvo con vida sobre la plataforma. Esta escena volvió a repetirse: de nuevo verificaron que el mecanismo funcionara, de nuevo falló cuando Lee se posó sobre él.
Convencidos de que nada más que un designio divino podía explicar este misterio, los guardas decidieron devolver al preso a su celda. Al final, la pena de muerte se le conmutó por cadena perpetua, y habría de permanecer en la cárcel por 22 años antes de ser liberado en 1907.
John Lee se convirtió en toda una leyenda, tanto en la cárcel como en la región. Se le conocía como “el hombre al que no pudieron colgar” y su inocencia se volvió el clamor de centenares de personas: ¿cómo podía ser de otra manera, si el mismo Dios había intercedido por él?
Al final, nunca sabremos si Lee era verdaderamente inocente, y si su salvación se debió a la injerencia de una mano divina o a la pura suerte. Su leyenda, entretanto, sigue rondando la región en la que, ya hace más de un siglo, se convirtió en el hombre al que no pudieron colgar. Y tú, ¿crees que un hombre como Lee, al que no pueden ejecutar, ha de ser inocente?
Fuente de imágenes: 1: johnbabbacombelee.com, 2: bothearsandthetail.tripod.com, 3: johnbabbacombelee.com