Esperando el bus en la carretera
Cuando María Carmen Mongliano escapó de su casa para verse con su amante, no esperaba que su carro se le acabaría la gasolina en medio del camino. Ya casi anochecía y María Carmen prefirió llamar a su esposo para que fuera por ella, aunque la estación de servicio estaba más lejos de lo que creía y no pudo hacer más, que esperar el primer bus que la devolviera a la ciudad.
Una hora, dos horas, nada pasaba. Tuvo que esperar la llegada de un bus blanco que estaba repleto de mujeres y paró para recibirla en medio de la carretera. La noche había inundado con su lluvia todo el terreno y la mujer dejó su carro con todas sus cosas que llevó para escaparse de la casa.
Mientras tanto en la casa
Benítez García era su esposo, un licenciado en artes que acababa de conseguir un buen trabajo y llegaba a su casa con una botella de vino para descorchar con su amada esposa. Pero la realidad fue otra, vio los cajones vacios y no había duda de que su esposa se había largado con otro. No pudo sino llorar y apalearse por todo aquello que le había sucedido esa misma noche.
Al otro día temprano no había llegado su mujer y la duda carcomió su corazón, casi no la buscó: ya tenía cierta experiencia en las peripecias de su mujer y no creía que simplemente se la había comido la noche sin que nadie supiera realmente lo que había pasado. Pero sus celos fueron tan fuertes que no dejaría pasar el momento para buscar a un ex amante de su esposa para buscar a su mujer allá.
Golpeó la puerta y sacudió el timbre hasta que salió un hombre guapo, de unos 35 años, 10 años menos que Benítez, tenía un cabello crespo corto y una camisa blanca que usaba en ese momento para jugar tenis en la parte de atrás de su casa con unos amigos. Tiempo atrás su esposa pasaba las noches con él, mientras Benítez se partía el alma trabajando para ofrecer a su mujer los mayores placeres, pero sabía que él no era el único hombre con el que hacía el amor y eso lo deprimía mucho, no hacía sino tomar solo mientras su mujer pasaba las noches con ese tipo.
Pero el tenista no sabía de su mujer. Benítez fue agresivo y lo aplastó a golpes para que este dijera la verdad pero no salió nada de él, solo arguyó que su mujer debió de haberse ido con otro hombre, premisa que en parte era cierta. El esposo sólo se devolvió a su casa y nunca más volvió a buscar a su esposa.
El bus que recogió María Carmen
La bella mujer esperaba que el bus la llevara a la ciudad, pensaba llamar a su amante y decirle que ya no se iba con él y llamar a Benítez y arreglar todo sin necesidad de volver a serle infiel con sus incontables amantes que habían amasado su cama, la cama de ambos. No tenían hijos por la esposa, que era infértil, pero Benítez nunca quiso buscar otra mujer para saciar su necesidad de ser padre, a pesar de su infelicidad continuaba con ella, simplemente la amaba.
En sus elucubraciones no se fijó que el autobús se desvió del camino, hacia un cerro más o menos inhóspito, muchas de las mujeres que iban en el bus dormidas y anestesiadas tampoco se fijaron pero ellas quizá si sabían a donde se dirigía el bus. Pasaron 3 horas y el bus llegó a una casona vieja gigantesca donde salieron unas enfermeras vestidas de blanco para recibir a las nuevas locas que llevaban al Gran Manicomio Municipal.
Las recibieron a todas con paraguas por la lluvia y a todas las entraron. María que dormía no se dio cuenta donde estaba pero prefirió acompañar a las muchachas para llamar por teléfono a su esposo y que él fuera por ella. Pero no la dejaron.
Las enfermeras la trataron igual que a las otras locas, no la escucharan. Fue llevada a una habitación y pastillas y choques se le dieron por resistirse. Gritaba que la dejaran hablar por teléfono, que la dejaran en paz, que ella sólo había ido para llamar a su esposo. Pero no convenció a nadie, fue tratada como una recusa más y los días siguientes se le hizo un procedimiento clínico. El procedimiento burocrático por el que pasó María Carmen fue muy largo, nadie la escuchaba y ya los efectos de neurosis comenzaron a ahogarla. Finalmente el jefe del psiquiátrico le terminó dejando hacer una llamada por teléfono, 4 meses después de su llegada.
Respondió en su casa una mujer joven con una voz angelical. Su acento francés confundió a María si había anotado bien el número pero preguntó por Benítez. Ella se lo pasó. Desconsolada la nueva loca, intentó contar su triste historia a su marido y este juró ir a verla. Claramente él fue al hospital y creyó más a las enfermeras que a su esposa, le dijeron que había sufrido un ataque neurótico y que no estaba en sus cabales.
Aun así él fue a verla a ella, hablaron y le contó que conoció una nueva mujer, ella le era fiel, era hermosa y lo valoraba. Casi doblemente enloquecida María fue detenida por la fuerza y se le asignó una habitación por siempre.
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