Alicia en el país de las maravillas es una de las obras cumbres de la literatura universal, y se ha adaptado no sólo a obras de teatro, sino que se ha llevado también al cine. Se trata de un cuento creado por Lewis Carroll, un clérigo anglicano, y en el que aparecen los personajes más notables de ese escritor, entre ellos el gato de Cheshire, el sombrerero, la oruga azul o el conejo blanco.
Sin embargo, Alicia, la protagonista de las aventuras del cuento, sí existió en la vida real, y fue la que inspiró a Carroll para crear el cuento y misma a quien obsequió el manuscrito de su cuento con ilusraciones de su propia mano.
Carroll, aparte de clérigo también era matemático y fotógrafo, y gustaba de fotografiar a niñas mientras las distraía con algún cuento o acertijo, por supuesto, con el consentimiento de sus padres. Y es que, más allá de su hipotética y polémica pedofilia, lo cierto es que Carroll quedó prendado de Alice Liddell, bien que fuera en forma filial o platónica.
Alice, la inspiradora del famoso cuento o, cuando menos, a quien está dedicado, nació en el año de 1852 y murió en 1934. De pequeño tuvo contacto con Carroll y fue una de las modelos de sus fotografías.
La pequeña Alice, hacia 1862, cuando paseaba con sus hermanas, le pidió a Carroll que les contara un cuento, y éste les relató la aventura de la pequeña Alice, misma que caía en la guarida de un conejo para luego pasar por las aventuras que ahora conocemos. A la pequeña le gustó tanto que le pidió a Carroll que lo escribiera, a lo cual accedió.
Se ha sugerido la idea de que en algún momento el escritor pidió la mano de Alice a su padre, misma que le habría sido negada. Verdad o no, lo cierto es que la relación de Carroll con la familia Liddell terminó en forma abrupta hacia mitad de la década de sesenta.
En tiempo posterior Alice y Carroll mantuvieron correspondencia y algunos encuentros bastante esporádicos, aunque no por ello menos fríos.
En 1880 Alice contrajo matrimonio con Reginald Gervis, con quien tuvo tres hijos y se convirtió en una mujer de alta sociedad. Tiempo después falleció su esposo y ella se vio obligada a vender el manuscrito que le regalara Carroll, y mismo por el que obtuvo 15.400 libras esterlinas, una fortuna para la época. Hacia el final de su vida manifestó estar cansada de vivir bajo el rótulo de Alicia en el país de las maravillas.