Un evento de cobertura mundial
Tras los ataques del 11 de septiembre del año 2001, que destruyeron las torres gemelas del Wold Trade Center y amenazaron otras construcciones simbólicas de los Estados Unidos, Al – Qaeda se ha convertido en uno de los blancos más importantes del ejército norteamericano. Es por eso que, cuando este último fue dado de baja el 2 de mayo de 2011 por el ejército norteamericano, el país entero se tiñó de color festivo. En un acto moralmente cuestionable, millones de ciudadanos norteamericanos celebraron la muerte de este hombre que, a sus ojos, se había convertido en la representación del mal.
El relato oficial no podía menos que acomodarse a este ambiente. Los siempre heroicos marines norteamericanos, tras años de inteligencia, habrían acorralado a este criminal (siempre guardado por oscuros personajes armados), quién habría muerto cargando el icónico fusil AK-47 e intentando disparar a sus justicieros. Su cuerpo, indigno de sepultura, habría sido arrojado al océano en un lugar desconocido. Por supuesto, nadie cuestionó esta versión y los norteamericanos celebraron la muerte de su más odiado enemigo.
¿Pudo ser una mentira?
Pero la cosa no quedó ahí. El periodista Seymour Hersh, ganador de un premio Pulitzer por sus denuncias, reconocidas internacionalmente, sobre la matanza de My Lai en Vietnam (donde soldados estadounidenses masacraron a 374 civiles) dijo hace poco tiempo que este relato de la muerte de Bin Laden fue una creación de la inteligencia norteamericana. Si bien Hersh acepta la muerte del antiguo líder de Al – Qaeda, afirma que la supuesta inteligencia detrás de la operación no existiría. El gobierno norteamericano no se habría enterado de la ubicación del islamista por un seguimiento a sus correos, como se decía, sino por un informador anónimo, y la información sería diferente a la que el gobierno hizo pública más adelante.
Bin Laden no estaba escondido. Se encontraba en Pakistán desde 2006 vigilado por las autoridades pakistaníes y siguiendo un tratamiento médico, financiado por el gobierno saudí. El objetivo de esto era, primero, mantenerlo con vida y segundo, presionar a los grupos talibanes de Afganistán para que no dañaran el país vecino o interfirieran en su política. Tanto los saudíes como los pakistaníes buscaban mantener en secreto este trato, y lo hicieron hasta el año 2011, cuando el gobierno estadounidense fue informado de la ubicación del talibán.
Los norteamericanos inmediatamente presionaron a Pakistán para lograr la captura del mismo, amenazando con cortar los recursos de ayuda tan necesarios para este país. Tras negociar con el gobierno Saudí, Pakistán habría acordado que indicaría la ubicación exacta a Estados Unidos siempre y cuando la operación culminara con la muerte de Bin Laden, lo cual efectivamente sucedió.
De acuerdo con esta versión, Bin Laden habría sido asesinado en una camilla mientras se encontraba convaleciente. Los Marines habrían ingresado a un lugar protegido, sin riesgo para sus vidas y con la cobertura de un misterioso fallo de la energía eléctrica que les ayudó a pasar desapercibidos, y habrían asesinado a un hombre enfermo. Por supuesto, Pakistán y el gobierno Saudí no estarían interesados en hacer parte de la historia oficial y Obama habría tomado todo el crédito… ignorando las partes relativas a la enfermedad, la convalecencia, la seguridad, y dándole un aire heroico a todo el asunto, claro.
Esta versión aclara diversas dudas con respecto a la incapacidad de los radares pakistaníes (de fabricación norteamericana) para detectar los helicópteros, el misteriosamente conveniente apagón previo a la operación y el lanzamiento del cuerpo al océano, donde no podría ser analizado, investigado o siquiera verificado. De acuerdo con Hersh, se trató de un engaño con el objetivo de realzar la labor de Obama y de justificar la acción bélica con un relato que agradase a la gente. Su versión ha sido sistemáticamente negada por la Casa Blanca, pero se trata de un periodista de renombre con una larga trayectoria “destapando” los entuertos del gobierno norteamericano, lo que le ha dado gran acogida. Su versión, de ser cierta, no cambia los hechos, pero si lanza cuestionamientos sobre la cada vez menos legítima agenda norteamericana.
Y ustedes ¿creen que la muerte de Bin Laden ocurrió como lo narran los norteamericanos? ¿Y que los documentos recientemente revelados sobre operaciones terroristas a gran escala son verídicos?
Fuente de imágenes: 1: elespectador.com; 2: cubadebate.cu.