El nacimiento de un sueño
En Richmond, un poblado cerca a Londres, Richard Sowe comenzó a soñar un proyecto para construir un espacio de vida donde no interviniera el régimen de consumo de su sociedad y que al contrario pudiese beneficiar de alguna manera al medio ambiente.
Las ideas de aportar un grano de arena para crear un mundo mejor lo llevaron a contemplar crear una casa donde lograra vivir de forma autosuficiente. Al inicio pensaba en un sistema de paneles solares, utilizar el plástico de las botellas para hacer las paredes sin contar con productos como cemento o ladrillos: pese a su convicción, Sowe tuvo que esperar hasta sus 40 años para dejarlo todo y realizar el sueño de su vida.
La primera casa flotante
En un viaje de visita a la Ciudad de México, Sowe identificó Xochimilco, un lugar que desde los tiempos aztecas se desarrollaba “chinampas” que no era más que tierras artificiales en el lago de México para poder cultivar productos básicos como chile, tomates y fríjoles, además de las ancestrales matas de maíz que identificaron desde siempre la cultura mexicana. También se fijó en las “trajineras”, barcazas que actualmente utilizan los marineros del lago de Xochimilco para dar viajes de turismo a los visitantes.
Así su casa ambiental ya no sería en la tierra, su sueño había cambiado y ahora prefería realizarla en el mar, por medio de productos inorgánicos cuya descomposición podía tardar millones de años, como lo son las botellas, planeo crear una isla en el Océano Pacífico junto a las costas de Oaxaca, al sur de México.
Primero consiguió más de 1000 botellas y realizó una base para ver si su sueño lograba hacerse, aunque la policía local lo amenazó con arrestarlo y su proyecto no tuvo gran acogida, por ello tuvo que irse y dejar sin terminar la casa flotante.
Pero antes que renunciar, Sowe decidió que seguiría intentándolo por todos los medios posibles, por lo que fue a otro estado de México (reconocido por el gran turismo de extranjeros), el estado de Quintana Roo, en el que sí recibió el apoyo suficiente para construir su isla.
El día que realizó su sueño
Tardó 7 años en reunir 250.000 botellas que utilizaría para una isla artificial que tendría entre 20 con 16 metros a las afueras de Islas Mujeres, nombre de unas famosas islas en honor a la diosa maya de la Fertilidad, Ixchel. Desde ese momento la construcción lo fue llevando a pensar en cómo construir un mundo donde nadie tuviese que presionarlo con impuestos o cosas por el estilo, deseó ser libre y como él lo narra, el proceso de construcción de su casa fue el determinante para sentirse que lo estaba logrando. Bautizó su nuevo hogar como Joysxee, lo que podría traducirse como “La Llave de la Felicidad”
Más que una casa, el espacio está dado para una pequeña planicie con cosechas que produce utilizando su propio estiércol como abono para los cultivos, la base de toda la isla (que son las botellas) hace que el sitio sea un lugar cómodo para vivir, además cuenta con una casa hecha con telas que ayuda a mitigar el gran calor de las playas de Yucatán.
Ya a sus 60 años, Sowe admite que su proyecto es lo mejor que realizó en su vida hasta ahora, pues su autoabastecimiento le da la idea que no ha construido a costa de los demás, sino buscó no más hacerse con un pequeño lugar del mar que nadie va a utilizar para nada. Por ello vive tranquilo, en armonía y en constante ampliación de su isla, la cual tiene cada vez mayor número de habitaciones y un complejo sistema de aprovechamiento de energía para secar su ropa. Por otra parte, los alimentos los prepara en un horno aunque prefiere cocinar en un horno de leña que tiene desde hace tiempo. A veces, de acuerdo sobre todo con sus necesidades inmediatas, utiliza unos paneles de energía solar: esto no le parece tan importante, pues considera que ya tiene todo lo necesario para vivir.
Usualmente no recibe visitas porque sus vecinos temen que este inglés sea un loco, aunque él se ríe aludiendo a que es el mundo el enfermo por producir tanta basura que contamina: afirma que las personas podrían vivir autoabasteciéndose sin necesidad de destruir más de lo necesario, pues millones de productos que ya no utilizamos son arrojados al mar contaminando los hábitats de miles de especies marinas. Este gran emprendedor se considera un ejemplo a seguir debido a que no hace daño a nadie, aunque resiente mucho no haber hecho su proyecto antes, pues se da cuenta el desperdicio que fue vivir como obrero, ganando dinero para comprar cosas que según él, nadie necesita. Cosas que están de más.
Las personas que logran entrar a su mundo no lo ven como un loco, al contrario, entienden el genio en el que se convirtió “Richart Sowe”, la letra t la puso al final de su nombre para que llevara la palabra arte encima de él.
Fuente de imágenes: 1: mundotkm.com, 2 y 3: excelsior.com.mx