La central nuclear de Fukushima, fue construida por la compañía estadounidense General Electric, en 1967. A pesar del novedoso sistema para su época, entró en funcionamiento hasta 1971. Está ubicada en Okuma, Japón. Allí se presentó «la tragedia nuclear más grave de la historia», según varios analistas.
El gran tsunami los cogió por sopresa
El 11 de marzo de 2011, a las 14:46 hora local, ocurrió un terremoto con una magnitud de 9.0 en la escala de Richter. Mientras esta calamidad estaba sucediendo, los reactores 1,2 y 3 estaban en pleno funcionamiento, pero con la alerta del terremoto cesaron las actividades y fueron apagados por el sistema de alarmas de la compañía. La red de enfriamiento fue dañada por el movimiento telúrico y por esta razón, los motores Diésel comenzaron a bombear combustible para que los reactores siguieran funcionando, pero lo que los ingenieros no esperaban, era que se produjera una tsunami de más de 38 metros de altura.
La edificación no tenía los muros de contención adecuados para afrontar este desastre natural, razón por la que las olas entraron fácilmente en el complejo nuclear, arrasando todo a su paso. Luego de esto, algunos reactores comenzaron a generar una explosión en cadena y a pesar de los múltiples esfuerzos humanos, la situación se les salió de las manos y se hizo incontrolable.
En seguida, se les informó a las autoridades que era prudente efectuar una evacuación a más de 20 kilómetros a la redonda, por la inminente contaminación radiactiva. Empero, los gobernantes y medios de comunicación no informaron a tiempo, pues tenían la intención de que la población no entrara en pánico.
Sin embargo, miles de personas finalmente fueron evacuadas de esa zona y los trabajos para volver a la normalidad tuvieron que ser pospuestos, debido a los altos índices de radiación. Con el objetivo de controlar la emisión de ese tipo de gases tóxicos, se fueron eliminando gradualmente hacia el exterior. Para el 27 de marzo, se registró un nivel de radiación mil veces más alto de lo permitido en las aguas cercanas a la región del desastre. A mediados de abril, se detectaron grandes cantidades de Yodo en el agua corriente de Tokio y para finales del mismo mes, el aire de toda Europa registraba enormes cantidades de yodo y cesio. A pesar de las incesantes molestias a la población, el Consejo de Seguridad Nuclear aseguró que esto no representaba una amenaza para el planeta.
Fueron más de 40.000 personas evacuadas, las cuales tuvieron que ser atendidas de urgencia para suministrarles yodo y de esa manera, disminuir el impacto de la radiación y para evitar la proliferación del cáncer de tiroides.
Gravísimas consecuencias para el planeta
Meses más tarde, las emisiones se arrojaron sobre el Océano Pacífico y se empezaron a registrar millones de muertes de especies marinas, a varios kilómetros de distancia. Prácticamente, una extinción masiva de criaturas marinas. Además de esto, se presentaron malformaciones en algunos seres vivos. El gobierno de ese país emitió un comunicado, en el que afirma que dicha central no podrá volver a entrar en funcionamiento y que el proceso de limpieza tardará varios años.
Este accidente está considerado como «el peor de la historia», por encima del ocurrido en Chernóbil, en 1986. Según algunas autoridades científicas, este suceso es el «desastre medioambiental más peligroso de la historia reciente». Después de lo ocurrido, muchas naciones prendieron la alarmas en cuanto seguridad nuclear, porque al parecer, no estaban preparados para ese tipo de eventos y por supuesto, los detractores de la energía atómica aseguran que las plantas nucleares que están a lo largo y ancho del planeta, representan un verdadero peligro para la humanidad y la vida entera.
De acuerdo con los expertos, la radiación ya afectó por completo al Océano Pacífico, expandiéndose incluso a las costas de México, Estados Unidos y Canadá.
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