Una leyenda desprendida de otra, famosas ambas en el territorio venezolano, todavía sigue contándose y muchos creen que el espanto del “Silbón”, es real y la historia de Juan Hilario es una muestra de ello.
Un borrachín que parecía no tener escarmiento
La historia se originó en Portuguesa, un estado del país bolivariano. Allí se tiene la creencia de que en mayo, suele presentarse con alta intensidad, el espectro del “Silbón”, que con un extraño sonido hace que su víctima fallezca en poco tiempo y que se convirtió en esa entidad, a causa de una maldición que le lanzó su madre, por haber asesinado brutalmente a su padre y comerse sus vísceras.
Entonces, un sujeto caracterizado por ser uno de los más parranderos de la región, así como de los más apasionados mujeriegos, asistió a una pachanga de grandes magnitudes, en pleno mes de mayo. De hecho, Hilario no se perdía ninguna fiesta, pues lo que más le entusiasmaba era encontrarse con bellas mujeres, a quienes intentaría seducir como frecuentaba.
Cerca de las 7:00 pm, Juan Hilario se encontró con el capataz de una reconocida hacienda, llamada “La Gracianera”, en los mismos terrenos de esta. Hilario lo invitó muy animado a que también asistiera a la tan esperada fiesta. Pero el hombre le rechazó la propuesta y le señaló los truenos y relámpagos que en ese instante se estaban manifestando, advirtiendo que esas eran señales muy directas de que el Silbón estaba por ahí, teniendo en cuenta que era pleno mayo.
Pero Hilario se burló de la leyenda y le dijo que él no sentía miedo por aquellos cuentos populares y hasta amenazó que de llegarlo a ver, lo cogería a palazos. En ese momento se despidieron y el capataz sintió pena por él. Y dicho y hecho: unos metros más adelante en su camino hacia el festejo, escuchó el terrible sonido fantasmagórico y letal del Silbón. Pero Juan, aunque se asustó en un comienzo, dedujo que eran sus amigos jugándole una broma.
Una golpiza y un susto que le transformó la vida
De tal forma les gritaba que salieran de los matorrales y dejaran de jugar, porque de pronto por andar bromeando, los picaba una culebra a esa hora de la noche. Pero nadie salía y los silbidos se escuchaban cada vez más estremecedores y de repente, un fuerte golpe por la espalda tumbó a Hilario al piso, seguido de intensos palazos que lastimaban su cuerpo. Juan intentó defenderse cuando logró levantarse en un segundo y comenzó a lanzar golpes con su garrote a diestra y siniestra, aunque no le daba a nada; parecía pegándole al viento.
Cuando se detuvo a ver quién era su agresor, no vio a nadie y de nuevo empezó un ataque compulsivo de golpes por parte de una presencia imperceptible, hasta que prácticamente lo dejó agonizando y quedó justo en la puerta de la finca donde se iría a realizar la parranda.
Los músicos de la fiesta fueron capaces de reconocer los temibles silbidos y los gritos de Hilario y cuando abrieron la puerta, se encontraron con el hombre malherido. Para alejar la presencia del espectro enfurecido, varios de esos sujetos de la orquesta gritaban al aire toda clase de insultos y de ese modo pudieron alejarlo.
Cuando Hilario volvió en sí, juró rotundamente no volver a emparrandarse por las noches y a no insultar lo que desconoce.
Imagen: wikipedia.org