El chavo del ocho es la archiconocida serie de humor mexicana ideada por Roberto Gómez Bolaños, y que se emitió por primera vez el 20 de junio de 1971. El argumento de la serie consiste en las travesuras que varios niños cometen en una vecindad y que involucra también a los adultos. Los protagonistas principales son: el Chavo, la Chilindrina y Quico (entre los niños) y don Ramón, doña Florinda, el profesor Jirafales, el señor Barriga y doña Clotilde (entre los adultos).
La serie, a simple vista, no tiene otro propósito que entretener y narrar en forma jocosa y divertida las diferentes travesuras de los niños, así como situaciones propias de una vecindad. Sin embargo, ¿podría esconderse algo más allá?
Para algunos El Chavo del ocho, aparte de ser una de las más grandes comedias de toda la producción televisiva latinoameircana, desde un punto de vista analítico, no es otra cosa que una esenificación del infierno mismo en donde cada uno de los personajes centrales viene a personificar cada uno de los pecados capitales, así:
El Chavo, la gula. Siempre tiene un apetito insaciable, siempre está antojado de comer un sandwich de jamón o cualquier otra golosina.
Don Ramón, la pereza. Nunca trabaja, o sólo lo hace esporádicamente y nunca tiene el dinero para ponerse al día con la renta.
El señor Barriga, la codicia. Sólo está interesado en que le paguen la renta y amasar fortuna.
Quico, la envidia. No puede soportar que el Chavo la pase bien o juegue a la pelota. Aún cuando el juguete del otro sea más modesto, su envidia le hace entrar en un estado alterado de conciencia.
La chilindrina, la ira. Es la niña de las pataletas. Si bien es cierto que Quico también hace pataletas, la Chilindrina las supera ampliamente.
Doña Florinda y el profesor Jirafales, la lujuria. Ambos encarnan a los libertinos. Por supuesto, para la época no se podía mostrar a la lujuria en forma explícita, pero está de más claro lo que van a hacer cuando doña Florinda invita al profesor Jirafales a tomar una tacita de café.
Doña Clotilde, el orgullo. Además tiene el defecto de la vanidad. Su mascota, de nombre Satanás, no puede menos que llamar la atención. En algunos episodios es un gato, y en otros un perro.
Jaimito, el cartero, vendría a ser una suerte de mensajero, de emisario que se mueve entr el mundo de los vivos y de los muertos. Tangamandapio representaría al mundo de los vivos, mientras que la vecindad sería el mundo de los muertos o, lo que es más, el infierno mismo.
El número 8 es el símbolo del infinito y, visto desde nuestra experiencia humana, antes de nacer estábamos muertos, y luego de que nuestra vida cese, volveremos al mismo estado, por lo cual la muerte adquiere una connotación de mayor durabilidad.
Algunos numerólogos sostienen que si uno quiere que algo tenga una gran durabilidad, debiera tener ocho letras, como es el caso de Coca-Cola o Vaticano. En este caso, Roberto Gómez Bolaños, habría preferido no que tuviera ocho letras, sino que llevara el mismo número en el nombre.
Por supuesto, esto es sólo una especulación, y nada afirma que sea cierto, ni que tampoco la vecindad del Chavo del ocho sea una esenificación del infierno. No obstante, sí llama bastante la atención la forma en la que los personajes encajan en cada uno de los pecados capitales y que allí viva Satanás, personificación de la animalización.
Más allá de esto, lo que no se puede negar es el humor y la picardía que hay en cada episodio. Buena parte de los gestos y ademanes del Chavo del 8, habrían sido inspirados en Marcela Gómez Fernández, la hija de Roberto Gómez Bolaños, tal como ella sostiene.
El último capítulo del Chavo del 8 se transmitió el primero de enero de 1980, luego de casi 10 años de grabaciones y de 290 capítulos y se convirtió en una de las mejores series de comedia de la historia televisiva latinoameicana.